viernes, 31 de diciembre de 2010

Viernes, 31 de diciembre de 2010

Revisando los archivos del insomnio que ya acumulan cerca de tres años de puro y duro bla, bla bla, me encontré con el escrito de hace dos años exactos, y no quise perder la oprotunidad para traerlo de nuevo del rincón del olvido y darle vigencia; así que sólo he modificado las fechas en el texto que abajo encontrarán, que no hago trampas, he!.

Ahora bién, para que no suene a angaño, he de dedicar algunos minutos de este último día del 2010 al blog, que todo no puede reducerse a "copiar y pegar".

Cada año me enfrento a los mismos fantasmas, a las mismas dudas e inquietudes; todas relacionadas con las fechas y los calendarios; con solo consultar un poco, nos damos cuenta que 2010 es un convecionalismo de occidente, nada má, que data de la época de Dionysius Exiguus. Los chinos andan a su aire con su animalísticos años, los hebreos tienen su cuenta más larga -van por el 5771-, y así, hasta los Caballeros de la Suprema Orden de la Iglesia de la Suma Frivolidad, que van por año trece (13), número cabalístico, por cierto, todos llevan sus cuentas y viven sus años y hacen sus conjuros y celebraciones en fechas distintas; si hasta calendarios propios tienen, que nada tinen en común con el "nuestro".

Entonces cabe preguntarse ¿cuántas falsas verdades encierran los calendarios y sus almanaques? en cúal se ocultan más mentiras, cúal es el más certero...?

Mejor, Dejmosnos de Vainas, evocando a Daniel Samper, y disfrutemos de esta fecha sin pensarlo dos veces. Felicidades a todos y que el occidentalizado 2011 las cosas marchen mejor, el mundo deje de deteriorarse o al menos lo haga más lentamente y los mortales que aún no cumplimos la cita tengamos alientos para vivir muchos 31 de diciembre.

Ahí les de jos la columna de hace dos años, sin ningún cambio.

miércoles 31 de diciembre de 2008

El último día

Que no es el tantas veces anunciado y nunca cumplido, no, de apocalíptico nada, ni un céntimo.
Sólo me refiero a la fecha, según el convencionalismo que terminó imponiéndose en el mundo occidental. 31 de diciembre, fin de año, nochevieja como la llaman por estas tierras de quijotes y sanchos, la mítica y comercializada -como todo en este mundo- noche en la que por arte magia completamos, una vez más, la vuelta que este globo de locos da al rededor del sol sin deternerse ni cambiar de rumbo, !y que ni se le vaya a ocurrir hacerlo¡.

Y así como termina el año, también termina la cuenta del trigésimo aniversario que hemos venido haciendo para los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, del año 1978.

Sí, ahora que cerramos este primer ciclo, y dado que la tarea no se ha cumplido aún, no queda otro remedio que continuar, seguir dando la lata, insistiendo, agotando recursos, intentando de nuevo, hasta amenazando; porque el propósito inicial, de contactar con la mayor cantidad de egresados sigue en pie y lo seguirá estando. No claudico, no me rajo ni me doy por vencido.

Así que en el 2009 seguiremos (a menos que Google nos lo impida) intentando atraer hacia este pequeño rincón a los que en alguna ocasión compartimos pupitres, o sillas y hasta clases, en los salones de la arenosa colina donde funcionaba el Colegio Robledo en los setentas.

A pesar del silencio de los lectores, porque ni mudos que fueran; nada dicen, no dan señales de vida, el mutismo los invade y los gobierna; digo, a pesar de ello, aca seguiré palabreando recuedos, que no son muchos, mientras poco a poco vamos difundiendo este entuerto y vinculando, al menos como lectores esporádicos, a los tan recelosos convocados.

Un Feliz 2009 para todos.

martes, 21 de diciembre de 2010

Otra de Nobel

Cosas curiosas pasan, desde el pasado 10 de octubre, me he encontrado en dos oportunidades con referencias al Nobel de Literatura del 1978, sí, el cuasidesconocido Isaac Bashevis Singer; la primera en una columna de Gustavo Matín Garzo en El País, del 23 de octubre, titulada "El silencio de los animales" y la segunda en una entrevista con Kjell Espmark, académico sueco, exdirector del Comité Nobel, publicada también en El País, el pasado 5 de diciembre.

Y hago mención del 10 de octubre como fecha de referencia, por cuanto en ella hice una entrada en este blog, donde hablaba del Nóbel de Literatura de 1978, apostando por el desconocimiento general de Bashevis Singer por parte de nosostros (los bachilleres del Colegio Robledo de Calarca, de 1978). Ahora no me atrevería a lanzar la sentencia, después de haberlo encontrado en dos oportunidades en el mismo diario y en tan corto tiempo. Es que somos muy rapiditos de lengua y salimos diciendo cualquier cosa, en cualquier momento; como bien dicen por ahí, por la boca muere el pez...

Si hasta estoy pensando en buscarme alguna obra del Singer este, para leerlo y congeniarme con el galardonado en tan recordado año, lo que son las cosas!


NOTA: Mientras encuentro el libro, aprovecho para enviarles un caluroso abrazo, en esta fecha de inicio del la estación invernal en el hemisferio norte, y desearles las mejores realización en el año que ya se nos vino encima. Que el 2011 sea fructífero y los llene de nietos, porque de hijos, imagino que poco, a estas alturas del partido.

sábado, 20 de noviembre de 2010

DE NUEVO EN EL QUINDÍO

Carlos Alberto Villegas Uribe, nuevo secretario de Cultura

Carlos Alberto Villegas Uribe, un calarqueño de 49 años, es el nuevo secretario de Cultura departamental. Licenciado en educación con especialidad en tecnología educativa de la universidad del Quindío y maestría en comunicación educativa de la Universidad Tecnológica de Pereira asumió ayer en la tarde su cargo y tendrá el reto de devolverle a la región un despacho que en vigencias anteriores estuvo adscrito a la dependencia de turismo.
Villegas Uribe, quien se encontraba en Madrid, España, es becario del programa de la Unión Europea de Becas de Alto Nivel para Profesionales de Alto Nivel América Latina, Alban, en la universidad Complutense de Madrid, donde desarrolló la tesis doctora ‘Psicogénesis de la risa, la risa como construcción de cultura’, en el doctorado la lengua, la literatura y su relación con los medios de comunicación, en la facultad de Ciencias de la Información.

A nivel profesional se ha desempeñado como asesor del Icfes para los programas de educación a distancia, durante el gobierno de Belisario Betancurt Cuartas; asesor de comunicaciones de la alcaldía mayor de Bogotá, en la alcaldía de Juan Martín Caicedo Ferrer, asesor del Sena en el programa de formación para la innovación y la creatividad en las regionales de Caldas, Risaralda, Tolima y Quindío, jefe de medios audiovisuales, jefe de extensión, con funciones de prensa y secretario general (e) en la universidad del Quindío.

De la misma manera, fue gerente de cultura, gobernador (e) y gerente de Turismo (e) del departamento del Quindío, así como asistente de dirección en Tonos y Medios en Bogotá y coordinador de proyectos del Instituto del Pensamiento Liberal, en la Dirección Nacional Liberal.
Ha sido docente de pregrado y postgrado en las universidades del Quindío, Antonio Nariño y Javeriana. En esta última institución instauró la cátedra psicogénesis.

En su amplía hoja de vida está el trabajo de gestor cultural, con el que fue promotor del Concurso Nacional de Poesía Universitaria Euclides Jaramillo Arango y a la Hora del Arte, en la universidad del Quindío. Creó con el apoyo de diversas entidades culturales: Café Con Verso, el Encuentro de la Cultura Cafetera, coordinó en Bogotá, el Festival de Fisonomía Caricatográfica: Hacienda Haciendo Humor, realizado por la Asociación Colombiana de Caricaturistas El Cartel del Humor, en la Hacienda Santa Bárbara de Bogotá. Participó en la realización del Festival Mundial de Humor Gráfico Calarcá 89, desempeñó la coordinación académica del Instituto de Bellas Artes de la Uniquindío y fue vinculado a la gobernación del Quindío como gerente de cultura, donde lideró el plan de desarrollo Biocultura 2020, edición de la Antología Poética del Siglo, Quindío vive en su poesía; la antología de caricaturistas A Punta de Lápiz: El Quindío en la caricatura colombiana; la colección de autores quindianos Quindío Vive, el Encuentro Nacional de Caricaturistas: La CafeteRÍA; el programa para el fortalecimiento de bandas de música que incluyó el posicionamiento de la Banda Departamental como sinfónica, la edición del CD Banda Sinfónica del Quindío y el plan de capacitación y consolidación de bandas juveniles en 9 municipios, con el apoyo del ministerio de Cultura.

Fue miembro activo del Consejo Filial de Monumentos, Capítulo del Quindío y promovió los programas Por la ruta del Patrimonio Quindiano y el seminario permanente sobre turismo y apropiación de patrimonio cultural.
Entre otros logros, obtuvo la mención de honor en el II Salón de Artistas Quindianos 2003 y segundo puesto en el III Salón de Artistas Quindianos 2004. Sus vidopomeas fueron seleccionados en el Festival de Arte y Poesía de París.
Carlos Alberto Villegas Uribe se posesionó ante el gobernador Julio César López Espinosa en su despacho, ayer a las 5:00 p.m.

TOMADO DE LA CRÓNICA DEL QUINDIO 20-11-2010

domingo, 14 de noviembre de 2010

Hacerse doctor!!!


Aquí tienen el testimonio grafico del momento en que el estudiante de la Universidad Complutense de Madrid, el colombiano Carlos Alberto Villegas Uribe, presenta su tesis de grado ante el Jurado.


Sobra decir que la tesis trata sobre la risa, es evidente.

Es muy grato referenciar que este colombiano, nacido en Calarcá -tierra de poetas, como dicen por ahí- y
bachiller del Colegio Robledo en 1978, haya alcanzado la máxima calificación que otorga esta Universidad: Meritoria, Cum laude, para su tesis de grado.

Congratulaciones para nuestro amigo PTT.

sábado, 13 de noviembre de 2010

OTRA PARTIDA


Tal como lo anunciaba en una nota de agosto del año pasado, ahora se presenta una nueva partida, un abandono, cada vez más la península se deshábita, y en esta ocasión le corresponde el turno a PTT, o mejor, al ahora Doctor PTT; porque se ha hecho doctor. El muy ladino se la pasó tres años por estos lares dedicado a hacerse con el título, y a bien que lo ha logrado. Se doctora en risa, o mejor, por la risa, o en razón de la risa y no es un chiste. Si alguien quiere saber a ciencia cierta cuál es la razón de tal dignidad, que se lo pregunte al susodicho, que yo no me meto, pero eso sí, no respondo por la salud mental del interesado!

Lo único que puedo añadir es que el hombre se ha dedicado a vivir de y para la risa. Se la pasa investigando, urgando, ideando, inventando o desarrollando o lo que sea, términos y teorias sobre la risa, por ahí le sonó la flauta y se hizo Doctor, de la nosequeología de la risa.

Así que una vez que la Universidad Complutense de Madríd ha logrado deshacerse del risólogo, otorgándole tan merecido título, el hombre recoge sus bártulos, o mejor, se los recogen para regresar al terruño; vuelve a la tierra que lo vio nacer -y que lo ha padecido durante tantos años- y no es que vuelva porque se haya quedado manivacío, o desocupado, nó, vuelve porque lo llaman, lo invitan, lo convidan, lo reclaman. Mejor dicho, vuelve porque le ofrecen chamba, curro, laburo; noooo, mentira, vuelve porque tiene "puesto" o "coloca", escritorio y silla. . .

Así que de nuevo, lo quindianos, en especial sus amigos y familiares, tendrán la suerte de tenerlo entre ellos, para departir y compartir, y sufrirlo, claro, que de eso se trata.

Buen viaje, exitos en la nueva labor y felicitaciones por la meta alcanzada, que gran esfuerzo le ha costado llegar; me consta!


Nota final, que no puede faltar, Carlos Alberto Villegas Uribe, más conocido en el mundanal ruido como PTT -que no sé ahora con título y cargo si se le pueda seguir llamando así cariñosamente- nacido en Calarcá, lo conozco y trato desde 1972, cuando coincidimos en la Escuela Girardot, en quinto de primaria, para reencontrarnos en le Colegio Robledo dos años más tarde, en tercero y compartir los estudios de bachillerato hasta graduarnos en 1978 (El primer Cartón, para el futuro tugurio). En 1980 volvimos a coincidir en la Coopetarativa de Caficultores del Calarcá, y cursamos estudios en la Universidad del Quindío de forma paralela, claro que él entró un poco antes, hizo una carrera más corta y obviamente se graduó con antelación (segundo Cartón). A partir de allí, si mal no recuerdo, él viajó a Bogotá, después volvió al Quindío y regresó nuevamente a Bogotá; eso si no garantizo fechas ni órden de desplazamientos, pero se la pasó entre las dos capitales durante varios años, mientras laboraba, que no es del caso precisar dónde ni con quién, porque yo no soy ningún chismoso, y algo tuvo que haber estudiado durante estos años, para seguir construyendo su tugurio intelectual; entre tanto yo, una vez terminados mis estudios universitarios, estuve al servicio de varias empresas, que tampoco es del caso precisar, lo que me llevó a viajar por medio país durante más o menos doce años; tiempo durante el cual de forma esporádica tuvimos oportunidades para encontrarnos y fortalecer nuestros lazosos de amistad. Llegado el final del siglo y con los albores de trecer milenio me radiqué en España, en Valencia, sobre el Mediterráneo y, lo que son las cosas, PTT vino a caer también por estas tierras, a Madrid y luego a Galapagar -lo mismo que el Pbro. Camilo Augusto Sánchez Herrera, que de Madrid pasó a la Seu d´Ugel, en el Pirineo Catalán, y de allí voló directo a la Central de Juventudes, en Bogotá- Ahora, después de recoger su último Cartón, ya con el tugurio casi terminado, él regresa a la tierra, mientras yo sigo anclado en este puerto; pareciera que ahora los caminos se bifurcan, después de las coincidencias habidas desde ese lejano 1972, ya veremos si el tiempo se encarga alguna vez de desmentirlo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA LLUCA Y EL FILÓLOGO.

Que no se alarme, ni se asuste, ni se burle antes de tiempo, que se lo tome con calma; lo que pasa es que ayer estuve recordando las tan manidas formas de preguntar por la ortografía de algunas palabras, que desde los tiempo de upa nos acompañaron.

Y qué mejor referencia que la yuca, con ye, como se debe. Cuántas veces oímos preguntar, o lo hicimos nosotros mismos: ¿con ye de yuca?, y claro, la consabida respuesta que no se hacía esperar "con elle, de lluvia" (torpe). Y también la "be" corta y la "b" larga, con sus animalizadas versiones: be de burro y "be" de vaca, sin faltar la "ce" de casa. Ahora me pregunto si también recurriamos a la "ge" de gato; creo que la pregunta se hacía, ¿con ge o con jota?, a lo que solían respondernos con un desconsolador: siiií.

Ahora, muchos años después, pero no propiamente frente al pelotón de fusilamiento, y bastante desconectado de la palabrería estudiantil y sus formas y recursos, salta a los titulares de la prensa lo de la nueva gramática de la lengua, y sus pretenciones de acabar con tan ingeniosas formas; que nada, que la be es la be y la uve es la uve, y ye y elle, y pare de contar, que no hay duda ni razón posible, que se escribe como se escribe y se llama como se llama, así que se pueden ir introduciendo sus yes -con sus respectivas yucas- por donde mejor les parezca, y punto!

Jóder con lo filólogos y los gramáticos y los académicos y demás especímenes semejantes!!!.

Pues bien, siempre nos enseñaron -otra cosa es que lo hubiéramos aprendido- que la be es la be, la uve, uve, como también que la ye es la ye y la elle, elle.
Lo mismo que lo de labidentales y labiales, y vainas por el estilo. Pero eso sí cuando llegaba el caso no era frecuente quecurrir a tan apropiados nombres, volvíamos al tubérculo, los cuadrúperos y al consabido aguacero. Cosas de muchachos.

Con la ge y lo jota la confusión era menor, y en caso de confución el felino era buen compañero, aunque no faltaba quien confundiera a don Gorje.

¿Cómo preguntan ahora por la ortografía los hijos y los nietos de los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá de 1978?. Esa pregunta no tiene respuesta, lo sé de antemano, y no porque no se hagan las preguntas y se obtengan respuestas, no, simplemente porque a este blog, nadie le escribe!

lunes, 25 de octubre de 2010


EL MONZÓ DE UNA BARCELONA SORPRENDENTE

Barcelona. Ciudad europea. Tierra de sorpresas. Territorio para la creatividad. Otra España vivida y disfrutada. Memoria desgranada para los amigos cómplices. Ahora con el nombre grato de Amanda. Mi encuentro con la ciudad cosmopolita, abierta, encantadora. Y sin embargo, ciudad relegada por la historia oficial. Tierra de mirada zurda, intuida desde la propuesta de Gaudí. Confirmada a cada paso de argonauta asombrado, en Pasei de Gracia. Calles construidas para mis avios, donde asomó, desmesurada, la poética de Brossa. Ni los géneros pusieron límite a su expresión, militó en el bando libertario. Artista catalán que cultivó, desde la poesía, todas las expresiones: literaria, escénica, visual, objetual. Son chistes gráficos sus poemas visuales que rompen la lógica como ola en la roca. Si no lo hubieran ocultado, podría afirmarse que es el padre del mal denominado humor gráfico. Amigo de Miró, Foix, Prat y todos los posibles Joans republicanos, como si alguno no lo fuera. Convocados por la imaginación, todos, incluido Serrat, aparecieron de golpe en el rincón museo donde pervive Joan Brossa. En todos y todas, la vocación inquebrantable, señera, de contarse como un conglomerado humano particular, identificable, con destino propio. Un conjunto de genialidad que reafirma la particularidad de la mágica Barcelona: ciudad con pasión artística, estética, contracultural, vanguardista, memorable.

Gaudí. Hombre mito. Una arquitectura alelada. Pero también cosmovisión intensa. Ser reinventado desde la naturaleza. Sus comprensiones místicas cantadas en piedra. Batló, Miló, Güell, Sagrada Familia; geometrías regladas. La voluntad trascendente del artista que revela secretos. Exploración de arcanos que tienden puentes a sentimientos hondos. Esa, la particular sensación del encuentro con el artista presentido. Parque Güell, la unión con el héroe de las mil caras. La certeza de haber caminado en la cresta de un milenario dragón. La íntima convicción, compartida con Elena, de encontrarme en el regazo del monstruo. Monomito en clave, historia que nos inventa y se repite en un eterno retorno. Intuición de haber leído bien a Campbells y la alegría de saberme protagonista del juego. Una aventura rematada con la espada de San Jorge en el alto de las tres cruces. Y allí, el lenguaje críptico que nos cuenta desde los arquetipos y la psicología de las profundidades. La necesidad de encontrarnos con el Minotauro y vencerlo, para regresar, limpios, luminosos, depurados, a nuestra propia aventura. Complicidad, a cada paso, con signos, materiales, técnicas: cerámica, vidriería, hierro forjado, palmeras, cielo abierto y su palpitante trencadis. La otra cara –maravillosa, mística, exotérica y poco turística– de una Barcelona secreta, profundamente habitada, que está por ser descubierta.

Batucada. Alegría súbita. Invitación a seguir. Llamado a la sonrisa. Exhortación a explorar infinitas posibilidades. Barcelona es entonces una ciudad lúdica. Una urbe viva que se levanta contenta. Desde sus plazas abiertas, los mimos guiñan gestos. Como espejos, esculcan las sonrisas en los rostros asombrados. Es diciembre, los barceloneses concitan la solidaridad en cada esquina. Aquí, en el Montjuic las toponimias nos recuerdan a los griegos. En Las Ramblas, la inmovilidad de las estatuas humanas convidan al regocijo. El paseo huele a mar, a mariscada, a manada de domingo sin afanes. En el Rabal, un desmesurado gato se erige sonriente, es Botero que ríe impúdico, Una Hormonia, fiera mitológica que los griegos no cantaron, asoma su rostro en un croissant. Daniela Violi, ilustradora colombiana, es el espíritu de fiesta en la colonia latinoamericana, cantamos con ellos. La visita al Mercat de Saint Antoní nos acerca las costumbres navideñas; canelones de bonito, nuestra cena. En el barrio gótíco la memoria registra callejones que acercan los pasos cansados al Palau de la Música. Descubrimos los cagatíos, luego, una larga fila de turistas que desesperan por un costoso bocadillo de tradición y marca. Finalmente construyo caleidoscopios con los fragmentos de las vivencias recuperadas y vuelvo a caminar los afectos de la Barcelona humana.

Monzó. Otro encuentro. Lejos de Barcelona. Un escritor asombroso acecha. Espera paciente para suscitarme recuerdos. Se llama Quim, llega por sorpresa. Estoy en la Biblioteca de la UCM. Derivo mientras una anhelada decisión burocrática estira tiempos. Busco algún aliciente que ayude a entretener la espera. Alargo la mano, cojo el primer libro a mi alcance. Entonces aparece él, Quim Monzó, y se desgrana con sus cuentos. Un escritor barcelonés, creativo, novedoso, ameno, con insuperable habilidad para traspasar dimensiones. Vuelvo a leer la tapa del libro: 86 cuentos, y es de Anagrama. No es novel, tampoco desconocido, aunque los circuitos comerciales no lo promocionen al Nóbel. Aunque haya sido traducido a doce idiomas y se le compare con Kafka, Borges, Rabelais. Así lo refiere la contracarátula que además relaciona sus novelas, sus antologías y los premios recibidos. Sus narraciones de tiempos entretejidos, la velocidad de sus relatos y sus personajes mágicos, seducen, alucinan, atrapan. Joan Brossa vuelve aparecer en uno de ellos, Quim Monzó lo conjura, le dedica Historia de un Amor. La serpiente que se come por la cola, el monomito que regresa en el dragón de Güel a Barcelona. Surge la idea de compartir el texto de Quim Monzó con los amigos, en este ejercicio de afectos literarios: Portafolios.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Técnica Mibonaci (1,2,3,4,5,6…..)
Madrid, 24.10.10.

domingo, 10 de octubre de 2010

NOBEL -ES

Isaac Bashevis Singer, voy a pecar de ignorante y de atrevido a la vez, pero estoy casi seguro que ninguno de los bachilleres egresados en 1978 del Colegio Robledo de Calarcá, entre los que me cuento, identificarán este nombre con ningún escritor, y menos aún con un premio. Afirmación extensible a la inmensa mayoria de bachilleres egresados de los colegios de secundaria de Calarcá, el Quindío y Colombia, para no extenderme más, que no es necesario. Su nombre no nos dice nada, en absoluto; a quién sí? Vamos, sin consultar la Wiki, que eso es trampa!

Pues bien, no prolonguemos más la duda, el Isaac éste, judio de origen polaco, recibió el Nobel de literatura ese año, 1978, y no voy a citar a los galardonados en Física, Química, Medicina o Economía, que sus nombres se nos quedarán igual de lejanos y extraños. Pero sí agregaré los de Anwar al-Sadat y Menachem Beguin, también judio de origen polaco, que recibieron el Nobel de Paz, por su participación en los acuerdos de Camp David, alguién los recuerda?. Sí con Jimmy Carter, el 17 de septiembre, mediante el cual Israel y Egipto dirimieron sus conflictos territoriales y firmaron la Paz, lo que terminaría costandole la vida al presidente Egipcio tres años más tarde. . . Seguramente estabamos tan concentrados en terminar año y graduarnos, que ni nos dimos cuenta.

Así es, de 1978 recordamos que fuimos extirpados del Colegio, pero poco más, para muestra estos botones. Me pregunto hora qué recordarán los bachilleres del 2010, cuando dentro de treinta o más años, les pregunten por Liu Xiaobo? si es que alguno lo identifica hoy con el Premio Nobel de Paz de este mismo año.

Nota final: por fin, después de varios meses, terminé la lectura de El nacimiento del mundo moderno de Paul Johnson; Ahora enfilo con Postguerra, una historia de Europa desde 1945, de Tony Judt, historiador Británico fallecido hace apenas dos meses.


martes, 5 de octubre de 2010


¡Viva! ¡VIBA! El IBA tiene pregrado


El pasado 30 de septiembre, el Consejo Superior de la Universidad del Quindío aprobó el pregrado en Artes Visuales para el Instituto de Bellas Artes –IBA–.

Esta deuda pagada se convierte en una buena noticia que nos deja dos certezas.

Una, los procesos institucionales, por paquidérmicos, responden tarde a los anhelos de formación de los quindianos.

Dos, más allá del necesario trabajo serio que garantice la solidez de los programas, existe mucho de voluntad política que viabiliza o entorpece las iniciativas de los funcionarios que quieren hacer progresar a la Universidad del Quindío.

Cuando a mediados en la década del 90, el rector Henry Valencia Naranjo dio vía libre al Instituto de Bellas Artes en el edifico patrimonial del centro de Armenia, ya muchos años antes, varios profesores habían luchado a brazo partido por hacer realidad esa iniciativa. Entre ellos Mario Ramírez Monard, quien prefirió aceptar el inicio del IBA con cursos de educación continuada a abandonar una idea que revolucionaría la enseñanza estética en el Departamento.

En varias oportunidades el propio Ramírez Monard intentó que distintos rectores entendieran la necesidad de unos programas formales para abirle las puertas a la cualificación profesional de los talentos quindianos.

Con Laura Victoria Gallego y con un grupo de profesores del Instituto de Bellas Artes trabajamos en el 98 los primeros currículos formales para aprobación del Consejo Superior. Recuerdo con especial cariño, por su dedicación, los nombres de Maria Fernanda López, Alba Lucía Solorza, Mildred Eugenia Gutiérrez y Antonio Stalin García, en el área de Artes Visuales, a Juan Carlos Guío, Deiner Sergio Hurtado, Alberto Gaitán y Edgar Gallego, en el área de música.

Contamos además con el aporte profesional de un artista quindiano formado en Tecnología Educativa: Gustavo Muñoz Matiz. Con el apoyo del Ministerio de Cultura y la Gerencia de Cultura que orientaba en su momento Gladys Molina articulamos a estas iniciativas el Diplomado en Gestión Cultural y formulamos el proyecto de la Escuela Internacional de Bellas Artes. Sin embargo, la mirada pragmática del rector de turno no le permitió entender que el Quindío necesitaba alas para el espíritu y su generosidad solo alcanzó para la dotación de unos pocos nuevos instrumentos.

11 años después de una paciente tarea -en la que cuenta sin duda la presencia constante de José Nodier Solórzano Castaño como Coordinador Académico, y del animoso grupo de profesores, entre quienes todavía sobrevive con pasión de creadora, el nombre de Mildred Eugenia-, es posible que los quindianos celebremos un triunfo que nos pertenece a todos: por fín le han aprobado al Instituto de Bellas Artes su primer programa de pregrado en Artes Visuales.

José Nodier, a quien no solo conocemos como un escritor de talento en el Quindío, sino también como a un gestor cultural de trayectoria probada que le ha entregado a nuestra tierra la primera y efectiva Biblioteca de Autores Quindianos, se prepara para apuntalar un nuevo éxito en su tenaz gestión académico–administrativa: el programa formal de música y el programa de Danza. 11 años de una paciente y titánica labor contra la falta de voluntad política y la desidia estética.

Y así como no hemos señalado los nombres de quienes han entorpecido un rápido desarrollo del IBA –pues no se lo merecen–, sí es necesario señalar que para los artistas, los gestores culturales y los ciudadanos interesados en el desarrollo cultural de nuestra tierra, el nombre de Alfonso Londoño Orozco, actual rector de la Universidad del Quindío, brillará con horizonte propio en la historia del arte quindiano. Voluntad política que se traduce en certezas académicas y en elementos de progreso para la región. Enhorabuena.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 05.10.10

martes, 28 de septiembre de 2010

Buenvenida al otoño

Por estos lares y a estas alturas, o bajuras, dependiendo de quien lo mire; por esta latitudes, como podría decir otro, cualquiera, que poco importa; se nos ha venido encima el Otoño, una de las cuatro estaciones que bien musicalizó Vivaldi, atrás quedó el verano, uno más, que ya vendrán otros.

Así, trimestre a trimestre, las estaciones nos marcan la vida; ya ayer, en Valencia, amanecíamos con temperaturas que invitaban a desempacar la primera chaqueta y este es un buen indicio, al menos para la costa levantina, que otros años se ha torrado hasta bien entrada la estación.

He de aprovechar la ocasión para rescatarme, espero estar a tiempo; porque la competencia se pone dura, como decimos, y después de siete entradas concecutivas de PTT, es hora de volver a la friega, no puedo ni quiero abusar de la confienaza del amigo y dejarle toda la responsabilidad del Blog (esto último es para que PTT se los crea, a pie juntillas!).

Así que no encontré mejor disculpa que darle la bienvenida al otoño, nada de reconocimientos, ni cartas, ni cosas sesudas como las de mi contertulio, no, yo sólo puedo dejar caer los dedos sobre las teclas y tratar de ocupar el espacio, sin mucho remordimiento. Y es que el otoño, como todo en la vida, tiene su encanto; las temperaturas se hacen disfrutables, que ni frio ni calor, mas bien todo lo contracio; algo de lluvia, un poco de sol, días grises que invitan a un buen café o una taza de chocolate -con churros- y si tienes la oportunidad de salir de la ciudad, los bosque te regalan con una fiesta cromática que ni qué decir.

Además, las agradables temperaturas facilitan sentarte frente al ordenar y tratar de desordenar algunas ideas, cosa dificil para mí. Pero el otoño es bueno para reflexionar sobre el verano, ya que en esas nos la pasamos, rumiendo recuerdos; este verano fue otro más, muy similar al anterior, récord, se pasó la estación y no fuimos a la Malvarrosa a mojarnos ni siquiera los pies, otro año sin playa, ni que fueramos de sal. Es más, los últimos días de verano los pasamos en Cantabria, visitamos las playas de Suances y de Santander, la capital, y ni así, no nos dejamos mojar por las aguas de Canábrico, las miramos y de lejitos, curioso!

Y de lecturas, mientras el año pasado me despachaba con la biografía de Antonio Machado -Ligero de Equipaje- de Ian Gibson, este año no he podido darle mate a El Nacimiento del Mundo Moderno, de Paul Johnson, poco más de novecientas páginas donde el autor cuenta las peripecias que en la década de va de 1815 a 1825 constituyeron la base de lo que terminó siendo el mundo de hoy. De eso no nos contaron nada en las clases de historia en el Colegio Robledo de Calarcá, o al menos yo no lo recuerdo. Pero eso sí, nos mandaron al mundo como bachilleres en 1978, qué más daba que no tuvieramos ni la más remota idea de los tejemanejes que dieron origen al mundo moderno 150 años atrás. Lo importante era que nos fuéramos a joder a otra parte dejando el espacio libre para los que seguían; porque como las estaciones, las generaciones de estudiantes deben marcan también las vida de esas instituciones de mil nombres, donde pasamos buena parte de nuestra temprana juventud.

Que el otoño sea fructifero, y nos permita llegar en buena forma al invierno en ciernes.

domingo, 26 de septiembre de 2010


MEMORIA DE UN BRINDIS




Cafetiche. Un lugar. Una celebración también. Trabajo con final feliz. Y la foto lo testimonia. Empieza, colorido, el otoño en Madrid. El café Van Gogh, nuestro café fetiche. Lugar de reunión, crisol de risas, taller literario. Alexander Prieto Osorno pone punto final a su novela. Nos hemos reunido con él, desde el invierno de 2009. Hemos visto cómo crece, desde la voluntad de obrar, su trabajo. Maduró día a día, semana a semana, y hoy cosecha sus esfuerzos. Jesucristo 2, la venganza, es el título elegido, al menos por el momento. Su representante editorial en Alemania espera la novela, Alexander quiere, también, enviarla a concursar. Una novela risueña, urticante, atrevida que transgrede la institucionalidad desde la libertad de la caricatura. Caricatura escrita, es necesario subrayarlo, para quienes no son capaces de ver sino la caricatura gráfica. Caricalomía, aunque el término suene a tecnicismo, a palabreja complicada e inútil, y sin embargo, precisión necesaria. En el exigente arte de la caricalomía, caricatura escrita, insisto, Alexander es un maestro, su trabajo lo demuestra. Bonitos crímenes, su más reciente e hilarante libro, publicado en Madrid por La Mirada malva, testimonia esa capacidad humorística. Trabajo literario que recarga el mundo dado, institucionalizado, esclerotizado, para castigarlo con la sátira desde una mirada cómica que contagia.

Sátira. Divertido trabajo. Libro que ríe. Pero también reflexión profunda. Y humor en sentido sustancial. Provocación de estados de ánimo diversos. Una literatura que cumple su función social. Esto es, en apretada síntesis, su nueva obra. Un juego con la palabra que desvela la iniquidad. Pregunta esencial por la risa, la vida y su razón. Ganador del Rulfo de cuento y poseedor de una mirada cómica que zahiere. Ahora, Alexander Prieto Osorno profundiza en su quehacer literario para entregarnos esa preciosa joya. Por sus ácidas críticas a la institucionalidad pervertida, ningún lector quedará indiferente ante esta novela. No recomendamos su lectura al papa Benedicto XVI, ni a los ceñudos seguidores de monseñor Escrivá. Tampoco lo recomendamos a políticos, presidentes, presidiarios, burócratas, zabazoques, sacamicas y tinterillos amantes de zalemas y eufemismos. En definitiva, a quien no tenga capacidad para reírse de sí mismo, de su triste condición de creyente. Porque como en cualquier buena novela, todo esto es ficción, nada es cierto, sólo la terapéutica posibilidad de disfrutarla.

Brindis. Alegre testimonio. El placer compartido. El arte que enriquece. Y la foto de registro. Detrás de la foto, Elena Ospina. Mujer, compañera, amiga, artista, ilustradora, triunfadora también. Ha disfrutado y visto madurar, igualmente, la novela. Y en alguna jornada ilustró al mítico dios solar. En esta foto, desde afuera, también celebra triunfos con nosotros. El primer premio del Salón de Humor Gráfico Ciudad de Bogotá. La invitación a conmemorar, en Estambul, 30 años del Nasreddin Hodja Cartoon. Celebro con ambos, con la misma alegría, la inscripción de la tesis doctoral. Después de un largo proceso de indagación en la risa y sus matices teóricos. Brindamos por la vida y optamos por ella, por la posibilidad creadora de mundos mejores. Brindamos por los mundos posibles, creados y recreados desde el arte, que apuestan por la felicidad. No aquellos paraísos de cucaña denunciados por el filósofo Estanislao Zuleta, sino realidades factibles de ser conquistadas. Por esa felicidad constructora de sueños, brindamos desde el otoño madrileño, Van Gogh solo mira con ojos escépticos.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, septiembre 27, 2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

HACIÉNDOLE BARRA AL GUAJIRO DÍAZ


¡Sacude, guapero, para San Andrés y Providencia!

Mira como sopla la brisa Antillana.

El Guajiro Diaz. Así le decía de forma cómplice, tal vez porque ya sabía que la música del cubano Guillermo Portabales le sacudía el alma.




O talvez, porque la música de Fruco y sus tesos nos tendíó, con su Negro Chombo, un puente musical y cómplice afirmando una amistad que trascendíó el colegio.



José Ramón Díaz, El negro boró, como le dice Carlos Arturo Patiño Jiménez, para exaltar su espíritu boricua, real o inventado. Ramón, el compañero de pupitre, el basquetbolista, el amigo, el estudiante esforzado que se formó como odontólogo, ha sabido acunar una nostalgia huérfana que le aviva sus ojos rasgados y le pone una sonrisa triste, explicable desde su historia personal y familiar. La historia de la pérdida temprana de su mamá, que, de alguna manera, novela en El sol de los venados, Gloria Cecilia Díaz, su hermana, y sin duda una de las grandes escritoras colombianas de literatura infantil.

Moncho, como le decía Carlos Alberto Hurtado “Quinta” en las jornadas del Club Deportivo Asterix, ha sido un ser humano amable y luchador, pero callado, así lo recuerda también, desde Baltimore (USA), José Jota Arbeláez, uno de los más brillantes egresados del Colegio Robledo.

Esa calidad de luchador la conocí de primera mano en las canchas del antiguo colegio. Allí nos encontrábamos, sábados y domingos, los calarqueños que participábamos de los campeonatos regionales de Baloncesto. Entre ellos, Carlos, el negro, Díaz y los hermanos Gómez, horizontes de valentía en las canchas del Quindío.

La 21 es uno de las formas básicas del juego entre amigos en las canchas de barrio. Y -sin un compañero de apoyo que modere las demandas de velocidad y fuerza o la responsabilidad de perder la confrontación-, el 1 a 1, es la máxima expresión de amistad y la más esforzada y tenaz competencia entre amigos.

En ese 1 a 1 básico se mide la tenacidad, el valor, la voluntad de triunfar de cada uno. Cada cesta vale 2 puntos y el número impar que concluye la competencia se soluciona, se solucionaba en ese tiempo, desde el tiro certero de la bombonera.

Cuando la confrontación es reñida, el número que pone punto final al encuentro se prolonga indefinidamente. Y es allí donde la tenacidad se suma a la habilidad en el manejo del balón.

Muchas veces me enfrenté en estos duelos con Ramón y puedo asegurar que por más que se prolongaran los enfrentamientos, Ramón terminaba ganando. Su tenacidad, unida a un gancho de izquierda imposible de parar, su jugada favorita, terminaban definiendo el encuentro. Y cuando tengo la idea de haberle ganado al menos una, la certeza sobre la magnanimidad de su espíritu compasivo, me roba la alegría de cualquier posible triunfo.

En la tarea de propiciar el reencuentro de los egresados del Colegio Robledo, Fernando Noreña y yo hemos contado con el apoyo de los amigos. En estos días Carlos Arturo Patiño me dejó el teléfono de Ramón para que lo llamara. Por los afanes cotidianos del estudio aplacé el contacto. En estos días lo llamé y me atendió. El Guajiro Díaz, pregunté. Y no había perdido la memoria de la contraseña, solo que no recordaba la voz de quien hace años no lo llamaba. Sí, el Guajiro Díaz, respondió, y haciendo un esfuerzo, luchó con la memoria, como antes batallaba conmigo en las canchas, y en medio de la misma risa serena de siempre, dijo: El gordo, Carlos Villegas. Me recordaba. Y eso me alegró.

El boricua acaba de salir de una cirugía, pero se tomó el tiempo necesario para el recuerdo y la nostalgia. “Yo le cuento a mi hijo Alejandro, –y habló con orgullo del joven deportista– que yo tenía un amigo que me sacaba la piedra. Nunca llevaba un puto cuaderno y entregaba los trabajos a última hora, y siempre sacaba mejores notas que yo”. Así pude enterarme que había un terreno en que le ganaba el 1 a 1 que nunca le pude ganar en las canchas de baloncesto.

Estuvimos riendo un rato, a pesar de que no pasaba por los mejores momentos. Una prolongada diabettes crónica lo ha llevado a enfrentar una 21 definitiva. Un uno a uno con la vida que, como el hombre batallador que es, que no se rinde, terminará ganando.

Y no dudo que cada uno desde nuestra contraseña personal llenaremos la gradas para auparlo: Moncho, Boró, Guajiro, Borincano, Tú puedes, vamos que tú puedes, y veremos como triunfa otra vez con su gancho de izquierda, imposible de parar.

Así lo sueño, y así lo deseamos todos, para que podamos, otro día, sentarnos con él y con Alejandro a hablar de las tardes del Colegio. Mientras Mark Antoni repite con nosotros desde un moderno compact:

Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad, lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de felicidad, sí, de felicidad. Piensa remediar la situación del hogar que es toda su ilusión...

O volver a la nostalgia de Portabales para celebrar las esencias borincanas de nuestro guajiro local.





lunes, 30 de agosto de 2010


50 AÑOS DE VIDA PARALELA

(A Esperanza Jaramillo, inspiradora de esta saudade)

Muchos de los egresados del Colegio Robledo –y aquí me gustaría que, por fín, levantaran la mano–, terminamos nuestra formación profesional en la Universidad del Quindío. Y para todos los robledistas del 78, –meses más, meses menos, depende desde donde se cuente este cinquentenario– nuestra vida ha corrido paralela y concomitante, alegre y desbocada, a la gesta de la razón y la concordia que constituyó, de fondo, el proyecto de la Universidad del Quindío.

Por eso me alegra recibir testimonios de la celebración de sus cincuenta años. La toma pictórica de los estudiantes de Bellas Artes que suavizaron algunos rincones de la institución extendiendo la vida sobre la vida y añadiendo color al trajín cotidiano de la razón. Las actividades académicas que pusieron el valor el pensamiento y la investigación de los quindianos, y el libro que conmemora esta fecha definitiva para el progreso regional. Un libro en donde se han destacado, con fino humor, como lo comenta la poeta quindiana Esperanza Jarmillo, los textos de los escritores y docentes Carlos Alberto Castrillón y José Nodier Solórzano Castaño. Y como si fuera poco, este último presentará, además, una de sus realizaciones como presidente del Consejo Nacional de Literatura: La biblioteca de Autores Quindianos.

De nuevo José Nodier Solórzano Castaño, desde una propuesta renovadora en donde realidad y ficción pierden sus límites, toma la palabra para acentuar verdades y razones, y vuelve a evaluar y re-crear, con una acidez que puede incomodar a los serios escritores quindianos, la desnudez de su inexistente literadura, según las palabras de Rosamira Castrillón .

El texto del poeta Carlos Alberto Castrillón Rámirez, no lo conozco, pero sí conozco de sobra su valía en la critica literaria y su experticia el estudio de la risa, la geloslogía. Pero sobre todo conozco su calidad de ser humano que permite augurar mucho más que risueñas páginas.

A la que no conozco de viva persona -y recargo esa expresión coloquial- es a la ninfómana esa de la Rosamira Castrillón, con la que no se si realmente me gustaría encontrarme, hay ciertos trotes que ya reclaman más calmados disfrutes. Uno no sabe que es peor, si su lengua viperina, cruzada con machete tres canales y abarcas trespuntá, o sus insaciables apetitos carnales, que no ha dejado miembro de ASOEFIFI sin desflorar.

Y lo peor: uno no sabe que es mejor. En definitiva, que viva Rosamira, pero que viva lejos.

Que viva el buen humor, que tanta falta nos hace para asumir la vida de una manera más tranquila, más fluida, con un mayor disfrute, un humor que morigere la solemnidad, pero que no banalice lo trascendente.

Pienso en 50 años de la Universidad y las figuras míticas de Euclides Jaramillo Arango, Alirio Gallego y Otto Morales Benitez empiezan a dibujar montañas y razones para combatir la violencia.

Y detrás de esos paisajes, toda una historia de nombres y personajes que corre, gracias a extrañas geometrías no euclidianas, paralela y concomitante con esa entrañable institución en la que construimos sueños posibles con un grupo grande de Quinjotes (Quijotes Quindianos, así, con letras capitales). La revista Termita, la Universidad a Distancia, la participación de la Universidad del Quindío en el Canal Regional de Televisión, el Encuentro Iberoamericano de Cine y Television , o el Concurso Nacional de Poesía en homenaje precisamente a ese viejo bello, ese enorme Quinjote que fue, ha sido, y siguirá siendo el finado Euclides.

Allí disoñamos también los currículos profesionales para los artistas quindianos de todas la áreas (música, teatro, pintura) y propusimos el Diplomado en Gestión Cultural. No hubo los oídos suficientes, ni la voluntad política. Pero el sueño fue compartido y socializado con y por otro grupo de Quinjotes, todos, promesas de mejor futuro para los quindianos. Nosotros, los de entonces, seguimos soñando lo mismo: más libros y más libres, más poesía y menos policía, menos miradas estrechas y más alas para el espíritu.

Soy y estoy quindiano, inmensamente quindiano y orgullosamente uniquindiano, donde he sido feliz y propósitivo. Abrazo interoceánico, extensivo a cada uno de los profesores, los funcionarios y los estudiantes con los que hemos cruzado calles y caminos y afectos y sueños y realidades.

50 años cumplo también de forma paralela y concomitante y los celebro y los canto báquicamente, sin ambages, como lo hace el inconmensurable Withman al que no le daba pena ser uno con su tierra, ni celebrarse con sus habitantes

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.


(Traducción de León Felipe)

Salud, amigos de la Uniquindio. Tú universidad, mi universidad. Y no desgrano nombres porque tal vez alguno pueda sentirse olvidado, ninguneado. Y nada ofendería más mis motivos de celebración que la ingratitud y el olvido. A cada uno de ustedes que reconozco en el abrazo silencioso, en la mirada cómplice, en el sentimiento de sabernos partes de un proyecto de vida para nuestra tierra: Salud. Y quien quiera levantar la mano o dejar oír su voz aquí le dejo la dirección del Blog para que hagamos soñar los cristales (los cristales de sílice, digo): http://colegiorobledocalarca1978.blogspot.com/

Sueño –y por eso no cobran impuestos, como solemos decir en Colombia–, que la Universidad del Quindío me hará llegar a estas tierras manchegas, un ejemplar de ese libro ceremonioso, vital y humorístico, que ya empieza a ser reseñado entre los quindianos, sin todavía salir a la luz. Buen augurio, mejor celebración aún.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 2010-08-30

domingo, 22 de agosto de 2010

RECUPERAR LA BRÚJULA PARA LA CULTURA QUINDIANA

Doble clic sobre la imagen para ver el documento completo.

Gracias al pdf remitido por Gladys Sierra, Directora de Cultura en el Departamento del Quindío, tuve la oportunidad de leer con detenimiento el documento: Sistema Departamental de Cultura del Quindío. Propuestas para su consolidación. .

Quiero felicitar públicamente a los quindianos, y en especial al profesor Néstor Cuervo López y a la investigadora Ana Lucelly Velasco Jurado por este buen trabajo de investigación evaluativa.

Este trabajo es un valioso ejercicio académico que apuntala una muy perseguida meta: la construcción paticipativa de un sistema que articule -desde la sujetividad, la intersubjetivad y las mediaciones que significan a los quindianos-, aquellos ámbitos de la cultura que nos determinan como una colectividad simbólica con destino propio.

Muy interesante y apropiada la introducción de las visiones de premodernidad, modernidad y posmodernidad. Considero pertinente la necesidad de presentar, explicitar y socializar, entre los agentes de la cultura quindiana, estos conceptos, sin duda eurocentristas, pero fundamentales para entendernos como partícipes del megasistema de la cultura occidental. Proyecto no excluyente, que sin embargo es necesario cuestionar y confrontar desde nuestra idiosincracia Latinoamericana, ese crisol de la cultura que no agota sus cosmovisiones en los tremedales de la razón.

Lúcida, concreta y entendible la presentación de unos conceptos de muy alta densidad y de muchas aristas. Y por lo tanto, interesantemente, discutibles. Creo que el abordaje de esta mirada holista de la cultura occidental y el esfuerzo de contextualización en torno a las procesos históricos de nuestra institucionalidad, le brindan al trabajo realizado un fundamento que trasciende el simple ejercio tecnocrático. Nestor y Ana Lucelly han obviado este tópico que generalmente limita la investigación evaluativa condenándola al reducido papel de instrumento administrativo.

Participo de la crítica a los planes de cultura, incluido Biocultura 2020, y coincido que tanto en éste, como en el anterior plan, que gozó del limbo que la voluntad política impuso, contienen, como ellos mismos lo reconocen, elementos positivos en su concepción amplia y no instrumental de la cultura. Planes en los que, en consecuencia, deben nutrirse los actuales horizontes de sentido que se le propongan a los habitantes del Quindío, para darle continuidad a la historia de un pueblo que se interesa por dilucidar su papel protagónico en la historia del país. Esa Quindianidad que propone, y de la que a veces también duda, Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de la Academia de Historia del Quindío. Una comprensión de colectividad simbólica que encuentra, para fortuna de los pobladores de la región, objeciones inquietantes en la voz del reconocido escritor Jose Nodier Solorzano Castaño.

Es grato leer un texto de esta dimensión, y más grato saber que ha gozado de la socialización necesaria. Pues solo ella garantiza que se superen los efectos de desesperanza que pueden haber sembrado los anteriores planes. El futuro es un proceso de acercamientos progresivos que se resuelven estrategicamente en el aquí y el ahora. Por eso es necesario invitar a todos los agentes de la cultura a leer con mirada critica cualquier hoja de ruta que se trace, pues ella, si bien es orientadora, no debe esclerotizar, ni detener el avance, ni la posibilidad, siempre vivificadora, de la reorientación de los esfuerzos.

Felicitaciones también a Gladys Sierra y a todo el grupo de agentes que participaron con sus testimonios y sus críticas estructurales, pues son ellos quienes movilizan y objetivan los imaginarios sociales y favorecen la visibilización de la cultura, no entendida ya en el necesario pero excluyente concepto de creación estética.

Sobraría agregar que respaldo toda iniciativa que le devuelva a la cultura su posibilidad protagónica en el conjunto de poderes que orientan y definen el destino de los quindianos -sobre todos si esas inciativas cuentan con la voluntad de los habitantes del Quindío, no como fórmula, sino como esencia de la libertad y la democracia, que aunque utópicas, son indispensables en la conquista de la suerte que nos merecemos, no la que nos imponen desde la desinstitucionalización.

Por esa misma razón celebro la inciativa de restitución del actual organismo al nivel de Secretaria de Cultura. Una inciativa valiosa del Gobenador en su proyecto de reorganización institucional, porque entiendo, y así lo espero, que esa iniciativa obedece a una sana defensa de los intereses colectivos de los quindianos.

Enhorabuena por la cultura. Enhorabuena para los quindianos.

CARLOS ALBERTO VILLEGAS URIBE

Madrid, 22 de agosto de 2010

miércoles, 18 de agosto de 2010

LOS H.P. QUE ME TOCARON EN SUERTE

(H.P.) Hermanos Putativos, aclaro de entrada para que el lector no vaya a pensar de manera equivocada.

Porque según mi hermano, el era feliz hasta que nos adoptaron a todos. Para él, todos lo otros somos unos adoptados (Hijos Putativos) y dice tener testigos que lo pueden probar, así tenga que comprarlos. De acuerdo con Jorge Enrique, por el volumen y el tamaño tuvo que posar para la foto en el puesto del medio. Y es cierto que he lucido siempre un sobrepeso que engaña y a causa del cual me conocen como “el gordo” entre la familia, y el muy popular apodo de Petete, entre los amigos. Aunque cariñosos, motes peligrosos en estos tiempos de falsos positivos.

No es preciso aclarar, ya los amigos lo saben, que la familia Villegas Uribe no goza de gran estatura física, de hecho el tío Gilberto, con su irrenunciable vocación de cura de bautismos zurdos, anatemizó a nuestra madre con el apelativo de “la paturra”. Y hasta se atrevió a decir delante de ella que era más fácil saltarla que darle la vuelta. Con hermanos así... ¡Pobre paturra!

Después de la adopción colectiva que dice poder demostrar; Jorge Enrique no quedó de hermano mayor. Puesto del que me he abrogado el privilegio, porque Lucy, la verdadera hermana mayor, no cuenta de manera completa en la historia de los Villegas Uribe, así la queramos hasta el tuétano de su melanina. Oportunidad que he aprovechado para quedarme con la primogenitura, sin tener que invertir ni un peso, ni el consabido plato de lentejas.

Jorge Enrique tampoco tuvo la fortuna de ser el hermano menor, una posición más disputada que la Presidencia de la República. Tan bonito el niño o la niña, le dicen siempre al último que aterriza. Ese privilegio lo ostenta Maria Patricia, a quien cariñosamente le decimos patico, pero que en realidad es una hormiga trabajadora, responsable y solidaria. El hermano menor es quien realmente desbanca a todos en el afecto. Y el causante de todos los traumas familiares, debido a la mala leche y los celos que produce entre los hermanos tal situación de pérdida de poder y de autoestima. A eso lo llaman en mi pueblo bajarlo a uno del curubito. Suceso que tuve que padecer en número de tres, por los egoístas placeres de mis padres. Y a mi nadie me compadece. Trauma, trauma, trauma.

Sí. A mi pobre hermano, le tocó la desgracia de ser el hermano del medio, y además, hombre, para más infortunio. Luz Amparo que es la otra hermana del medio, disfruta de su condición femenina y de una dulzura desbordante que, en una sociedad machista como la paisa, invita a cuidarla, a mimarla, a protegerla, cuando en realidad es ella quien nos protege a todos.

Así que Jorge quedó náufrago en la mitad de la familia y con una condición de necesitado que nosotros no imaginamos nunca, si no, le hubiésemos ayudado con la cuenta del mejor de los psicoanalistas; lo juro.

Para fortuna de nuestro hermano, él fue la ñaña, otra posición familiar de privilegio, de la tía Fany, la mujer más querida de toda la parentela Villegas Londoño. Un ser amoroso y vital que luchó a brazo partido contra las prácticas de una familia que dilapidó –la abuela Inés incluida– parte de la herencia de Jesús Londoño.

La ñaña. Afecto reiterado del que fui victima muchas veces en las temporadas de verano en Cali, una larga historia que está tamizada de injusticias. Anécdotas que mi hermano ya prepara en un monólogo en el que, dudo, yo pueda salir bien librado. Trauma, trauma, trauma.

¿Que si creo que mi hermano podrá montar ese monólogo, se preguntarán, ustedes?

Eso sí no lo dudo.

Para sobrevivirme ha tenido que construir una historia paralela que lo ha llevado a ser portero de fútbol, bailarín de salsa con afro y camisas vistosas, arquitecto de globos de papel, dibujante con escaleta, declamador, cruzrojista, Contador Público, alto funcionario de la banca, docente universitario, empresario denodado e incansable impulsor de utopías solidarias. Trauma, trauma, trauma.

Ahora soy yo el que tengo miedo, el que necesita al psicoanalista. He visto cómo se prepara en el arte de las tablas. A quien lo dude le recomiendo el siguiente cortometraje en donde todavía desempeña un papel secundario. Fui yo quien debió aparecer en él como correspondía a mi condición de hermano mayor.







Puede que yo lo admiré más de la cuenta, pero con su porte de Telly Savalas, no dudo que lo contratarán muy pronto en Hollywood para una nueva versión de El Pandebono Maldito, basada en el guión de Alexander Prieto Osorno, mi reciente amigo y Premio Rulfo de cuento, que equivale a decir: Premio Nóbel de Cuento.

Pídanle autógrafos ahora, que después no tendrá tiempo de firmarlos, o tendrán que conseguirlos conmigo, su manager, su hermano mayor. Desde que conocí ese cortometraje, he dejado de nombrarlo como Jorgito, el indolente diminutivo, de subido tono fariseo, que utilizamos los hermanos mayores para sojuzgar e imponer supremacía. Desde ese día aciago, lo llamo, sin más, Jorge Enrique.

Prepárense que ya llega la historia Los hermanos putativos que me tocaron en suerte. Jorge Enrique ya empezó a escribirla. Creo que prepara su venganza. Tiemblo al pensar lo que contará de nosotros. De todas maneras, y pase lo que pase, ya he recibido asesoría de un abogado amigo (Luis Fernando Londoño Daza, egresado del Robledo 78) para demandar los recursos pecuniarios que me corresponden por derechos de autor en la historia. ¿Entre el buen nombre y el Villete, alguien lo duda?

Jorge Enrique alegará que esta historia se la quité de las manos, como le quité aquella bicicleta que le regalaron en una navidad. Demasiado pequeña para mi recien estrenada estatura de bachiller y apenas justa para su tamaño de estudiante de escuela primaria. Una bicicleta que terminó siendo mía mediante el vil recurso de la pataleta. Jorge Enrique tuvo que consolarse con la tarea de tensarle los radios para poder disfrutarla. Tarea en la que, sospechosamente, demoraba demasiado. Y tampoco dudo que pueda tener testigos para probarlo.

Tengo miedo, hace seis meses que no duermo tranquilo. Crearán que estoy un poco paranoico. Pero nunca se sabe. Conocemos historias de hermanos que no se quieren bien, sobre todo si uno de ellos no es ni el hermano mayor, ni el hermano menor, sino el hermano del medio. Y según Jorge Enrique, la historia de Abel y Caín es una historia de cuento de hadas comparada con la nuestra.

Trauma, trauma, trauma.


Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 2010-08-17

domingo, 15 de agosto de 2010

CARTA DE UN CALARQUEÑO A SUS CONCIUDADANOS

Apreciadas amigas y amigos calarqueños y quindianos.

A pesar de la distancia física que me separa de mi tierra natal, nunca he estado ausente de las calles de Calarcá y del Quindío.

De hecho, continuamente participo de su vida cotidiana o sus afanes a través de las posibilidades que nos brindan los medios contemporáneos. Recuerdo ahora la teleconferencia en el Centro Cultural Música y Región sobre la efectiva presencia de la generación Termita en la vida cultural de los quindianos. La reciente participación en la alegría colectiva que significó Calarcá para Leer, iniciativa privada de Álvaro López quien volvió a evidenciar que los proyectos identitarios enraizados en los valores culturales, tienen cabida y además, vivifican la historia de nuestra colectividad y su presencia en el escenario político, regional y nacional. Desde esa ausencia presente, también he sido participe activo del Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales. Y no hace pocos meses hice un ejercicio de Observatorio Periodístico y manifesté públicamente mi preocupación por las acciones que condujeron a unos conciudadanos a encadenarse a las rejas de la alcaldía.

Creo que esa presencia efectiva y constante, además de mi condición de ciudadano raizal, me autorizan a manifestar nuevamente mis preocupaciones sobre el futuro político y cultural de Calarcá. Por esas mismas razones aprovecho la posibilidad que ofrece el blog Colegio Robledo 78 para expresar públicamente mis opiniones con el propósito de motivar un debate ciudadano en torno a las votaciones regionales que se avecinan.

Creo sinceramente que el proceso político que vive Colombia, en el que se ha perdido el norte institucional y la autoridad moral, obliga a los ciudadanos a plantear alternativas democráticas no violentas, centradas en el diálogo y la concertación.

Y para que tal propósito se logre, la confianza y los criterios de verdad deben estar a la base de cualquier proyecto político de renovación y progreso. Porque cuando los falsos positivos se convierten en el criterio de efectividad de un sistema, se ha perdido toda posibilidad de legitimidad democrática, de confianza, de validez institucional.

Y esto que es válido a nivel nacional, también debe ser válido a nivel local y regional. Los criterios de verdad institucionalmente consensuados, desde los que Habermas plantea la posibilidad democrática de la acción transformadora de la política (La pretensión de verdad, la pretensión de sinceridad, la pretensión de correccción normativa y la pretensión de sentido o significado socialmente consensuado e incluyente) deben ser los referentes, la hoja de ruta, necesarios pensar un proyecto desde Calarcá, la región y el pais. Un proyecto verdaderamente transformador de la deleznable realidad política en la que se sumerge, en la que naufraga, paulatinamente Colombia.

Lo que le pasa a cada uno de los ciudadanos, del espectro político y del estrato que sea, le pasará a la nación. Por eso no podemos hacer oídos sordos a la necesidad de un Estado garantista de los derechos ciudadanos socialmente consensuados. Defender la Constitución como una herramienta del estado social de derecho, deberá ser uno de los propósitos de un proyecto político incluyente. Esa constitución que todos ayudamos a construir con nuestro voto delegatario y no la que han ido desmembrando articulito por articulito. Colombia debe abandonar la barbarie del secuestro, de la extorsión, de las desapariciones forzosas, de los descuartizamientos, de las fosas comunes, de los falsos positivos, de la corrupción administrativa. Acciones que desesperanzan y legitiman la profundización de la barbarie y la invalidan internacionalmente como un país democráticamente viable.

Pero debe ser la acción consciente de cada uno de los ciudadanos la que exija, sustentada en el Derecho, la recuperación de la legitimidad institucional. Es la acción concreta de control responsable e incluyente de cada ciudadano, la que debe ayudar a garantizar que las instituciones que ha ayudado a construir no se conviertan en escenarios de corrupción y peligro social. El poder de hacer algo con sentido de legitimidad es el acto concreto que transforma mínimamente la realidad y suma en beneficio de todos. En esta acción solidariamente comprometida reposa la posibilidad de cambio.

El Quindío, y particularmente Calarcá, posee un recurso humano que desde su trayectoria política y cultural, es todavía un remanente valioso para proponerle al municipio, en primer lugar, al departamento, en segundo lugar y al país, en definitiva, horizontes de sentido que no se agoten en la corrupción, en la farsa institucional, y en la deseperanza.

Calarcá, insisto, tiene el talante intelectual y el recurso humano para plantearse una tarea protagónica: la construcción de una nueva realidad colombiana correctamente normativa. Para ello debe prepararse para elegir a unos líderes que garanticen la aplicación de los principios constitucionales, el manejo del ejecutivo con visión de interés colectivo y una justicia que sea igual para todos. Y desde ese remanente cívico y político, deberá ejercer la tarea de proponer un proyecto político y cultural. Un proyecto desde lo local, pero con mirada global que interprete las realidades de su historia identitaria para promover un futuro que sintonice al municipio, al departamento y a la nación con las demandas vanguardistas y civilizadoras de los países garantes del Estado Social de Derecho.

El seguimiento de la historia reciente de nuestro municipio y sus líderes más progresistas, impulsa a pensar en distintos nombres. José Jota Domínguez, por ejemplo, un periodista comprometido con Calarcá y con una interesante trayectoria gubernamental a nivel departamental y nacional. José Humberto Guevara, líder cívico con visión regional y con una presencia efectiva en la Asamblea Departamental. Carlos Arturo Patiño, gestor cultural e interprete cabal de la cultura cafetera o José Nodier Solórzano, escritor y líder que representó con suficiencia a los escritores de Calarcá, del Quindío y Colombia en el Consejo Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura e instituyó un espacio de tanta proyección cultural como el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales .

Y sé que con estos nombres no agoto la lista, pero si abro con ellos un compás de diálogo municipal y departamental en torno a un necesario proyecto de reinstitucionalización política para Calarcá, el Quindío y Colombia.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 14.08.2010.

sábado, 14 de agosto de 2010

Que veinte años no es nada!

Bien lo canta Gardel, que veinte años no es nada. . . y digo, canta, en presente, porque como dicen algunos tangófilos trasnochados: Carlitos cada día canta mejor!

Así, si veinte no son nada, treinta no son tanto y cincuenta tampoco. Y los tres números pueden guardar relación entre sí, para los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, que en 1978 nos batimos en retirada de aquella pequeña colina desde la que oteábamos a la Villa del Cacique; claro que habían y siguen habiendo mejores miradores como el moro, la virgen blanca o el recreo, en la vía hacia La Línea. Mejor aún, sentados sobre peñas blancas. Buenos recuerdos!

Pero el tema de los números viene a cuento por el tango y otras cuentas; que hace poco pasamos de los treinta (años) de ser bachilleres, cuando nos acercábamos todos a los veinte, lo que nos lleva a que ahora, al menos lo que seguimos respirando, estamos bordeando, si aún no hemos rebasado, la cincuentena, o medio siglo que llaman. Así las cosas muchos son padres y algunos hasta abuelos; es más, no faltará el que ya disfrute de alguna pensión (Porque en nuestro país eso es posible).

Lo anterior mirando hacia atrás, que ser retrospectivos hace parte de nuestra naturaleza, porque al mirar hacia adelante. . .

Dentro de veinte seremos septuagenarios (que suena fágil el término, eh) y eso sí que da qué pensar, porque como bien sigue cantando carliitos: Que veinte años no es nada!

Jóder! La madre que los parió!

Fuerza, y p´lante, p´lante que p´trás asustan.



viernes, 13 de agosto de 2010

Medalla de Oro en Garrocha Ambiental


Siempre he aplaudido la iniciativa del blog que nos propone Luis Fernando Noreña (http://colegiorobledocalarca1978.blogspot.com/). Sin embargo, creo que la acotación al año 78 limita la posibilidad de hablar de otros egresados que merecen un buen post.

Por eso, ahora voy tomarme la licencia de subvertir el orden para contar la historia de un egresado del Robledo, del que poco se sabe en el Quindío y mucho menos en Colombia, pero si bastante en Francia y mucho más en Hong Kong.

Se trata de Carlos Humberto Restrepo, un robledista cuya trayectoria profesional lo llevó a representar, en la década de los noventa, a una firma francesa de medio ambiente en la competitiva Hong Kong. Su mérito, haberse ganado la licitación de un proyecto internacional. Una proeza que muy pocos latinoamericanos pueden ostentar. Si Carlos Humberto practicara el atletismo equivaldría a ser medalla de oro en unos juegos Olímpicos, representando a otro país. El caso debió haber sido divulgado en Colombia, si los medios fueran fuentes de información y validación social y no empresas de comunicación y venta de imagen de quienes tienen el dinero para pagarlas. Que vivan los blogs y las redes alternativas que democratizan el derecho a ser, a tener nombre propio.

Con él tengo el honor de haber construido calles bajo el calarqueño sol de los venados mientras intentaba reclutarme, en compañía de Carlos Mario Vargas Aristizabal –Guilligan–, para el cultivo del esperanto. De esas jornadas quedó una amistad que aún continúa y que se refuerza con nuestros esporádicos encuentros en las calles madrileñas en donde aventuramos sobre las ventajas que tendrían las universidades colombianas si lo reclutaran para impulsar en nuestro país proyectos de investigación en ambiente sostenible y a través de largas conversaciones telefónicas en las que, como si fuéramos hermanos de sangre, reímos, reñimos y nos hacemos bromas en torno al Hispañol. Una definición que, para mí, debería ser la adecuada para esa lengua extensa e incluyente que hablamos desde la Patagonia hasta el borde de los Pirineos, cuyo caudal se enriqueció, y se sigue enriqueciendo, con los aportes de etnias, lenguas y naciones. El “español” no lo hablan ni los españoles. La constitución española lo dice: la lengua oficial de España es la lengua castellana aunque autorice el habla de otras lenguas en distintas comunidades. Por mandato de la actual monarquía constitucional, en España se habla castellano y pare de contar.

Carlos Humberto era un niño precoz y era mucho más maduro aunque fuera más imberbe y más joven que yo. De hecho su sabiduría evitó que yo regresara a trabajar al colegio San Luis Rey en Armenia (Quindío-Colombia) porque el contrato que me ofrecían en el ICFES solo alcanzaba para pagar el apartamento que tuvimos que tomar con él y con el caricatógrafo Jarape, en las inmediaciones del Barrio Chapinero.

Mire mijito, me dijo con aire de papá regañón frente a la mole arquitectónica de cemento armado y ladrillo a la vista, desentétese de ese complejo de Edipo que lo va a matar, acepte el trabajo y entienda que muchos pagarían por trabajar aquí. Y era cierto, todavía no hay universidad que me brinde la formación profesional adquirida en el Instituto Colombiano para la Educación Superior, ni tendría forma de pagarla. Fue un doctorado en Educación a Distancia, sin titulación.

Incontables las anécdotas en los dos años en los que compartimos en aquel apartamento de la calle 57 al que se incorporarían después dos chicas y un estudiante de física de Universidad Nacional para que pudiéramos superar la estrechez económica. Cuadros Humberto, como le decíamos cariñosamente, abandonó su oficio de vendedor después de leer La metamorfosis de Kafka y, en medio de una crisis existencial, decidió ingresar a estudiar Biología en la Universidad Nacional, la carrera más cercana a su verdadera vocación adolescente: la Biología Marina. Y la única capaz de costearse con los recursos acumulados en su vida de vendedor de productos de laboratorio.

Y en el proceso de reconducír su vida y ampliar sus horizontes se ideó la taxomonología. Una idea revolucionaria que hoy se conoce en epistemología como Taxonomía de las ciencias. Así que mientras Jarape llenaba incansablemente libretas y libretas con las historietas de Salento Kokora, Zorito, Don Teo y todo tipo de chiste gráfico que se le pasaba por la cabeza, y yo leía los currículos de las universidades que no alcanzaba a revisar en el trabajo, Carlos Humberto desplegaba sábanas enteras de papel blanco con la categorización y los vasos comunicantes de las ciencias naturales y humanas.

Aunque realmente no era aquel un apartamento de cartujos. Una que otra fiesta y sus desordenes se colaron entre las sábanas de aquella casa de pensión improvisada en donde todo problema era fácilmente solucionado con una oficial y colectiva “junta de ombligos”.

Un día Carlos Humberto llegó con la noticia: Cerraron La Nacho. Y sus ojos volvieron a quedar desbrujulados. Al carajo la taxomonología y de nuevo al duro trabajo como vendedor, porque le entró el desespero por buscar nuevos horizontes fuera de ese país de mierda que le negaba las posibilidades de cumplir sus sueños. El esperanto, en el que ahora estaba yo reclutado, era su punto de partida. Se iría con un amigo a visitar los esperantistas a los europeos que lo acogerían fraternalmente.

Los dos le coqueteábamos a una de las chicas que habitaban el apartamento, la más insumisa también. Y una semana en que Carlos Humberto salió de viaje, yo aproveché para enseñarle el esperanto básico que él me había enseñado. Así que le gane de mano, o perdí de pierna, se supo finalmente.

No hubo entonces forma de disuadirlo de partir. Para nada le valió que le advirtiera que la confraternidad esperantista era una quimera, ni que le insistiera que fuera del propio país, uno es nadie, solo sirve para lavar platos y hacer trabajos sucios. Alguna vez me escribíó desde Inglaterra: Petete, como usted lo dijo, estoy lavando platos en Liverpool, pero no me arrepiento.

Su amigo, un esperantista de Armenia, lo dejó tirado en el primer aeropuerto que pisaron, pero el tuvo la fortuna de ser recibido por un calarqueño en Paris, José Yesid Sabogal –Nono–. Carlos Humberto consolidó una amistad con este soñador de utopías que los llevó a Grecia, Italia, Israel, Suiza. Lugares y países que enriquecieron su natural inclinación de lingüista y lo convirtieron en un verdadero políglota. Finalmente se estableció en Lyon, Francia, donde se diplomó en acuicultura y desde allí entró en las grandes ligas de la protección ambiental francesa.

Sentarse a escuchar las anécdotas de Carlos Humberto y de Nono, como lo hicimos en la primavera del 2008 en la madrileña cafetería Zahara, equivale a escuchar de viva voz las farragosas historias sobre Ulises Lima y Arturo Belano que narra Roberto Bolaño en Los Detectives Salvajes. Pero con una particular ventaja, las aventuras de estos dos calarqueños están llenas de vida verdadera. Pareciera que ellos coinciden con mi apreciación: “La literatura somos nosotros, solo que nos la perdemos”.

Carlos Humberto Restrepo ha sido para mí: amigo, coterráneo, desenmusgador, profesor de lengua agonizante, coRobledista, traductor irresponsable, mamagallista burletero, aprendiz de filólogo y finalmente Hermano, con H mayúscula. Y bien se merece este homenaje. En vida, Hermano, en vida.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid. Agosto 13. 2010

jueves, 12 de agosto de 2010

Encuentros que marcan

Ah, carajo. Ha muerto Hector Ocampo Marín y me lo cuenta Antonio Cacua Prada a través de un e-mail que reenvía Jaime Lopera Gutiérrez. Viejo bello el Hectór Ocampo Marin. Un maestro dispuesto a compartir su sabiduría. Tuve la oportunidad de encontrarme con él, como mucho, dos o tres veces en la vida y cada una de ellas cimentó mi admiración por otro de los nombres míticos de la literatura quindiana. A pesar de no haber nacido en nuestro pueblo, siempre lo asocié con Calarcá y sus escritores. Supe tiempo después que efectivamente había sido, entre otro de los múltiples oficios de su trayectoria administrativa, síndico de la beneficencia.

Por mis épocas de bachiller, Héctor Ocampo Marín era ya un referente en la comarca literaria y llegué a conocerlo finalizando mis estudios universitarios a través de su libro de ensayos sobre personajes universales -libro cuyo nombre no preciso en estos momentos-. Entonces, yo era jefe de recursos audiovisuales en el Colegio San Luis Rey y estaba a cargo de los laboratorios de física y química, de un salón donde proyectaba películas de las embajadas y de una incipiente biblioteca en donde encontré su libro cuidadosamente editado por Quingráficas. Y quizás haya error en la cita bibliográfica, es tan imprecisa la memoria. Aunque sea cierta la parquedad de los franciscanos.

Siempre me fascinó la limpieza de su estilo llano, que no hacía aspavientos ni se regodeaba en imágenes rebuscadas. Un estilo directo que le daba prioridad a las ideas, una forma de narrar destilada de los matraces de un periodismo esencial, sin requiebros ni amarillismo, un estilo literario tal vez, pero sobre todo, una posición ética que él cultivó con pasión de sabueso, con interés de cazador de gazapos, de procurador del estilo y el buen decir.

Cuando fui a trabajar al ICFES, en Bogotá, tuve la oportunidad de acompañar al caricatógrafo quindiano Jairo Peláez, -Jarape- a entregar su material al Diario de la República y aproveché para conocer al hombre mito. En ese entonces Darío Fernando Patiño todavía no se había graduado de periodista pero ya ejercía como editor de las páginas económicas en ese mismo diario.

En el edificio de la carrera Quinta con calle 18 me encontré por primera vez, en viva persona, como le hubiera gustado subrayar jocosamente a un caricaturista radiofónico, con Héctor Ocampo Marín, un ser humano de una sencillez esplendorosa. Pausado, refinado y juicioso, tanto en las maneras como en los razonamientos. Detrás de sus fuertes gafas y de su fuente de tinta verde con la que subrayaba pacientemente las galeras de prueba del diario, presentí una voluntad de trascendencia que desatendía los afanes de la fama. De esa manera conocí la encarnación del hombre sabio, sereno, erudito. Es posible que Darío Fernando ya no recuerde este encuentro, pero en compañía de Jarape dialogamos con Héctor Ocampo Marín sobre caricatura y sobre literatura. Alguna referencia le di entonces sobre el Taller Literario del Quindío, grupo asociado en torno a la revista Termita que orientaba el profesor Álvaro Nieto Córdoba.

Era mayo, creo recordar, aunque tal vez la memoria saquisastémica de Jarape lo podrá precisar mejor. Esa mañana nos deleitamos con el nombre promisorio de Humberto Senegal, entonces muy asociado todavía a los nombres de Rodolfo y Humberto Jaramillo Ángel (tío y papá del joven talento y compañeros de tertulias de Héctor Ocampo Marín). Hablamos del ya mítico poeta Elías Mejía quien había regresado de una aventura por Europa en compañía del también escritor quindiano Orlando Montoya. Tiempo después le remití el segundo número de la revista monográfica Hermes, en donde publicamos los poemas de Elías Mejía y el Eliálogo en el que expresaba su comprensión de las vanguardias poéticas latinoamericanas. En aquella oportunidad me sorprendió oírlo citar el nombre de José Nodier Solorzano Castaño, un literato muy joven que hacía un par de años había sido finalista en un premio nacional de cuento convocado por El Círculo de Lectores. Fue entonces cuando descubrí uno de los amores secretos de Hectór Ocampo Marín. El hombre, ya maduro, vivía con pasión de coleccionista las noticias que le llegaban sobre los escritores del viejo Caldas, y en especial los del Quindío y los de su amada Calarcá, tierra a la que estimaba como su segunda patria. En aquel encuentro cimenté mi admiración por el escritor-mito, pero sobre todo por el ser humano que entendía la vida, desde la orilla del periodismo, como una narrativa vital de la que se es protagonista en cada segundo.

Aunque el vínculo se mantuvo a través de cuentos, poemas y ensayos que Héctor Ocampo Marín me publicó con generosidad en el suplemento literario Dominical de la República, pasaron muchos años antes de que volviéramos a encontrarnos. Fue en la Universidad del Quindío. El rector Henry Valencia Naranjo le había publicado una compilación de textos que exaltaban los vinculos del literato con el eje cafetero.

Aquella vez tuve la oportunidad de conocer, en toda plenitud, su dimensión de hombre mesurado y de sistemático cazador de gazapos. En las páginas preliminares del libro, que no habían pasado por sus manos, descubrió con asombro, con terror casi, que su juicioso ejercicio de corrector ortotipográfico había sido mancillado por la palabra coherción. Entonces solicitó muy amablemente que le trajeran todos los ejemplares y nos dedicamos, con un bolígrafo negro, a colocar un recuadro en esa “h” infame que se había colado y estaba malogrando su obra. Es un viejo truco de cajista que el lector agradecerá, claro que lo agradecerá, afirmó categórico. Y nos pasamos todo el día corrigiendo los libros, uno tras otro, mientras la historia de la literatura caldense transitaba por su voz de lector atento e instruido, tamizada de fechas, anécdotas y sonrisas oportunas.

La última vez que lo vi fue en los tiempos del terremoto. Yo ejercía como Gerente de Cultura y esperaba un vuelo para Bogotá, cuando su figura elegante –pelo completamente cano, fuerte y liso que partía por la mitad, ojos vivaces y perfil acentuado– atravesó las improvisadas instalaciones del cambuche aeroportuario yCursiva llenó con su presencia la sala de El Edén. La legendaria gabardina gris en el brazo, el sombrero borsalino en la mano y su impecable traje de calle le daban un aire masónico, catadura impensable para sus tendencias ideológicas. Nos tomamos un café en la pretendida sala vip. Luego del repaso por sus recientes lecturas paradójicas dejó caer una frase lapidaria: Carlos Alberto, la chabacanería nos está ganando a pasos agigantados. No pude preguntarle el sentido de la frase porque la amorosa y constante Melva Villegas nos acerco a los linajes y prosapias comunes que, según ella, se hundían en los nombres de líderes regionales y esposas de presidentes. Y aunque solo creo en la valía y la voluntad de los hombres que se hacen a pulso, sin la muleta de sus antecesores, aquella tarde estuvimos braceando largo rato entre la hojarasca de un árbol de raíces aristocráticas. Ella prometió hacerme llegar a través de correo, y efectivamente lo hizo, un árbol genealógico que abandoné en mi nuevo trasteo a Bogotá. Cuando estuve en la Sevilla española no pude hacer otra cosa que sonreír al tomarme una foto en la propia Calle Villegas, y recordar a Melva y sus afanes y al pausado viejo que sabiamente la acompañaba, ese hombre mito, ese lector atento que cultivó tantos géneros literarios, pero que solo fue feliz en el ejercicio cotidiano del periodismo, el amor y la amistad; sus verdaderas pasiones, su única vida, su mayor valía.


Y si no fuera porque aún temo su frase lapidaria, terminaría esta sarta de recuerdos con la exclamación:

Ah, carajo, se murió Héctor, bello viejo ese man, carajo.



Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 12–08–2010