sábado, 26 de octubre de 2013

Calarcá, historia reciente - 2

El Alcalde de mi pueblo ¡vaya embrollo!, no estoy seguro del todo pero sí casi convencido de que ninguno de los que a bien ha elegido el pueblo soberano, han sabido cumplir con los compromisos adquiridos, quiero decir, con el programa de gobierno propuesto, en resumidas cuentas, con la sarta de promentiras que durante las respectivas campañas electorales cada quien se inventaba con el único fin de esquilmar el voto de los desprevenidos parroquianos; pero no lo puedo asegurar desde estas a alturas, o bajuras, y desde la distancia si se han realizado diagnósticos serios y objetivos que permitan establecer los índices de cumplimiento, será mejor decir de incumplimiento, de los respectivos personajes investidos para tan alta dignidad.  Y las cosas no parecen que vayan a mejor, para muestra el botón que suspendido de funciones adorna a la administración territorial actual; como comentaban en el M.D. del Espectador en mis años mozos, "Dan ganas de llorar" o, mejor, como solía testimoniar don Gonzalo Gutiérrez ante el esplendor del alumnado "Eso no da ni rabia, muchachos...".
 
Pero volviendo al tema, o mejor continuando, argucias más, argucias menos, con un poco de allá y otro poco de acá, esquilmando diferentes fuentes se fue armando el asunto, primeros indicios, un alcalde que lloraba compungido ante el Presidente de la República, cual plañidera en velorio; un ahora columnista de periódico local, con visos de desmemoria; un pastor, pero no propiamente de ovejas; una fémina de no muy común nombre.  Así avanzaba el cuento, pero ¿estaban todos los que fueron?, no, algo seguía faltando.
 
Para tratar de enderezar el entuerto mejor recurrir a la cronometría, a los períodos de los alcaldes, empezando por el último:  Juan Carlos Giraldo Romero (2012 - 2016) demasiado tiempo, eh; Carlos Enrique López Murillo (2008 - 2011), Luz Marllie Alonso Gaviria (2004 - 2007) y paré la cuenta, me faltaban los datos de los demás períodos, porque desde que en 1988 empezó esta historia, que inicialmente era para dos años por mandato y que pasó a tres  (¿con la constitución del 91?) terminó con cuatro a partir del 2004 (según la Registraduría Nacional del Estado Civil), para que no me vengan con cuentos.  Veinticinco años, que dan para nueve períodos, nueve tragedias, nueve infortunios, nueve elecciones y nueve equivocaciones...
 
Entre tanto, tengo aún entre el tintero otros tres nombres, Oscar Iván Sabogal Vallejo, que si la memoria no me engaña fue el primero de los primeros, también tengo a Eduardo Orozco Jaramillo y el llorante John Bayron Cohecha  Salazar, pero siguen faltando nombres, tres por lo menos, así que continuaremos...
 
A propósito de números, ¿Cuántas remodelaciones de la Plaza de Bolívar a sufrido Calarcá en estos 25 años de democracia participativa?  Y una para revisión, pero sin fuente posibles, ¿Estaban dichas remodelaciones dentro de los promentiras electoreras respectivas?.
 
A todo esto y sin perder el hilo de este rincón, ¿Qué diablos tendrán que ver los bachilleres del Colegio Robledo, de 1978 en esta refriega?.
 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Calarcá, historia reciente - 1

Tengo como ejercicio de memoria, que ya es decir, y no tanto por lo de ejercicio, rescatar de los archivos del olvido nombres, fechas y alguna virguería mas... cuando el ocio ataca de frente suelo defenderme practicando mentalmente las tablas de multiplicar y suelo llegar hasta la del 24, que la del 25 no tiene mucha gracia, y sin saltarme ningún número, eh; debo aclarar eso sí, que comienzo por la del 13, que las anteriores no me apasionan, como tampoco gusto de hacer trampa, a uno mismo no tiene gracia.
 
En esas andaba  días atrás, un par de semanas quizás, y me propuse recuperar los nombre de los presidentes de la República de Colombia desde 1930 hasta nuestros Santos días, que tampoco es que pretendiera empezar con Bolívar, tampoco, como si no hubiera nada mas que hacer; desde la caída de los conservadores, con eso tenía suficiente para el momento. Debo aclarar que no recurrí a la wiki ni nada por el estilo, tampoco disponía de enciclopedia ni tenía a mano la historia de Colombia ni el catecismo del padre Astete.  Entrado en tareas llegué a una encrucijada de desmemoria, no lograba recordar el elegido en 1946, por lo que,  ahora sí, recurrí a la ciberchuleta, descubriendo que además del olvido había una e-rrata, roedor muy en boga.  Por error había puesto el nombre del personaje buscado en el año de 1962, así que el personaje que faltaba en la lista era otro y no éste.  Terminé el ejercicio ubicando a Don Mariano Ospina P. en su funesto cuatrienio que va del año 46 al 50 y rescatando al segundo presidente del Frente Nacional, don Guillermo León Valencia. 
 
Quiero añadir que aproveche la ocasión para recuperar otros nombres, como los de los dos personajes que terminaron el segundo período presidencial de Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía y Alberto Lleras Camargo, lo mismo que el del personaje que hizo la transición entre el interrumpido mandato del nunca bien recordado Laureano Gómez, y el no-golpe de estado de don Gustavo Rojas Pinilla, general de la república, por cierto, don Roberto Urdaneta.  Y ahora no me vengan a preguntar por los nombres de los miembros de la Junta Militar, que no, que el memorioso se apellidaba Funes, no Noreña.
 
Una vez completado el ejercicio, y como el tiempo daba para más, traté de recuperar los nombres de los alcaldes de Calarcá elegidos por voto popular... vaya problema, que no me quedan registros, de pronto algún apellido, nombre o remoquete, pero nada concreto, así que me dije, en la web o nada, y nada, escasamente aparece el nombre del último, nada más, la alcaldía de Calarcá no tiene historia, solo hay un alcalde y es el del momento (pero ni eso, bien sabemos los calarqueños en qué pastos anda el personaje aquel).

martes, 8 de octubre de 2013

Palabras prestadas, o mejor, robadas

La Química debería estar prohibida

Una mañana te levantas y miras atrás. Y, sin poder evitarlo, haces balance. Han transcurrido en esa vida que has ido construyendo (como has podido, no siempre como has querido) los años suficientes para poder sopesar lo que ha estado bien, lo que ha sido regular. Miras a tu familia, a tu pareja o tu carrera laboral y contemplas el camino recorrido. Ese acto de evaluación es duro porque te obliga a reconocer todo aquello que no has logrado, lo que alguna vez soñaste y la vida se ha empeñado en no darte. Quizá fue una cuestión de suerte o tal vez se debió a una serie de elecciones. O sencillamente no lo mereciste. Porque no eras tan bueno en tu oficio como creías, porque no estuviste a la altura de las circunstancias, porque no supiste jugar tus cartas. Quién sabe.

A Walter White un cáncer (un maldito cáncer) le pone en esa tesitura a los 50 años, una edad razonable para girar la vista y calibrar qué tal ha ido. Una edad en la que eres lo suficientemente mayor como para ser capaz de valorar en qué te has convertido y cuánto se parece o no a lo que tú habías deseado. Ya digo que, en este tipo de coyunturas, lo normal es sentirse algo frustrado porque lo común es que no hayas alcanzado lo que te propusiste. White mira a un lado y a otro y comprueba que no tiene dinero para cambiar el calentador de agua, que su jefe lo explota, que su cuñado se burla por lo poco que le han servido los conocimientos que se ha labrado. “Tienes un cerebro enorme, pero no te lo echaremos en cara”, le espeta su cuñado, agente de la DEA, un patán que, sin embargo, a su alrededor y entre sus allegados simboliza el éxito.

El ser humano tiende a engañarse. La mentira es un mecanismo de defensa estupendo a veces. Nos sienta fenomenal soltar algunas del tipo “aún estoy a tiempo”, “todavía me puede pasar”, “me voy a proponer hacerlo”. Son pequeños embustes piadosos que nos regalamos a nosotros mismos para no verlo todo negro, para no sumirnos en el lamento. Funcionan como elementos para conciliar el sueño esa noche y para relajarnos a corto plazo.
Pero, ¿qué pasa cuando el plazo se acaba? Cuando te dan una fecha de caducidad y tú te percatas de que no vas a tener tiempo de que te sucedan más cosas, de dar giros o de contarte nuevas mentiras. Te rindes, o arriesgas y te lanzas.

Las decisiones que tomamos con presión y celeridad no suelen ser buenas. Pero, reconozcámoslo, hay decisiones que o las tomas así o no las tomas. Porque empiezas a ponderar los peros y riesgos, a achicarte, a marear tu cabeza y, al final, no das el paso. Ves la línea pero no la cruzas. Llegas hasta ella pero retrocedes.

...

Tomado de:  El Síndrome de Darrín, por Miquel Labastida.  En Las Provincias del 08-10-2013.