Que no es el tantas veces anunciado y nunca cumplido, no, de apocalíptico nada, ni un céntimo.
Sólo me refiero a la fecha, según el convencionalismo que terminó imponiéndose en el mundo occidental. 31 de diciembre, fin de año, nochevieja como la llaman por estas tierras de quijotes y sanchos, la mítica y comercializada -como todo en este mundo- noche en la que por arte magia completamos, una vez más, la vuelta que este globo de locos da al rededor del sol sin deternerse ni cambiar de rumbo, !y que ni se le vaya a ocurrir hacerlo¡.
Y así como termina el año, también termina la cuenta del trigésimo aniversario que hemos venido haciendo para los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, del año 1978.
Sí, ahora que cerramos este primer ciclo, y dado que la tarea no se ha cumplido aún, no queda otro remedio que continuar, seguir dando la lata, insistiendo, agotando recursos, intentando de nuevo, hasta amenazando; porque el propósito inicial, de contactar con la mayor cantidad de egresados sigue en pie y lo seguirá estando. No claudico, no me rajo ni me doy por vencido.
Así que en el 2009 seguiremos (a menos que Google nos lo impida) intentando atraer hacia este pequeño rincón a los que en alguna ocasión compartimos pupitres, o sillas y hasta clases, en los salones de la arenosa colina donde funcionaba el Colegio Robledo en los setentas.
A pesar del silencio de los lectores, porque ni mudos que fueran; nada dicen, no dan señales de vida, el mutismo los invade y los gobierna; digo, a pesar de ello, aca seguiré palabreando recuedos, que no son muchos, mientras poco a poco vamos difundiendo este entuerto y vinculando, al menos como lectores esporádicos, a los tan recelosos convocados.
Mañana. Sí, de acuerdo con los restos de memoria que me quedan, el martes doce (12) de diciembre de mil novecientos setenta y ocho (1978), recibimos el grado de bachilleres en el Colegio Robledo de Calarcá, Quindío, Colombia.
Consultando el calendario correspondiente me doy cuenta que fue un martes, cosa que no recordaba, en absoluto. Un dia raro para tan magno acontecimiento (se nota cómo nos querían en el Colegio, tanto, que no pudieron esperar al fin de semana para el detallito; se deshicieron de semejante tracamandada lo antes posible).
Qué cómo fue señora...?
Vaya, que la memoria no da para tanto. Quién me entregó el "cartón"? me imagino que alguno de los profesores, porque por arte de magia no iba a caer en mis manos; pero quién? La verdad es que ni las fotografías de esa noche pude rescatar. Es más, nunca me fueron entregadas. No conservo imágenes del acto, ninguna, ni propias ni de compañero alguno. Así que ni modo, sin ayuditas de esas la memoria deja de funcionar, no me culpen.
Claro que los memoriosos no faltarán, y algunos recondarán cada detalle de la fecha y del acto. Si nos los quieren compartir, acá esta el espacio para ello, no deje pasar la oportunidad, aproveche este momento, llame ahora (nuestras operadoras lo estarán esperando) que digo llamar, escriba ahora, camparta lo que tanto se guarda. No lo deje sólo para sus nietos.
lo único que me queda de aquella noche es de diploma, que les comparto en el encabezado de la nota.
Por fin. Al cabo de once años, o más, habíamos terminado este ciclo de nuestras vidas. Y como no hay vuelta de hoja y la vida sigue, pues a tomar decisiones: Pagar el Servicio Militar -que yo recuerde, lo hicieron Jorge Fernando Laverde Q., Camilo Augusto Sánchez H. y Carlos Alberto Hurtado (el famosísimo Quinta), para otros, continuar estudiando, buscar trabajo, o dedicarse a vivir la vida, cada uno tomó su camino.
Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras. En consecuencia, debería dejar esta entrada sin palabras, pero me resisto, como siempre, los dedos no se contienen ante el teclado y algo han de dejar impreso, no hay remedio.
Pasados estos seis lustros, tres décadas, treinta años ó trescientos sesenta meses, que cada quien mida el tiempo a su acomodo; la estructura física de lo que en nuestros tiempos fuera el Colegio Robledo, sigue ahí, como tambien lo hace el "Pascual Polvero" que no es ningura estructura física, no pasa de ser el mismo tierrero medianamente plano, con dos arcos y alguna demarcación para delimitar el campo de juego. A propósito, ¿Desde hace cuánto tiempo los calarqueños juegan al balonpié en esta cancha?
La imágen nos presenta una vista actual de la sede que el Colegio Robledo de Calarcá ocupara hasta no sé bien que año (principios de los ochenta), así que no corresponde con la que nos acompañó diariamente en aquellos años, y nosotros, los de estonces, ya no somos los mismos, como dijo el poeta. Algo ha cambiado, allí y acá, y si no quiere creerlo, haga una prueba, querido contertulio ex-robledista del 78, mírese en un espejo o desempolve las fotos del recuerdo y cuelgue una en este espacio, para que sigamos recordando los tiempos que se fueron.
NOTA AL MARGEN: La fotografía es de Ricardo Noreña
Con esta foto no pretendo "publicarme" en plena juventud y hasta con pelo, no. Si me he tomado el trabajo de ubicarla, escanearla, guardarla y luego subirla al blog, es para refrescar la memoria de mis muy queridísimos compañeros del andazas del Colegio Robledo de Calarcá, bachilleres de 1978, por cierto.
Recuerdan la tragedia de ir a Armenia, al pasaje Bolivar, a tomarse una fotografía y le salían a uno con que tenía que ponerse una camisa blanca y un saco a rayas, después de que ya un sinnúmero de parroquianos habían usado -y abusado- de las consabidas prendas?.
Y que tal el mosaico? todos con el famoso saquito a cuadros, con una sóla excepción, que no recuerdo quién; alguién que escapó de la sórdida y rayada trampa que nos tendieron en el mencionado pasaje.
A dónde fue a parar el mosaico? Alguien conserva al menos una imágen de él? Que bueno sería poderla rescatar y subir a este blog.
Poncho, conejo, lifer, burro, caretierra, chucho, pacho, pato o estribo, feo, table, toto, la nueva estrella de las canciones, niñodios, Guilligan, PTT, comadrejo o abismo, cupis, gilepo, pescao. . .
Seguramente la lista era más larga, pero los que recuerdo de momento son esos.
No sé quiénes sigan arrastrando con el remoquete, aparte de PTT, a quien por cercanía y trato sigo llamando de esta manera, y no sólo yo, de eso puedo dar testimonio. Ahora bien, que cuando hacemos remembranzas con otros del 78, ineludiblemente nos referimos a los diferentes personajes por su segundo o tercer nombre, que en la época del colegio fue el primero. Lo que me lleva a pensar que al menos en la memoria de los bachilleres de 1978 del Colegio Robledo de Calarcá, los apodos prevalecerán para eterna memoria.
Sí, ya sé que ahora son todos unos señores, muchos con altos títulos académicos y reluciente historíal profesional, otros esposos y padres; abuelos? es probable; por lo que que no será fácil encontrarnos con el abogado, médico o qué sé yo, con el abuelito en compañía de sus dos nietas, y soltarle a bocajarro el remoquete que con tanto cariño le rallábamos en los años de Colegio. Eso sí, tengo la plena seguridad de que no podremos apartarlo de la mente y en algún momento de una hipotética charla, una vez superada la distancia que impuso el tiempo transcurrido, saldrá de forma natural, sin estridencias ni solapamientos, a lo mejor en la despedida: bueno pescao, nos vemos. . .
Según nos enseñaron en la escuela y el colegio los diferentes profesores, docentes o maestros (que cada quién se cuelgue lo suyo), en esta fecha del lejano 1492, don Cristóbal o Cristóforo, que ya empezando por el nombre comiezan los problemas, y no se diga del apellido y más aún de su origen (que si portugués, italiano-genovés, o español, catalán para más veras), lo cierto del caso es que el tal personaje como que sí llegó a las Americas, que en ese entonces de Americas no tenían nada, porque, según dicen, fueron las Indias Occidentales del momento, por confusión, yerro o equívoco -por lo que los indios americanos ni indios ni americanos, eran ellos, y ya.
Ya podemos vislumbrar cómo desde ese gris amanecer las cosas para el "nuevo mundo" no pudíeron ser peores, los que llegaron no tenían como destino esas tierras y nadie los invitó, sin embargo llegaron, se quedaron y se hicieron dueños, amos y señores . . . bueno, es una historía bastante conocida y tergiversada, donde cada quien cuenta lo que le conviene; y claro los escribientes pertenecían al bando invasor, así que no pueden ser muy fidedignas sus versiones.
La espada y la cruz se alían para cometer una de las más grandes ignominias que ha vivido la humanidad, que no la única, Africa y Asia también cuentan sus historias, lo mismo que los pueblos europeos, cada uno en su momento. Y es de nunca acabar; para muestra un botón, la historia reciente, el siglo veinte y sus dos grandes guerras, y las del caúcaso, que siguen vigentes, lo mismo que en medio oriente, y otras tantas desperdigadas por toda la esfera - pareciera que nadie se salva.
Pero no divaguemos, los doce de octubre, dia de la raza, día del árbol, ahora día de la hispanidad, y no sé qué otros eufemismos, se celebran con bombos y platillos, se hacen desfiles y se izan banderas y no hay que ir a estudiar.
Para los estudiantes eso siempre ha tenido mucha importancia y más aún si era un martes o un jueves, porque como aún don Emiliani no había legislado al respecto, teníamos un largo puente festivo, nada más y nada menos que cuatro días para dedicarlos a lo que mejor sabíamos hacer: Cualqueir cosa con tal de no ir al Colegio. Y efectivamente en 1978, los cuasi-bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, disfrutamos de un feliz puente, porque gloriosamente el 12 de octubre cayó un jueves, así que pudimos olvidarnos de los problemas de cálculo, que fueron algo más que un problema, al menos hasta el lunes 16.
Y retomando aquello de no ir al colegio o no estudiar, para ser más claros, cuántos de los treinta y tantos bachilleres del Sexto A, han olvidado la semana que dedicamos a pintar el tablero? Eso sí, nos quedó verdecito y el brillo caracteristico que impedía ver lo escrito desde los lados del salón o aula se perdíó para siempre, o al menos por el resto del semestre. Y después que no digan que eran ganas de mamar gallo, de perder el tiempo o cosa por el estilo; nos acompañaba un profundo sentimiento pedagógico, de ahí que nos empeñásemos en mejorar las herramientas didácticas de nuestro querido Colegio.
Así como en el Sueño de las Escalinatas, de Jorge Zalamea, los convocados siguen creciendo, ayer fue uno, hoy otro y mañana otros; así, cada vez seremos más al rededor de este espacio, al menos eso espero.
Pero debo empezar por el principio: del tan cacareado viaje del Padre Camilo a Colombia, algo nos ha traido, gracias al él he contactado con Francisco José Duque Vargas, que sigue en Calarcá, y para más verás en pleno marco de la metamorfómica Plaza de Bolivar, en el Almacén del Comité de Cafeteros, allí lo visité hace año, fugazmente; y ahí sigue, dedicado a su labor.
He contactado con él, que me hace una promesa muy esperanzadora para este proyecto-espacio, como por el almacén pasan con frecuencia varios de los Bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá de 1978, él les comentará sobre este entuerto. De esta manera se facilita la difusión del Blog entre los ex, que hasta ahora a ido muy, pero muy lento. Claro que tampoco es que tengamos mucho afán. Así que Pacho póngase las pilas por el bien de los 78´ robledistas.
Pero el empeño del viajero no se quedó ahi, también nos trajó los teléfonos de contacto de otros, por lo que podremos contar con Luis Carlos Castillo, Carlos Alberto Jiménez y Carlos Álvarez Osorio. Además, nos allegó información sobre Patricia Vanegas. ¿Y quién es ella? se preguntarán algunos, pues una bachiller del Instituto Calarcá, de 1978, que hizo parte activa de la ya varias veces mencionada Docena Juvenil.
Padre Camilo, gracias.
NOTA AL MARGEN: El verano se fué, y con el otoño en ciernes, las temperaturas descienden, así que va uno pensando en el agua caliente para la ducha, y al menos una chaqueta para las mañanas. Y claro, pastillas para la garganta, jarabe para la tos, bufanda para las noches. Qué joda, acabarse el verano tan pronto. . .
Ya estamos en la segunda quincena de septiembre y con el verano en sus últimas manifestaciones, en el hemisferio norte, que ahora se encaminará hacia el Sur, al menos en ello hay igualdad entre los dos hemisferios (que no mucho más).
Pero la interrupción del estival descanso no es para decír que éste acaba, me abría ahorrado la entrada.
En estos días me ha contactado otro de los 78s robledistas, que por esas cosas del internet fue a parar a este blog, y claro me escribió y ahora restablece contactos trasnochados. Se trata de Jorge Fernando Laverde Quiñones, otro más de los quedan la lata a los "sufridos profes".
Bienvenido Jorge Fernando, este es un espacio creado para los ex del 78.
Ya habrá tiempo y espacio para revivir recuerdos y ponernos al día sobre la treintena transcurrida.
Sí, el título es más que suficiente, casi que lo publico sin entrar en el asunto:
Descanso, viajes, playa (que sólo he ido una vez y ya estamos a más de la mitad) Juegos Olímpicos -a pesar de la sede, que es un despropósito- Y no olviden que julio tuvo Tour de France. Así que con tanta transmisión, el sillón gana la partida, los ojos se cuadriculan, las manos se adormecen, lo mismo que el escribiente; las neuronas se desconectan, nada de sinapsis, y con el alma en un globo, vemos pasar el tiempo estival sacándole el culo al calor, que sube, sube y sigue subiendo; y hasta de los Blog nos olvidamos.
Estoy seguro que las vacaciones de 1978 fueron mecho más activas, pero lo que no recuerdo es cómo se mataba el tiempo ¿Lecturas, caminatas a los chorros y a la sede de Matusalen, en el poétizador Rio Santodomingo, escapadas al morro, al alto del rio? En lo que creo no equivocarme es en lo cumplidores que fuimos con las citas cotidianas en la Cafetería Donald. Un recuerdo para Jairo.
Ya retomaremos con juicio el asunto, una vez pasen las vacaciones, que aca se prolongan todo agosto, y han empezado en julio, eh!. ( Y que conste que no deseo despertar envidias)
Cero y van dos, y como no hay primera sin segunda, ahora va la tercera y así seguiremos dando la lata en el empeño de ubicar y captar la atención de los tan esquivos bachilleres del 1978 del colegio Robledo de Calarcá, Quindío, Colombia.
Aclaración: El 23 de junio en "Cuentas -y cuentos- pendientes" hice referencia al nombre del alcalde que en 1978 tenía Calarcá, información obtenida gracias a Fernando Torres, pero olvidé mencionar la fuente primera: Del libro Historia de Calarcá - relato - de Ariosto Cardona Arboleda 1570-1970, libro presentado con ocación de los 120 años del municipio, según relató en su momento Juan de J. Herrera en nota publicada en La Pulga en la Oreja.
Noticias: Lo normal es que las noticias no sean buenas, por lo general se refieren a hechos que dejan mucho que desear sobre la naturaleza humana. a menos eso es lo que satura los medios mal llamados informativos, y como eso es pegajoso, pues ahí va
El presbítro Sáchez Herrera, ha regresado de su periplo por tierras Colombianas -se regó mucho, así que poco tiempo le pudo dedicar al terruño- para redicarse en la Seu d´Urgel, en el Pirineo Catalán. Ello no sería noticia para nuestros intereses, sino fuera porque de la "tareita" que tanto se le recomendó, poco, por no decir nada, nos ha traido. Se la pasó andareguiando por todas partes y claro, al final ni Colegio Robledo, ni bachilleres, ni 1978, ni blog, ni nada. . . Mejor no sigo.
Pero como el empeño no se pierde, sigo, ahora buscaré otras estrategias para llegar a los cuasi desaparecidos excompañeros de andanzas, que si veinte años no es nada, como reza el tango, ya que estamos tan emporteñesidos con la nota anterior; pues treinta ya van siendo algo, porque se pierden los rastros y se olvidan los rostros. Entonces volvamos a las primeras entradas de este blog y llamemos a lista nuevamente. . .
Hay alguien al otro lado? Entonces que dé señales de vida, que conteste, que escriba, que se manifiste (ni que fuera una sesión de espiritismo)
Buena pregunta, sobre todo para los parientes del tío Alemán. Y en verdad es dificil precisarlo.
¿Un recuerdo preciso o preciso un recuerdo?
Algo tengo seguro: en las navidades de ese año, en los primeros días de diciembre, cuatro días antes de que recibiera el cartón de Bachiller, falleció Pedro Nel Uribe. El abuelo. Un viejo orgulloso de su nieto que pronto sería bachiller. Un orgullo para una familia y para un pueblo de campesinos cuyos mayores, en números significativos, escasamente tuvieron la oportunidad de concluir la primaria.
Había ahorrado, en su último año, domingo a domingo, de los buenos pesos que sus hijos le dejaban en la visita semanal y me había acompañado a comprar el vestido de grado para enseñárme de paso su saber en el arte de vestir bien, con gusto y calidad. Un saber que me he empeñado en desconcer a lo largo de mi existencia.
Pedro Nel me ayudó a escoger el vestido, completo, con chaleco, pero no pudo ver que lo llevaba con elegancia el día del grado, al lado de mis amigos más cercanos: Fernando Londoño, Fernando Noreña, Camilo Augusto Sánchez, José Jota Arbelaez, Carlos Mario Vargas, Luis Fernando "el Mono" Marín, Fernando Rincón, Carlos Fernando Cruz y otra veintena de sardinos que soñaban cielos promisorios.
Ese recuerdo preciso, me permite ahora afirmar que las vacaciones del 78 las viví en Calarcá, y muy seguramente pasé parte del verano tropical deambulando la carrera 25 con Noreña, con Camilo Agusto Torres o con Carlos Mario Vargas o pensando y repensando el mundo desde preocupaciones sociales, en las mesas de la cafetería Donald, al final del tontódromo que empezaba en la calle 41 y moría, sin pena ni Gloria, en la calle 36. Ah, los bellos ojos de Gloria, tan hermosos como los de Dora Beatriz.
El mundo es redondo.
Muy seguramente una de esas noches de verano, la pasamos en compañía del fallecido entrenador quindiano Alfonso Hernando Sossa, pintando las canchas de minibasquet para un festival que quería enamorar a niños y niñas que no superarían los 1,65 de estatura, de un deporte reservado exclusivamente para gigantes. Apoyaban esa iniciativa la totalidad de integrantes del Club Deportivo Asterix. Y muy probablemente hubiera celebrado ese mismo año, tirando paso en la discoteca Tropicana, un campeonato que conquistamos con la verde camiseta de Colseguros. Que conquistamos, eso se llama pensar con el deseo; Que conquistamos, vaya un eufemismo. Siempre fui un apasionado del basquetball, pero un pésimo jugador. Sin embargo, mis amigos ampliaban, por simple camaradería, si era necesario, de 10 a 12 el número de integrantes para verme calentar antes de los partidos. Tal vez temían que "el gordo" muriera de infarto y preferían tenerme haciendo ejercicio en los entrenamientos y en la banca, que ayudándoles a perder partidos. Y debo agradecerlo porque si bien nunca conquisté la copa al mejor encestador, si sobreviví para seguirles jorobando la vida a los amigos.
Por esa época participaba también de un proyecto de formación de entrenadores de Basquetboll y dirigía un equipo del femenino Instituto Calarcá. Perdía -ya con propiedad-, Física por inasistencia, Química por desinterés y Comportamiento y salud, porque pasaba más tiempo mirando las chicas del instituto y departiendo con las integrantes de la Docena Juvenil en los legendarios campeonatos que se disputaban en la escuela Girardot, que aprendiendo las teorías sobre educación sexual, recitadas por Eidelman Martínez, quien se autonombraba en clase: El Varón superarepa. Y eso sin contar que ya todo sexto a y sexto b habían perdido Cálculo, en el primer trimestre del año,por la gracia de un matemático que se creía más inteligente que Einstein; un mal pedagogo que tenía por apellido Cardona y cuyo nombre mal recuerdo.
Sin duda, Carlos Arturo Patiño, que ese año debió haber terminado en el Colegio Modelo, donde se buscaba al Varón Perfecto, tiene mejores y más humorísticos recuerdos. Pero no le pido ayuda en la precisión de los hechos, porque puedo salir muy mal librado con su admirable, exquisita y sibilina forma de contar. Una virtud que comparte con toda la familia, y que sin duda heredó de la particular mirada del boticario Otoniel. Le he sugerido en muchas oportunidades que escriba el segundo volumen de Calarcá en anecdotas, libro testimonial de Rodolfo Jarmillo Angel, pero Patiño todavía reserva sus memorias para un círculo pequeño de amigos que nos desternillamos de la risa con sus personales versiones de los sucesos cotidianos.
Siglo XX cambalache
De otra dato tengo absoluta certeza. Ese año llegó Edison Puente al Colegió Jorge Robledo Órtiz, proveniente de un colegio oficial de Armenia, en donde se había cansado de tirar piedra, o quizás, en donde sólo se habían cansado de él. Un muchacho larguirucho con voz de flautín y una pasión desbordada por la política, por los tangos y por las buenas cervezas en los cafetines de Calarcá.
Con él aprendí a amar lo tangos y a consumir Bavarias bajo la etílica voz de Goyeneche
y a entender la canción ciudadana en las quejas de los bandoneones de La Orqesta Típica de Francisco Canaro, y en la voz de Nelly Omar. Canciones que tarareabamos sin vergüenza, bajo las luces multicolores de las victrolas de discos automáticos, que sonaban inmarcesibles en los cantinas del pueblo. Bares de nombres novelescos que habrán perdido para las nuevas generaciones la contundencia de su poetica topología o que desaparecieron físicamente en los estragos del pasado terremoto.
Con esa música constituí una colección de nostalgias prestadas y una educación emocional que no pertenecían a mi futuro, cuyas saudades regresan, inevitables, en la voz de Rolando La Serie, acompañadas del irrefrenable deseo de tomarme unas buenas botellas de aguardiente Cristal.
Con Puentes nos embarcamos en la aventura de editar un periódico escolar que integrara a los jóvenes bachilleres calarqueños. Juventud, se llamó la publicación y allí tuvimos asientocomo jefe de redacción al lado de Camilo Augusto Sánchez, un saceerdote que ahora se pasea por europa con una ya confesada y defendida voluntad de escritor. Llegamos a editar 5 o 6 ejemplares en tamaño tabloide, que vi salir a muy altas horas de la noche de la prensa plana de los talleres de El Diario del Quindío, en Armenia. Allí conocí el linotipo, un antidiluviano equipo que fundía lingotes de plomo con las palabras del revés, y me apasioné por las galeradas que constituían mis primeros contactos con la comunicación social. Una pasión que aún hoy me acompaña y me llevó, en su momento, a estudiar Tecnología Educativa en la Universidad del Quindío.
En las vacaciones de ese 78, en las casetas de las Fiestas Aniversarias de Calarcá, que ya Fernando Noreña describió con lujo de detalles en un post anterior, nos enteramos de que Edisón Puentes el Director de "Juventud" y su Gerente Comercial, un muchacho de apellido Ríos, si la memoria no me falla -seguro que sí-, habían invertido los pocos pesos de la publicación en celebar la llegada de las vaciones.
Bebamos y comamos que mañana moriremos.
No estoy muy seguro, pero en las mismas fiestas del 78 nos salvamos, con Fernando Noreña, de morir atropellados. Fue una noche de finales de junio, llegamos a muy altas horas de la noche a El Vecino, un barcito penumbroso ubicado en la carrera 26, entre las calles 39 y 40, a donde acudíamos la muchachada de los colegios de calarcá, en especial los basquetbolistas y los bachilleres del 78. Alli escuchábamos con ansias de cielo a Serrat y su pueblo blanco y el lacrimoso tema Amiga de Miguel Bosé, otras nostalgias prestadas para los palpitares adolescentes. Llegamos, lo repito entre la multitud de hombres y mujeres venidos de muchas partes de la geografía del Gran Caldas, cuando de repente el creciente rugido de un motor acelarado al máximo y los ojos luminosos de un coche fantasma se levantaron sobre los gritos de horror de la gente que festejaba en la calle. Fernando me empujo al bar y vimos pasar el automovil barriendo multitud de celebrantes. Una mujer de la que no tengo noticias -en un pueblo donde regularmente todos nos conocíamos-, ebria hasta los aretes, había perdido el control de su coche y había convertido en tragedia colectiva una fiesta popular. Tragedia que los carnavales se encargaron de sepultar en una nueva jornada etílica saturada de olor a cerdo frito en las casetas de comidas.
A salto de garrocha
De modo que cuando regresamos al Colegio Robledo en el verano del 78, ya habíamos sobrevivido varias veces a los golpes del infortunio, pero sólo puedo precisar, de ese año, como recuerdo indiscutible, la muerte del hombre que me había enseñado a amar la mitología griega y la había sembrado en mi espíritu como un pathos que aún pervive en mis poemas. Como tampoco olvido la solidaridad de José Jota Arbeláez, el más destacado de esa promoción -viceministro de Salud y actual profesor en una universidad estadounidense-. Jotica, como le decimos cariñosamente a este médico de reconocida vocación pedagógica, dedicó un día entero a enseñarme la Química que no había estudiado en todo el año, para que pudiera superar los obstáculos académicos. La garrocha funcionó y pude sobrevivir académicamente y ser, sin que él pudiera disfrutarlo, el orgullo de mi abuelo.
Gracias Fernando por las preguntas que afinan la memoria y promueven el ejercicio de la narrativa vital.
Empecemos por el principio, como debe ser, y para ello tomemos un atajo bastante personal, estamos en pleno julio, sobre treinta grados de temperatura y en escenso; mientras trato de ordenar las ideas, en la TV suenan los comentarios que sobre la etapa de hoy hacen a través de Teledeporte; la etapa sigue y yo, entre tanto, de espaldas a la imagén, trato de mantener el hilo de la competencia. mientras tortuosamente avanzo por las lineas de la pantalla con la complicidad de los dedos, tecla a tecla, palabra a palabra. . .
Bueno, hago alusión al Tour de Francia, una de mis vocaciones veraniegas, ya que la primera a llegado a su fin desde el día catorce -los encierros sanfermineros de Pamplona, esos desbocados carrerores de seis toros de casta por las antiguas, estrechas y empedradas calles de Pamplona, guiados por sus cabestros, para llegar a su fatal destino, la Plaza de Toros. Pero esto no tendría nada de interesante sino fuera porque esas estrechas calles a las ocho en punto de la mañana de cada día, entre el ocho y el caterce de julio, están atestadas de gentes, de todos los pelambres, dispuestos a jugarse la vida por correr unos cuantos metros por delante de las astas de los bóvidos. Carreras, empujones, atropellos, caídas, contusiones, muchas y variadas, también, lo que parece increíbre, una que otra cornada a pesar de la docena de cuernos empujados por veinticuatro patas en la loca carrera - Así que desde el día quince sólo queda el Tour, para pasar las tardes dormitando en el sillón, mientras las novenas multicolores cumplen su cita diaria con el asfalto y con la EPO.
Hoy, dieciocho de julio, salgo a disfrutar de unas cortas vacaciones; y mientras los heridos de Pamplona terminan de curar sus heridas, y los ciclistas siguen en su largo trasegar por las campiñas francesas, sigo pendiente de las peripecias del Padre Camilo, que por tierras quindiam anda tan perdido como el hijo del aviador aquel de principios del siglo pasado. Y es que no da señales de vida, paraciera que ya la manigua hubiera dado buena cuenta de él. O será que la dedicación a la "tareita" que desde estas tierras se ha llevado, no le han dejado tiempo ni lugar para los informes pertinentes?
Ya veremos, y sabremos.
Qué recuerdos nos quedan de las vacaciones del colegio? De mi parte, debo confesar que no muchos, por no decir ninguno.
Junio, vacaciones de medio año y fiestas aniversarias de Calarcá, necesariamente van de la mano.
Cuántas amanecidas viendo peleas de borrachos? se perdía la cuenta y el tiempo no alcanzaba para presenciarlas todas. Las noches se gastaban viendo bailar a través de las rendijas de las casetas, o en las puertas de los cafés y cantinas, donde nunca faltaba el baterista y su maraquero, y levante cisco y siga bebiendo y no la suelte que se la quitan!
Que difícil era caminar por la carrera 25 entre la 37 y la 41, la marea humana avanzaba y lo iba llevando a uno, lentamente, poco a poco, esquivando puestos de chuzos, chócolos, chicharrón bogotano y demás fritangas que se espacián por toda la geografía festiaria. Y terminada la "vuelta" a empezar de nuevo. . .
Reinas en carretillas tiradas por caballos, o zorras que llaman (a las carretillas, no a las "beldades"). La tan afamada flota cagajón tenía su agosto en junio, y las reinas de entonces tenían menos pedigrí, porque el reinado del café era departamental ¿hasta qué año? hasta 1982, según dicen los memoriosos, no me consta.
Qué curioso, fue más fácil encontrar información sobre las reinas cafeteras, que sobre los alcaldes de municipio ¿por qué será?
Y el reinado se hacía en la Plaza de Bolivar, sobre un improvisado tablado, que en alguna noche de coronación no resistió el peso de la decisión del jurado y la reina, su séquito y demás celebrantes fueron a dar con sus huesos al hueco que se abrió a sus pies, algunos lo recordarán mejor porque lo vivieron en directo, a mi me lo contaron, y no lo olvido.
Para 1978 ya no habían casetas, al rededor de la plaza se distribuyeron quioscos y un tendal de mesas y butacos de madera, y la música era el caos, porque en cada sitio se tenía la suya, pero era imposible no escuchar la de los vecinos, así que en el parque se vivía una amalgama de sonidos imposibles de diferenciar.
Y en ese 1978, en la plaza de Bolivar de Calarcá, tuvo su quiosco un muy especial y particular grupo de muchachas de Instituto Calarcá, se hacía llamar "La Docena Juvenil". ¿Quiénes de los bachilleres robledistas de 1978 vivieron las fistas de ese año al rededor del mencionado quiosco, y de su docena de propietarias?
Al igual que Don Gonzalo Gutiérrez, este hombre fue un gran personaje en la educación Calarqueña. Ya Camilo Sánchez nos había contado alguna de sus anecdotas con este pedagogo quindiano.
Invito a los egresados del 78 a ayudarnos a construir un perfil de Don Bernardo Ruíz Sabogal. otro gran señor de la educación. Aunque Fernando Torres no piense igual y si lo piensa que nos lo escriba aquí.
Como lo anuncié en el último comentario, el "Padre" Camilo ya está disfrutando de las viandas familiares en la Calarcá de sus entrañas, y me anuncia que está presto a cumplir con la tareita que tiene. Espero que podamos resolver las dudas planteadas desde las primeras entradas, en especial lo referente a algunos de los profesores de los que mi momeria aún no encuentra registro (profunda huella, tan profunda que aún no llego).
De otra parte, un amigo, Calarqueño de racamandaca y robledista para más veras, Fernando Torres Duque, que se paseó por esas tierras en días recientes, me envía una información que le había consultado, la del Alcalde de Calarcá en el año 1978, según sus muy fidedignas fuentes, entre 1976 y 1979 fue el señor JAIME ALBERTO MEJÍA JARAMILLO.
Qué hizo?, y qué dejo de hacer? no son asuntos que me ocupen en este momento, pero sí quiero detenerme en el comentario al margen que Fetorres me heciera sobre la búsqueda de la información: Le fue muy dificil encontrarla; pareciera que no hay un archivo dónde consultar la historia de las administraciones municipales. ¿A quién corresponde esta responsabilidad? Existe alguna división dentro de la estructura administrativa que se encargue de realizar esta labor? Hay algún historiador escribiendo la que corresponde a la querida villa? Son preguntas que ahora me hago y no quisiera llegar a respuestas negativas, así que esperemos. . .
Y de historias digitando,o chuzografiando como dicen por esas tierras, a quién le corresponde hacer el inventario de las entidades educativas y presentarla? Vuelvo a preguntar, cuántos egrasados suma en sus cincuenta y tantas promociones el Colegio Robledo? y el Instituto Calarcá, y el San José, y el Técnico, y la Bella y Barcelona y la Virginia; El seminarístico Gimnasio Modelo (a propósito, quién es o fue el Varón Perfecto modelista?) y el John Dewey? Y demás instituciones cuya existencia desconozco. En resumidas cuentas ¿Cuántos bachilles a graduado Calarcá en su vida educativa? Sí, eso también hace parte de la historia que en alguna parte debe estarse escribiendo.
Cuarenta.- (del lat. quadraginta) Cuatro veces diez -según el diccionario de la lengua española, vigésima segunda edición- Sí, esos son los días, igual que los ladrones de Alí Babá, que llevaba este blog en paro (por no decir en abandono).
Pero a todo le llega su día y hoy he vuelto, con un evento bastante viajero, claro que no propio, pero sí muy cercano al motivo y razón de este espacio: El próximo día 10, si no estoy mal informado y si la memoria no me traiciona, viajará a Locombia, y con más precisión a su Calarcá natal, el que fuera en 1978 uno de los graduandos robledistas, hoy presbítero (o cura, coloquialmente escrito) residente el el pirineo Catalán -Tierras españolas para más veras, así le pese a los catalanistas- muy cerca de Andorra y de Francia ¡qué envidia! Formador de vocación y cuentista de estreno*.
Sí ya lo adivinaron, el hijo de Beliza y Ruthe, pero no Álvaro, el abrazó otros "hábitos" y no es de los del 78; Camilo Augusto Sánchez Herrera.
Ahora bien, como no se puede dar puntada sin dedal (y menos en estos tiempos de cibernética, informática y demás demencias existenciales) aprovecharemos que el padrecito estará entre los suyos, para contactar con los robledistas del 78, con los que estén a la mano, que no son muchos, imagino que con Pedro Einer Ocampo, Edison Puentes, Francisco José Duque, Luis Fernando Bermúdez y Luis Fernando Londoño, entre otros.
Y como el optimismo, que puede rayar en el abuso, es mucho, a lo mejor le alcanza el esquivo tiempo para visitar el Colegio y hasta recoger alguna valiosa información que nos permita crecer en contenidos. Ya lo veremos.
Espero que ahora el impulso dure y no tengamos que esperar otros cuatenta. . .
El própósito primero de este Blog, ha sido, es y será, servir de punto de encuentro para los que en 1978 dejamos de ser colegiantes robledistas. Sé que es una meta ambiciosa y a largo plazo, y que con estos primeros pasos ya estamos avanzando para hacerla realidad.
En estos tres meses de labor, hemos caminado más despacio de lo esperado, los contactos aún son pocos y la participación reducida:
En primera instacia y determinado por mis vínculos de amistad, di a conocer el proyecto en ciernes a Carlos Alberto Villegas, Camilo Augusto Sánchez, Carlos Mario Vargas, Luis Fernando Londoño y José Jesús Arbeláez; de los dos primeros las respuestas no se hicieron esperar, lo que se refleja en el contenido del Blog; de los demás aún no hay respuesta, pero sé que con el tiempo llegarán.
El paso siguiente fue con Fernando Ramírez, con quien además de la amistad latente y el compañerismo juvenil, me unen lazos de sangre -primos amigos, o algo así.
Escribí a Julio César Arbeláez y tube contacto telefónico con Edison Puentes y Pedro Einer Ocampo.
Nos hemos dado a conocer en otras instancias, en particular a los círculos de amistad de Carlos Alberto Villegas.
En estos primeros tres meses hemos avanzado, y estoy seguro que con los buenos oficios de los contactados y afines alcanzaremos la meta en un futuro no muy lejano.
De nuevo bienvenidos y procurad multiplicaros. . .
Fueron muchos, muchísimos los momentos vividos, compartidos alrededor de tintos, pintaditos, gaseosas y algo de humo, con animadas charlas y demasiado bla bla bla. . . con música de fondo y don Jairo detrás de la barra, armando de paciencia, que no poca precisaba para, más que atendernos, soportarnos.
En qué otro lugar nos permitíamos pasar las horas dándole a la matraca? (como dicen por estas levantinas tierras) si acaso en el parque; pero cuando la lluvia o el frío nos apartaban de sus mullidas bancas, terminabamos allí arrebujándonos alrededor de alguna de sus mesas, dos, tres, cuatro y más parquehabientes desterrados que sucumbíamos al aroma del café y, por qué no, al encanto de alguna de sus meseras.
Allí llegábamos y nos sentíamos como en casa, más que conocidos, reconocidos, cotidianos, casí permanentes ¿a qué horas estudiábamos? No teníamos que citarnos, ni buscarnos, con pasar por allí era suficiente. Ahora que si eras el primero, no problema, pronto aparecían los otros contertulios.
Momentos, ratos, minutos, horas, tardes enteras se quedaron allí, en la esquina de la veinticinco con treintaiséis; siendo testigos del trajinar diario que por aquel entonces discurría veinticinco arriba y veinticinco abajo, cual si yo-yo o tiovivo fuera. Desde sus mesas y a través de sus cristales presenciábamos la vida desde la barrera, en primerísima fila, in-situ; también era una forma de vivirla, porque desde la calle el espejo se invierte y terminábamos siendo objeto de las miradas transitantes, viandantes, andantes. En últimas, era estár en una vitrina permanente y dinámica.
1978, Calarcá, Colegio Robledo, robledistas, calarqueñas. . . Todo desde y a través de los cristales de la CAFETERÍA DONALD.
Cuando juego a recordar, descubro que es más grande el olvido. Por ello escribo sobre la desmemoria, esa capacidad de no recordar, o de hacerlo parcial y sesgadamente, tan propia de la naturaleza humana, esa que nos hace ser lo que somos: Un manojo de olvido. Y cuando compartimos esos esbósos anecdóticos, que a medias conservamos y con dificultad recuperamos, con los que las vivieron desde la otra orilla, comprobamos lo vagos, supérfluos y hasta equivocados que llegan a ser. Y no es que pretenda lavarme la manos, no.
Lo anterior viene a cuento, porque al querer hacer referencia a la Semana de la Cultura que celebraba el Colegio con cierta anualidad, sólo alcanzo a recuperar algunos versos declamados y los nombres de algunos declamadores. Me cuentan de concursos de Canto y Oratoria y no sé que más, de baile o danza? de fonomímica? pero la memoria sólo alcanza ahora para la declamación.
Me llegan imágenes y sombras que van tomando forma lentamante: Los Motivos del Lobo y Los Pecados Capitales que Alberto Campillo nos regalaba con su instrionismo y energía, en contraste con la ternura que Fernando Echeverry derochaba con unos Claveles Rojos, o preguntádose qué es el beso?.
Así también, el canto a La Niña de Puerto Espejo o el llanto dolorido de Baudilio Montoya por la muerte de José Doleres Narajo, nos llegaban bañados del sentimiento que Carlos Arturo Patiño trasmitia. Y de vigor y contundencia cuando era Carlos Mario Vargas quien nos deleitaba con Guapos o el poema de Ladislado:
Yo nací en los mismos llanos y me llamo ladislao, y soy un tupial pues pico y un tigre por lo pintao; con una soga en la mano y un garrote encabuyao yo soy mas bravo quiun toro y más ágil quiun venao . . .
También me alcanza desde la distancia Luis Manuel Alzate, declamador Baudiliano tambien él, que con gracia y armonia nos entregaba, entre otras páginas, Del Éxodo.
Los títulos son muchos, algún Nocturno de Silva, El Cuento de Mar de Robledo Ortiz, Las Penas y Alegrías del Amor, de Rafael de León, Reir Llorando, El Duelo del Mayoral, El Seminarista de los Ojos Negros, Tengo el Caballo en la Puerta, Porqué no tomo más, y tantas otras del poemario popular tan de la época, que, perdidas en aquella estancia en acompañía de las voces de quienes a bien tuvieron entregárnoslas, perduran en la distacía para el regocijo y la nostalgia.
Los hubo en cantidades que me superan, unos mejores, otros no tanto, también peores, que malos no, pésimos; pero con el arrojo suficiente como para subir al improvisado escenario ante la barahúnda vociferante.
Y entre todos ellos, en una de tantas ocasiones, surge un pajarraco de mostacho que logra el silencio del respetable para refrescarnos con "UNA GOTA DE AGUA" imposible de trascribir o transmitir en este espacio ni por este medio; patrimonio memorístico de quienes bebimos esa lírica acuífera en su momento y lugar. No recuerdo el el resultado final del consurso, pero no me estrañáría que el fulano hubiese terminado ahogandose en su propio aguacero.
Qué otros recuerdos nos quedan de aquellos jornadas vividas en torno a improvidos tablados en el arenoso patio robledista? Qué otras voces?
Las calles Recreadas. Calles sedimentadas en los tiempos y espacios de los hombres, que pasan por la voluntad creadora. Calles que fueron piel pero ahora regresan mitificadas por códigos y símbolos, calles que fueron anhelo pero que se materializan en medios y expresiones, en gestos mimetizados. En ellas el signo y la ficción se juntan para fundirlas en un nuevo objeto de nuestras andanzas: la estética del tiempo-espacio. La historia como arte.
Ellas son para nosotros, material de transmutación personal y estético, metamorfosis y reinvención del ser, camino de trascendencia.
He aquí una calle recreada de la generación del 78, por la que nos ha invitado a pasearnos Luis Fernando Noreña-
CAPÍTULO IV
-Y ...¿cómo anda Pausanias? -Palomares le cambió el tema a propósito, no estaba dispuesto a dañarse la noche. Fíjate que ese pobre mono, si que está de malas. Lo tienen en vueltas con la procuraduría; a él, ¡ja!, a él, que ha sido el único tesorero honesto en este pueblo. Palomares conocía con propiedad la historia del poeta Farías Porras: era un apasionado lector de cuanto libro llegaba a San José de las Lomas, pero a pesar de haberse leído El Capital y las tesis filosóficas de MaoTse-Tung, su pensamiento cristiano y su amor por la no violencia, pregonados por Gandhi y Martin Luther King, le impedían asumir posiciones radicales. No desconocía que Farías, en los fervorosos análisis de la situación política, se manifestaba en contra del gobierno y a favor de los grupos insurrectos, pero sabía con certeza que no estaba involucrado en acciones sediciosas. ¡Pero nooo, no creás, si las cosas siguen así, le va a tocar pagar esa plata.! Sobre Farías circulaban versiones y perversiones comunes en cualquier pueblo y nada le extrañaría a José que algún día lo condenaran a beber la cicuta. El poeta trabajaba como catedrático mal pagado en un colegio de niños bien que había fundado la parroquia, complementaba los ingresos con el secreto oficio de remendón y ejercía, sin licencia ni remuneración alguna, una cátedra peripatética con los jóvenes inquietos de San José de las Lomas. El les abría los ojos al mundo, les sembraba sueños libertarios y los introducía al universo de los libros. ¡Eeeh! ¿Pero, qué culpa tiene el pobre si fue al mensajero al que le robaron la plata?. En sus charlas entretejía sin orden alguno los pensamientos de Marx; las verdades reveladoras de la última encíclica papal; fragmentos de "El Principito" aprendidos de memoria; las tesis revolucionarias de Theilard de Chardin que pregonaban la necesaria conciliación entre las asombrosas teorías darwinianas y la concepción judeo-cristiana de la creación del mundo; las frases "impactantes" de los discursos de Kennedy, un presidente "sui géneris" en la corte del imperialismo yanki; traducciones libres de las canciones pacificadoras de John Lennon y las arengas del Internacionalismo Proletario de su ídolo Ernesto "Che" Guevara; apartes de Juan Salvador Gaviota y una poderosa convicción en el Poder Juvenil en Jesucristo. ¡Nooo, mijo! Y aunque no es mucha la plata, a uno si le duele que se la descuenten de su sueldo, ¡bien poquito que es!! Era común ver a Farías, en las tardes, paseándose por la Calle Real o por la Calle de Las Palomas, en compañía de muchachos y muchachas menores que él, absortos en discusiones que nadie entendía en el pueblo u orquestando tertulias en el parque central, hasta altas horas de la noche, donde rasgueaban la guitarra, declamaban o contaban chistes. Detrás de la Iglesia, con la ayuda del padre López, adecuaron un saloncito con treinta sillas y no había noche de la semana que no tuviera una reunión con los jóvenes. Grupos de oración, clubes deportivos, escuelas de liderazgo, círculos bíblicos; estrategias de una misma causa: ampliarles el horizonte a los lomeños para que no se pudrieran en la abulia ni se perdieran en los meandros del alcohol y la marihuana. ¡Claaaro, porque es bueno, porque es honesto, se la montan al pobre monito! Yo de Pausanias, renunciaba a la tesorería.. Palomares recordó que a Farías lo citaron a una sesión del Concejo Municipal para hacerle un juicio público por supuestas contravenciones al estatuto de seguridad; le han visto, señores, continuamente deambulando con púberes, no se sabe con que insanos propósitos hasta altas horas de las noche y, muy honorables concejales, los padres ya no pueden dormir tranquilos porque nunca saben a ciencia cierta dónde se encuentran sus bien amados hijos; uno de los rapazuelos que conforman su corte, distinguidos ediles, tuvo la desfachatez de contestarle a su benemérito padre que estaba esperando la hora de cerrar el Parque de Bolívar, respuesta insolente que ha surgido sin duda del espíritu altanero - contrario a la moral y los buenos principios - que les ha inculcado este hombre ruin; actos de rebelión como esos no podemos permitirlos, damas y caballeros, porque se está socavando nuestro sacrosanto derecho a la patria potestad; cuando en realidad querían cortarle salidas a un posible movimiento político que le restara votos a la cauda electoral de los dos partidos tradicionales. En las barras, el pueblo seguía con atención el juicio: Padres de familia a favor y en contra y una muchachada enardecida que recibía con rechiflas las relamidas intervenciones de los integrantes del Concejo, quienes trataban de arrojar dudas sobre la conducta del poeta. Farías, con una oratoria limpia, cargada de conocimientos históricos y citas de los profetas bíblicos, les demostró que nunca el pueblo había sido tan dinámico: Campeonatos Regionales de Baloncesto, Congreso Nacional de Juventudes, Semanas de la Cultura Participativa, Periódico Juvenil, Marchas Intermunicipales Probuses Urbanos y Programas Cívico-Radiales, daban cuenta de sus buenos propósitos. Amplió la caja toráxica para potenciar la voz de trompeta apocalíptica y recitó en tono de Do, la sentencia de Gibran Jalil Gibran: "Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos y las hijas de la vida, por el ansia de sí misma, vienen a través vuestro, pero no son vuestros". Se escucharon entonces los suspiros profundos entre las quinceañeras que vivían enamoradas del porte de Farías, de sus ojos verdigrises, su barba bien puesta y su corte de pelo que imitaba a los Beatles y le daba aspecto de Cristo en ciernes; mezclados con los ayes de compasión de las madres que no soportaban la idea de que "Vosotros sois el arco y ellos son la flecha y el arco no va donde va la Flecha", y un silencio respetuoso y denso entre los varones. De tal forma que cuando concluyó el texto iluminador del libanés, la muchedumbre saltó la baranda que los separaba del salón de sesiones y se lo llevaron en hombros, por encima del lacerante sonido de la campanilla del presidente del concejo y la demanda impotente de orden en la sala, señores, orden en la sala. Pero el monito es juicioso, en parte porque su mujer lo cuida bastante, no lo deja ni respirar, y es que muchas deberían hacer lo mismo con sus maridos, pues aquí, cuando menos piensa, se lo quitan a una y no sólo las mujeres, porque ¡eeeavemaría si en este pueblo hay maricas! Alguna vez, José Palomares y Eumares Muriel tuvieron una seria discusión sobre Farías. El poeta les había descubierto el puerto de la inteligencia a varias generaciones de lomeños. Cuando estaban a punto de salir de la hora boba y caer en la edad de la caquegato, como decía la gente de San José de las Lomas, eran arrastrados por el torbellino de la curiosidad a las islas que había formado Farías con jóvenes de su edad. Allí aprendían las condiciones necesarias para navegar en el sueño de las utopías transformadoras y se lanzaban, con el tiempo, a la conquista de su propio mundo. Cuando regresaban, muchos años después, la gran mayoría con sus naves cargadas de gloria, y algunos pocos con los velámenes raídos o sus timones destrozados por la furia de los elementos, encontraban de nuevo a Farías Porras, ancorado en los islotes de su piélago vital. Entonces les desencantaba su torpeza, sus discursos repetidos y la forma de dilapidar una existencia que, ellos lo imaginaron siempre, estaba predestinada a más grandes designios. Algunos volvían a tratarlo con una amistad indulgente, pero la gran mayoría lo miraban con la rabia de los traicionados. Lo que una no puede creer es que Don Argemiro, con las canas llevándoselo para la otra vida, se ponga a estas alturas del partido a coquetearle al juego de la rosca izquierda. ¡Es un fracasado!, había dicho Eumares con severidad. Palomares lo negó con mayor pasión y le contó su propia visión del poeta. El siempre había comparado al camarada, como solían conocerlo sus más cercanos amigos, con un amplio puente que ayudaba a cruzar a los lomeños de un lado al otro de la vida. A los puentes, insistió Palomares con inusual vehemencia, se les pisa, se pasa por encima de ellos y a veces ni se reconoce su existencia. Ellos a diferencia de los viajeros, están pensados para quedarse en el devenir de los caminos. Si ellos no existieran, sería mucho más difícil que los transeúntes llegaran a su propio destino, quizás tendrían que descender a simas más profundas, con peligro para sus vidas, o desviar su trayectoria, kilómetros y kilómetros, hasta encontrar un posible vado donde atravesar y proseguir la marcha; es entonces cuando se les añora, cuando se reclama su presencia. Pero si los afanados peregrinos los encuentran a su paso, los asumen como elementos naturales y no se detienen a reparar en la poderosa estructura que los mantiene en pie, y si alguna vez regresan, sólo detallan la pintura excoriada y los pernos sueltos que ayer no existían ante sus ojos. Eumares suspiró profundo; la bruma de resentimiento que había acumulado durante años se fue disipando lentamente y pudo ver con claridad la presencia de Farías en su propia vida. En homenaje a su tutor y amigo, Eumares pintó con plenitud centenares de puentes. Su pintura cobró vida y alcanzó tal nivel de armonía que, cuando él ya no padecía los vanos afanes de este reino, los visitantes a las salas de exposición en Barcelona, Londres, París, Nueva York o Tokio se sentían irresistiblemente arrastrados a caminar por los senderos a los que aquellos puentes tendían con generosidad la mano para que se pudiera pasar al otro lado, donde los esperaban paisajes jamás soñados. Imaginate que una noche de farra, Don Argemiro y tres amigos de su misma edad, vieron pasar a Silvio Carmín, el sardinito que ganó el reinado nacional de belleza de los travestis en el Puerto de la Buenaventura, y lo invitaron a tomar con ellos. Al final terminaron metidos los cinco en una residencia. ¡Vaaaya uno a imaginar lo que pasó! Pero lo cierto es que el mariquita ya les entabló denuncia por lesiones personales. Como siempre: todo el mundo se enteró , pero nadie sabe nada. ¡Definitivamente, este pueblo está podrido!
CARLOS ALBERTO VILLEGAS (Gracias por las alas. Novela inédita)
A continuación se publica la primera carta, nota, artículo -o como se le quiera llamar- que el padre Camilo nos hace llegar. Bienvenidas sean todas las que el futuro nos envíe.
Madrid, abril 8 de 2008
Muy estimado Luis Fernando Noreña
Comienzo por aplaudir la feliz iniciativa de éste blog que ayudará no sólo a degustar añejas nostalgias sino también a expresar ocultas y sentidas gratitudes. Muchos rostros me han venido a la memoria leyendo aquellos primeros trazos virtuales; ha sido además ocasión de vivos coloquios en casa de Carlos Alberto Villegas Uribe en la calle Treviño, primero, y ahora en Galapagar. Debo confesar que habiéndose polarizado el diálogo en tan reconfortante tema me he podido sentir un poco más aliviado de sus habituales invectivas contra la fe católica que profeso y que él desde la “otra orilla” se empeña en fustigar. Pero como con lo dicho ya le estoy dando nuevos motivos a Aquiles para reemprender su santa cruzada por las libertades, y en verdad que no conviene, iré directo a los recuerdos:
Resaltaré en esta nota sólo dos nombres absolutamente imprescindibles. Dos hombres extraordinarios que dejaron una honda huella en mi vida y a quienes guardaré por siempre reconocimiento y gratitud:
El gran maestro y educador Bernardo Ruiz Sabogal, quien fue durante casi todo nuestro proceso formativo el rector del colegio. Recibí de sus manos el diploma de bachiller, igual que había recibido el de kinder en el colegio John Dewey, trece años antes. Dos hechos de aquella tiernísima infancia en la que este singular maestro intervino han sido decisivos en la configuración de mi personalidad: la primera, un gesto suyo, ya en primero de primaria, en que depositó en mi toda su confianza asignándome por un breve tiempo una enorme responsabilidad; la segunda, la acertada recomendación que le hiciera a mis padres de que me enseñasen a jugar ajedrez.
Estos hechos, y lo que pudimos contemplar de él ya en la juventud marcó para bien a toda una generación. El impacto de su recia personalidad; la altura espiritual de un hombre que sabía que la verdad tenía en si misma la fuerza suficiente para persuadir al formando sin necesidad de imponerla con violencia; Don Bernardo transmitía paz e inspiraba respeto; daba la sensación de que poseía el don infinito de la paciencia, sabía esperar. ¡Y cuánta paciencia se requirió para formar aquella horda destructiva y soñadora de adolescentes! ¡El Señor lo tenga en la gloria!
Otro gran hombre que también ha partido a la eternidad, a esa eternidad que Petete mira con sospecha pero que igualmente anhela, es Fernando Antonio Rincón Cardona. Tenía casi nuestra misma edad pero se le miraba con respeto. Su prudencia, su caballerosidad y decencia, su responsabilidad, su don de gentes, su capacidad de liderazgo, su amistad franca y sincera, sus convicciones, y el gran respeto por todos y cada uno de quienes le trataban le hacían destacar en medio de sus compañeros del colegio; se destacaba si, pero sin asomo de protagonismo. En él encontré un modelo de vida ejemplar a quien seguir e imitar: porque era grande, pero pequeño y sencillo. A él me acerqué con confianza para que me invitase a participar de un grupo juvenil que estaba fundando Luis Fernando Londoño Daza al cual él había sido invitado, el grupo juvenil ALFA. Ya en este nuevo entorno se fortaleció nuestra amistad y pudimos caminar junto un buen trecho de la vida. Lamenté mucho el primer accidente que sufrió y celebré su asombrosa recuperación. Pero el segundo que le sobrevino fue definitivo y sus familiares, sus amigos y paisanos le perdimos para siempre. Pera aún vive, vive en Dios y vive en nuestro recuerdo. No tengo la menor duda de que el día que nos reencontremos va a sonreír viendo muchos de sus rasgos plasmados en mi rostro. ¡Brille para él la luz perpetua!
Con afecto,
Camilo Augusto Sánchez Herrera, presbítero.
Nota: Espero poder saludar personalmente a muchos durante las próximas fiestas de Calarcá!!!
Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay Ayala ¿qué hay en estos dos nombres? Mucho de historia y algo de histeria. Presidentes de la República de Colombia durante el inolvidable y siempre bien recordado 1978. Sí. El 20 de julio terminaba "El Pollo Vallenato" su Mandato Claro, que se recordaría durante mucho tiempo, pero si la L; e iniciaba el cuatrienio de los bailes en Cúcuta, uno de los más controvertidos personajes de la política nacional de la segunda mitad del siglo veinte. Valga comentar que ahora que los dos pertenecen al olvido, sus recuerdos se cubren con el manto de las sombras, y como en nuestro pais no hay muerto malo, sus mandatos brillan con luz propia y son ejemplo a seguir por las futuras de-generaciones ¡horror!. Claro que de Alfonso a Julio la distancia es grande, muy grande. Y que los historiadores nos cojan confesados.
Luis Carlos Galán Sarmiento, es elegido por primera vez como Senador de la República por el departamento de Santander, once años antes de cumplir su trágica cita en Soacha, en 1978.
La Gobernación del Quindío pasó ese año por tres manos (o tres culos, porque, a más de sentarse en cómodo sillon y devengar un nada despreciable sueldo, ¿para qué sirve un gobernador en Colombia? bien, puede servir como premio de consolación para eternos ex-candidotes a la Presidencia, como lo hicieron los santaderianos en la última elección) Lucely García de Montoya lo fue hasta el 5 de agosto, Olma Inés Beltrán de M. entre el 5 y el 25 de agosto (no le alcanzó ni para una mesada completa) y a partir del 25 Mario Gómez Ramírez.
Ahora bien que la Alcaldía de Calarcá tuvo que tener algúnos personajes allí encaramados, no los he hubicado aún, pero seguiré en la búsqueda. Ya los recordaremos.
El anuario político es muy grande y no es mi intención reconstruirlo, sólo quise traer algunos nombres, para que la memoria no se tueste del todo.
Anwar al Sadat, por entonces presidente de Egipto, recibió el premio Nobel de la Paz, por buscar un imposible que terminaría constadole la vida.
Rafael Antonio Niño ganó ese año su quinta Vuelta a Colombia, magno evento del ciclismo nacional, que, a pesar de la años y la poca atención de los medios, sigue siendo un referente del deporte nacional. El Tour de Fancia lo ganaba por primera vez Bernard Hinault.
Millonarios, el equipo embajador, el siempre bien llamado balet azul, fue por undécima vez campeón del rentado de futbol nacional, en el año del Mundial de Argentina, cuando aún se añoraba el famoso 4-4 chileno (empate de nuestra seleccion ante la Unión Soviética durante el mundial de 1962 en Chile) y la época de Maturana esta lejos. En ese entonces no nos preocupaba perder con Brasil, Argentina, Uruguay o Paraguay, eso se daba por descontado y los marcadores parecían décadas 6-0, 8-0, 3-0. . . tiempos aquellos no!.
Fue el año de Mario Andreti en la Fórmula Uno (de automovilismo). Y Roberto José Guerrero debutaba en la F-3 Inglesa.
Pero no todo eran triunfos, en 1978 perdió el título mundial de boxeo en la categoría de los pesos medianos Rodrigo Valdes, uno de los medianos más completos de la historia, según los entendidos; ya había pasado de época de gloria de Antonio Cervantes - KidPambelé y eran los hermanos Cardona los que a trompada enguantada, mantenían en alto el nombre del Deporte Colombiano. Es el año que Muhammad Ali pierde su corona de los pesos completos para recuperarla de nuevo antes de que nos graduaramos, no nos iba a dar tal disgusto y menos en ese momento.
La Carrera de San Silvestre no la ganaría un Colombiano ese año, se la llevó un franchute desconocido, así que Victor Mora, tricampeón hasta entonces y Domingo Tibaduiza campeón de la edicion anterior, no nos cumplieron la promesa.
Y el reinado nacional de la belleza, y la cruz de boyaca y el reinado del pandebono y el de la yuca y "al hueso huesudas"; José, Siempre, Tongolele . . . Chicle y sus tijeras, don Jesús y su Inglesa de papel, La Cigarra de don Jorge, Doña Pura, La Pola, La Napolitana, La Escorial, El Panameño, El Yarí y El Quindío -con su pléyade de peliculas del oeste- La Barra, Flamingo, El Paraíso, Veracruz y la postrera con plátano asado y bocadillo; El Restaurante de Benilda, que no necesitaba nombre; Copelia -La Fuente Nueva- El Pascual Polvero, aquella grama de arena donde tronqueabamos al fútbol, ¿acaso ha tenido algún sobrenombre?; Las partidas (quién las conoció enteras?), Quebradanegra, El Santodomingo con Matusalen, Puente-Rojo y El Matadero; Los Chorros, Barragan, El Alto del Rio, La Bocana, La Virgen Blanca y La Negra, -que no "semos" racistas- El Morro, La Divisa, Sierra Morena, Cansaperros, El Castillo, Los Tanques, El Túnel (no el de ahora sino que que no conducía a ninguna parte), La Línea,. . .
Nombres, nombres y más nombres, abstracciones de un pasado que nos pesa, pero recordamos y recordaremos con la nostalgia de lo que fue, ya no es, pero hace parte de nuestra historia, de ese nosotros abstracto, individual y colectivo al mismo tiempo, que nos alcanza y nos supera, dejando su marca indeleble en cada rostro, rostros que siguen asomándose desde un, cada vez, más lejano pasado.
miércoles, 2 de abril de 2008
Don Gonzálo Gutiérrez
CYRAGNO DE CALARCÁ
O EL GRAN SEÑOR DE LA EDUCACIÓN
Mencionar los nombres de los profesores del Colegio Robledo ya nos deja a las orillas del recuerdo. Un islote en el que sobreviven algunas imágenes como objetos fragmentados de un enorme naufragio.
¿Naufragaron los estudiantes del Robledo del 78 en sus propósitos académicos? ¿Naufragaron las integrantes de la docena juvenil del Instituto Calarcá; hermoso ramillete que alimentaba pasiones adolescentes?.
¿Nufragaron los integrantes de Asterix que aspiraban integrar la Selección Colombiana de Baloncesto?
Naufragaron los poetas que se divertían con Cabrera Infante y soñaban intimamente con un Premio Nobel? ¿Naufragaron los revolucionarios que invitaban a las marchas para conmemorar la muerte de Mao Tse Tung, en un horroroso país de fosas comunes? ¿Es pesimista la visión y más pesimista aún la revisión?
Seguramente sí.
Sin embargo, hablar de naufragios en un mundo que colapsa significa apostarle sólo al éxito como fórmula y no a la narrativa vital, llena de atardeceres irrepetibles, como esencia.
Si, la narrariva vital, esa forma libertaria de vida que mide la realización, no por titulares, ni por el aplauso momentáneo, sino por la inmortaliad del instante, de los múltiples, inaprehensibles e invaluables instantes que configuran la vida de uno, la multitumbre -multitud de urdimbres- de pocos. Ah, grato volver a los nombres y tras ellos a los seres humanos que entretejieron cronotopías, ese punto heisenberiano de la incertidumbre atómica de tiempos y espacios. Momentos volátiles que ya no son, pero que de alguna manera siguen siendo en el andar cotidiano del otro. En su trama, en su urdimbre vital que una sonrisa rescata y valida. Y en ese cronotópico momento no hay posibilidad para la derrota. Sólo la alegría de haber estado allí, en el irrepetible y valioso proceso de ser, de construirnos como personas, como colectivo, como sociedad, como pueblo. Porque mencionar a Don Gonzalo Gutiérrez, o a cualquiera de los profesores del Robledo, que padecieron la generación del 78, no es sólo traer al presente las clases de español y de geografía, donde "Mire mellizo, que tal que su mamá, doña Graciela, supiera que tiene un hijo tan maleducado que no saluda al profesor en la calle". No es sólo recordar a un maestro convencido de su oficio, con la capacidad para donarse en toda la dimensión de sus aciertos y desaciertos, con la paciencia para compartir, ante una treintena de mozalbetes hablantinosos, su amor por "los lánguidos camellos de elásticas cervices" y la precisión para ubicar en los mapas multicolores, cada una de las regiones y accidentes geográficos de un planeta que no tenía lugares secretos y si muchos nombres de asombro para nuestra rural existencia. Mencionar a Don Gonzalo Gutiérrez -así, con esa forma reverencial que su edad, sus encanecidos cabellos, y su convencimiento pedagógico en lo que hacía, imponían-, es, igualmente, dimensionar el quehacer de tantos maestros y maestras (que no se olvide el necesarísimo e incluyente énfasis) que trataban de construir un mundo mejor con su ejercicio cotidiano. Pero es también recordar a Mora, denominado aquí con esa forma castrense de la educación de entonces, quien tuvo que abandonar sus estudios en tercero de Bachillerato, porque "de que se ríe mellizo, me vio muy narizón, muy desdentado o muy orejon"; cualidades físicas que el "Profe" poseía con largueza. Y con Mora, recordar a todos los alumnos que tuvieron que desertar de los colegios porque el respeto al profesor no solo era una obligación, sino también una carga impositiva que torcía o construía destinos. Y con él, a todos los camioneros que trashuman "La Línea" en el intento de sobrevivir y ayudar a otros a hacerlo. Mencionar a Don Gonzalo Gutiérrez, no es sólo hablar del Cyragno pedagogo que atravesaba flemático los andurriales del pueblo bajo lluvias diluviales, sólo para educar con el ejemplo, en el compromiso y la responsabilidad. No importa que muchos no lo entendiéramos en su momento. Es también señalar un aspecto de de la historia de la educación en Colombia, donde los educadores formados en las normales de Pácora o Salamina -¿cuál de ellas existió o aún existen?- trashumaban por la geografía del viejo Caldas convencidos de su misión como constructores de mejores futuros. Don Gonzalo Gutiérrez es solo una punta del Iceberg que flota cerca de las islas del recuerdo al que nos convoca ahora Luis Fernando Noreña. En este mismo sentido reitero la invitación a todos aquellos que, de su propia y personal cronotopía, desde su narrativa vital, puedan ayudar a entretejer esa tupida cartografía que significa mencionar a un hombre, en una fecha específica de este mínimo planeta, ubicado en alguna parte de las billonésimas galaxias que nos constituyen como simple y pasajero polvo de estrellas. Pero polvo enamorado, señalaría Don Gonzalo Gutiérrez recordando al poeta español. Porque aquí y ahora, en este blog que promociona la promoción del 78, pronunciar un solo nombre es conjurar el universo. Habrá que llorar significativas ausencias, pero lo más seguro es que reiremos con las noticias del prosopopéyico Meridiano Cultural del Quindío y sus gentes. A esa enriquecedora tarea que tiene mucho de patrimonio cultural nos invita Noreña desde Valencia, España (¿Hasta dónde han llegado?), para que cada uno de los calarqueños, que entretejieron sentidos con esa generación, escriba y divulgue las tramas y urdimbres que los nombres de esa promoción tienen y han tenido en disintas latitudes del planeta. Bienvenidos. La dirección del blog es: http://www.blogger.com/ Sus comentarios, que leeremos como noticias, enriquecerán, con sonrisas y quizás con carcajadas, la memoria colectiva.
El colegio no fue sexto y 1978, fue mucho más, seis años -como mínimo- muchos profesores e incalculables compañeros; una generación calarqueña en plena efervecencia juvenil.
De esa nebulosa que en el tiempo se pierde, aparecen destellos o reflejos que la memoria no puede ignorar; bien lo hace evidente PTT en el cometario a la nota anterior, al traernos algunos nombres de su cosecha de trasnochos madrileños.
Ahora una propia, al arrullo de las olas del mediterráneo, cerca de la Malvarrosa, una de las playas valencianas donde algunas veces abandono mi cuerpo:
Don Víctor García, con sus matemáticas, don Gonzalo Gutiérrez de geográfico lenguaje (la península de Camchaka, el estrecho de los Dardanelos, los lánguidos camellos valencianos y "es en la sangre primavera") y religiosa inspiración, don Israel Prieto disciplina, disciplina, disciplina, Gabriel Villa ángulos, triángulos, rectángulos, Edison Cabal y la anatomía, con sustracción de huesos del cementerio para mejorar la nota; Alberto Ocampo y las instituciones de la Colonia, con habilitación incluida; "Luisego" y las mejores clases de educación física en torno a una esfera (o balón que llaman), Don Evelio y las ecuaciones baldorianas, el teachar Fernando Salazar (do you speak english? I dot not, Francisco Paiva -de él no recibí clase- Arnaldo Cendales, Celman Dimián, Oscar Mosquera, Jhon Henao, Alberto Sepúlveda, Elmer Marín. Omar Valencia. Los profes de antes de la sextitis aguda que nos invadió durante el largo setentaiocho, tan largo que nos alcanzó hasta para pintar el tablero.
Otros personajes también vivieron el Colegio, Manuelito, mi abuelo, eterno campanero con su venta de tintos y "boñuelos", don Omar (que no cantaba, pero tocaba) también campanero de la época, Teresita, la bibliotecaria. la Secretaria cuyo nombre se me escapa, lo mismo que el de tantos otros compañeros y profesores de la feliz época de la irresponsabilidad reprimida.
Sé que con el tiempo aparecerán más que nombres y referencias, recuerdos anecdóticos, historias que fueron parte de nuestra vida; ya daremos cuenta de todos ellos.
Ahora bien, que la vida colegial no estaba circunscrita al varonil colegio, gracias al Instituto Calarcá y al Colegio San José, femeninos por excelencia. Y esos son otros recuerdos que, imagino, esconden más historias de las que la memoria puede recobrar. Pero como el eje gira en torno a 1978, la docena juvenil, también hace parte de esta historia. . .