sábado, 31 de mayo de 2014

Desgabados

Lo que sí es cierto, es que a Gabo no lo leíamos en el Colegio, a pesar de ser por entonces un escritor reconocido; sus cuentos y novelas no habían llegado aún a los textos escolares (colegiales?, de estudio?, pensum...?); como bien dicen por esas tierras, todo nos llega tarde, hasta la muerte!. Las lecturas de entonces, que más que lecturas, torturas eran, seguían estancadas en los cantares de gesta, el Siglo de Oro de la literatura española y, como mucho, nos llegaban los ecos costumbristas criollos, con La María, La Vorágine y algunas otras hierbas similares.

También Guillermo Valencia con sus camellos lánguidos en algún arenal de Nubia, y Porfirio Barba Jacob y su profunda vida hecha canción; cómo no recordar a don Gonzalo Gutiérrez declamando " Es en la sangre primavera, y por el mástil de la luz, como bandera marinera, el alma sube hacia lo azul... es la juventud muchachos!"  y hasta se desmelenaba en un ataque paroxístico.  El Cantar del Mío Cid, y su madre; La Celestina de un tal Fernando de Rojas, Orlando el furioso de Ludovico Ariosto -inolvidable, eh!- Todas entretenidas y amenas lecturas, edificantes, sí, como para construir edificios, pero la vocación de constructores aún no nos había iluminado mas que para los castillos en el aire propios de la edad.  Qué difícil era échale muela al asunto, y tedioso además, por decir lo menos.

Entonces Gabo nos vino a quedar reservado, para que lo descubriéramos por nuestros propios medios, una vez superada la época colegial, en sus columnas dominicales de El Espectador, en cuentos y relatos publicados en Magazines y Lecturas dominicales, y pasarían algunos años antes de para llegar a sus novelas, primero, en mi caso, Cien años de soledad y a continuación El otoño del patriarca, lecturas post nobel, y una vez publicadas, El general en su laberinto, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera y, finalmente, su primera y única entrega autobiográfica Vivir para contarla.  En esto de lecturas garciamarquianas paso a la forma personal, porque solo puedo hablar de las mías, que me queda falda arriba ponerme a escribir de las lecturas del vecindario, que cada cual lleva las suyas, pero como no me consta, no me comprometo ni me meto.

En los años de colegio la invitación a la lectura estuvo gafada, mas sin embargo, en algunos prendió el vicio y con algún esfuerzo, lo hemos ido cultivado y lo hemos conservado, cada cual con su rumbo y velocidad, a paso cansino y con los atracones propios del qué-leer; los que terminamos sucumbiendo al embrujo de las letras seguimos navegando en sus impredecibles aguas.  A pesar de todo esa desgabación vivida, algunos pudimos llegar a El, y deleitarnos con su prosa, su magia y maestría, algo que no puede morir porque sus letra estarán siempre ahí, a disposición de los que aventuren...

En estos días volví a leer "El ahogado mas hermoso del mundo", y sí, tiene cara de llamarse Esteban.