domingo, 22 de marzo de 2009
FALLAS?
sábado, 21 de marzo de 2009
EL ROBLEDO ESTUVO DE FALLAS EN VALENCIA
Los amigos son los hermanos que uno elige, los profesores son unos padres prestados. Innumerables son los hermanos que he escogido a lo largo de mi existencia y muchos los padres prestados que recuerdo con especial cariño. Particularmente aquellos que compartieron y me padecieron en mi adolescencia. Y aún me siguen padeciendo. A diferencia de unos pocos amigos y profesores en la universidad y otros en el desempeño profesional, los amigos del colegio son quienes siguen presentes con mayor intensidad en la suma de afectos.
Qué iba a imaginar don Anibal, el profesor de Física, que ese niño juicioso, sin duda el mejor estudiante que tuvo el Colegio Robledo en todos sus tiempos, a quien hizo llorar dándole la infundada noticia de haber perdido una nota bimestral, llegaría a ser viceministro de salud y profesor reconocido en una Universidad Norteamericana. Jotica lo llamábamos con cariño, a pesar de los aguijonazos de El Alacrán. El profesor José Jota Arbelaez, le llaman ahora con respeto en la ciudad de Maryland, en Baltimore, Estados Unidos.
Y qué se iba a imaginar don Gonzalo Guitérrez que el chico melenudo que repetía las canciones de Sandro y de Fausto, estaba haciendo, en causa propia, su primera defensa en una larga trayectoria de abogado, cuando le acusó de confundir, como si fuera un mal pedagogo, la disciplina con la conducta. Quienes saben de qué hablo no tardarán en descubrir el nombre de Fernando Londoño Daza en esta mención.
Como tampoco imaginó, sin duda, don Édison Cabal, profesor de biología, que el desgarbado hijo del veterinario Rutherford, a quien le enseñaba los prolijos nombres de los huesos y músculos del cuerpo humano, el esternocleidomastoideo incluido, se convertiría en un sacerdote que sería miembro del CELAM y lideraría en el Principado de Andorra una causa por los jóvenes misioneros. Me refiero sin duda al obispable Camilo Augusto Sánchez Herrera.
Y mucho menos era previsible que el “monito” cansón que “daba lora” en una monareta, vestía estrambóticas bermudas, tenis Croydon reencauchados, camisetas de esqueleto; e impulsaba grupos juveniles en la parroquia del Padre López, terminaría estudiando en la Universidad Complutense de Madrid, con un tema inimaginable en esos tiempos: la risa como construcción de cultura. En este caso no escribiré el nombre por imputable, hostigante y reconocida “inmodestia”
Hermanos elegidos y padres prestados con futuros imprevisibles que no recuerdo ahora con prolijidad para no fatigar al lector del blog. Pero que sobreviven en los afectos como el admirable y genial arrancayucas de la Bella, Carlos Mario Vargas, y el jugador más liso de baloncesto quindiano, Luis Fernando Marín, quienes construyen calles cotidianas en las tierras estadounidenses.
Seres humanos de tiempos compartidos de quienes hablamos con el que llegó a ser en Colombia uno de los más destacados auditores de la Caja Social de Ahorros y quien ahora presta sus servicios en Valencia, con el mismo profesionalismo y el exigente ejercicio de las cosas bien hechas: Luis Fernando Noreña. Es posible que Elmer Marín, en ese tiempo profesor de inglés en el Colegio Jorge Robledo, no adivinara en la forma metódica de doblar el periódico la voluntad de auditor que ya poseía el nieto del inolvidable Manuelito Gamboa.
Las fiestas falleras y la puesta en valor de la risa como constructora de sociedad y ser humano, fueron la excusa perfecta para el reencuentro con este calarqueño robledista, quien desde la ciudad del Marqués de Dos Aguas lidera este blog y extiende sentidos, razones en muy lejanas esquinas. No olvidaremos que aquí, en España, Sandra, la mujer de sus afanes, nos devolvió un poco de Colombia en unas arepas con queso y chocolate, como hacía mucho tiempo no disfrutábamos; y la nostalgia, extraño pasto de las emociones, volvió a crecer desde las raíces.
Y quién es la mujer que se encartó con el “gordito cansón” y que sale en las fotos? Se llama Elena Ospina y es una de las mejores caricatógrafas latinoamericanas. Y no digo más porque me tildarán de vanidoso. Y no se equivocan. Me siento orgulloso de los amigos, esos hermanos elegidos, de mis profesores, esos padres prestados en toda la dimensión de su humanidad, de mi compañera de viaje, y de mi hija, quien habitó esa ciudad mediterránea y ahora inicia su carrera profesional con buenos augurios.
Para aquellos que quieran otros pormenores gráficos de ese encuentro con Luis Fernando Noreña Gamboa, en las tierras del Cid Campeador, aquí van unas pocas fotos: