domingo, 25 de septiembre de 2011

Otoño sin Patriarca

El 23 de septiembre, viernes por cierto, tuvimos lo que los astrónomos llaman el equinoccio de otoño, que viene a ser la igualdad entre la luz y la oscuridad, entre la noche y el día, un empate.

Sabemos que sucede dos veces por año, la otra equidad en marzo, que ambas fechas marcan el "paso" del sol por la línea ecuatorial y determinan cambios de estaciones en los dos emisferios, norte y sur -sobraría decirlo-. Leía por ahí, en alguna nota o blogg, ya no recuerdo dónde, las instrucciones para obtener una raya con dirección oriente-occidente perfecta, basados en la sombra que proyecta un elemento durante algunas horas en esta fecha, conocimiento básico que ya nadie utiliza en éstas épocas de GPS y adminículos diversos.

Recuerdo que en la escuela enseñaban que para orientarse, uno se paraba con la mano derecha en dirección a la salida del sol, así, a la derecha quedaba el oriente, a la izquierda el occidente, al frente el norte y atrás el sur; sin más precisiones, sin contarnos que para ser exactos eso debía hacerse en los días equinocciales, porque en cualquier otra fecha el dato tendría margen de error, al norte o al sur dependiendo de la época del año...

Ahora no podría precisar si en las cláses de geografía del colegio nos contaron el cuento y nos hicieron los ajustes de saber correspondientes, me quedan dudas; tal vez por eso, algunos vamos por este mundo dando tumbos, sin atinar el rumbo ni precisar el destino; o ¿existirá alguna explicación más profunda, tanto, que nadie haya podido encuentrarla aún?. En todo caso, seguimos sin "norte", como dicen por ahí, para la muestra botones antes que faltar sobran, sólo hay que mirar los titulares de la prensa (hablada o escrita, poco importa).

Para los que nos hemos mudado un poco al norte, ahora es otoño, con noches cada vez más largas, y el frío anunciándose, que pronto se dejará sentir. Claro que eso es completamente ajeno para los que permanecen en el terruño, por esas tierras tropicales, las estaciones no se dejan ver ni sentir, tienen verano cuando hace sol e invierno cuando llueve y basta, que con eso es suficiente. Quizás por ello en el colegio no se preocupaban de equinoccios ni solsticios y menos por otoños o primaveras...

Bueno, al menos don Gonzalo Gutiérrez sí nos hablaba de esta última cuando se dejaba caer con:

"Es en la sangre primavera,

y por el mástil de la luz,

como bandera marinera,

el alma sube hacia lo azul"

Es la juventud, muchachos!!!", y los que por entonces trasegabamos la secundaria y que nos hicimos bachilleres en 1978, cuando recordamos el Colegio Robledo de Calarcá, no podemos alvidar sus palabras, que marcaban el norte.

Ahora me pregunto, ¿qué nos recitaría si estuviera entre nosotros y nos volviera a reunir bajo su tutela?. Es otoño, no olviden...

Nota: Pero, por corto que sea el día, el sol brilla con cada amanecer, aunque para apreciarlo haya que subir en un avión para superar el manto de nubes que a veces nos cubre.


martes, 6 de septiembre de 2011

Fin del verano.

Termina agosto, tal cual empezó, con el sol a todo dar y la playa cubierta de cuerpos, de cuerpos tostados, rechinados, rotizados; que ya no rojos como camarones, ahora se tornan café con leche oscuro, casi negro...eso de los excesos es propio de los humanos, no tiene remedio.
 
Y aunque el verano como estación se prolonga hasta el día 23, septiembre ya no cuenta, los vacacionistas han vuelto al curro y los días se acortan de forma significativa, ayer antes de las 9 ya era noche y hoy a las 7 apenas clareaba, que se viene el otoño, no hay duda.
 
Y bien venido sea, que ya de calor vamos estando hasta la coronilla!
 
Recuerdo los agostos del Robledo, algo de calor y viento, sobre todo viento, que levantaba no sólo las cometas, también la tierra arenosa, tan característica de nuestro pueblo, que no polvo, como en la canción de Kansas, sino arena, que si te llegaba a pillar con los ojos abiertos, ya te digo.  Columnas de arena y tierra bailaban en los patios del colegio, era agosto, mes de vientos y cometas...
 
Ni qué decir de nuestro estadio, el archiconocido  "Pascual Polvero"  las columnas de arena que levantaba el viento eran todo un expectáculo, pero para ver desde la distancia,  y desde la distancia, por los años trancurridos y los kilómetros que me separan, recuerdo ahora los tiempos en que, con los libros bajo el brazo, subíamos y bajamos del Colegio, mientras en viento nos llenaba la cabeza de arena, quizás para disimular la falta de cacumen, o el exceso de falta.