Pasando por las bolas, con las que jugábamos cuando niños, sí, las de cristal, de las que procurábamos no desprendernos, algunas traslúcidas y otras no tanto, pero todas multicolores, los humildes corozos que también servían para el juego por aquellas calendas, en que aún las calles no estaban pavimentadas para delicia de sus habitantes, y que tenían la ventaja de ser comestibles una vez terminado el juego; los balines, las pelotas de caucho, con letras y números, hasta llegar a los balones, para las diferentes modalidades de entretenimientos, sin olvidar las de billar... que también las había para el pin-pon, las del tas-tas o taque taque, que no recuerdo bien su nombre -dos bolas unidas por un cordel, o una cuerda con una bola atada en cada extremo-y las de las damas chinas, el juego de mesa, no pongan a volar la imaginación; podemos llegar a la geometría, la geografía y hasta la astronomía. Tal parece que desde que nacemos o incluso antes, estamos circunscritos a las redondas formas; lo cierto es que caminamos por encima de una bastante grande, tanto que no podemos apreciarla a simple vista y dependemos de otras, para vivir en el globo que nos tocó en suerte.
Y todas en movimiento, así tampoco lo percibamos muy conscientemente. O me va a decir alguno que ha llegado a sentir los 106.000 km/hora, que es la velocidad aproximada con la que viajamos al rededor del sol; eso sin contar que el globito también gira sobre su eje y que el sistema solar también está en movimiento, lo mismo que la galaxia... qué mareo; o será que nos están contando cuentos chinos y tal como trató de contradecirlo en su momento el muy tozudo del Galileo Galilei seguimos siendo el centro del universo y es el cielo el que gira a nuestro alrededor, Amen.
Claro que no todos los elementos circulares tienen las misma importancia ni el mismo pedigrí, ni todas las actividades que con ellas se realizan tienen el mismo magnetismo, los hay para todos los gustos y exigencias y algunos han llegado a un nivel de globalización que raya con la manipulación, y no estoy hablando del balompié, o futbol que llaman no, que va!
Consultando en la página de la FIFA, institución de la sobra hacer aclaración alguna porque todos la conocen, la han oído mencionar y habrá hasta quien le rece, existen 207 federaciones asociadas, con su consabido ranking,once más que los 196 países miembros de la ONU, que también se manda el suyo, su ranking, así no lo publique, para muestra los cinco botones que se sientan de forma permanente en su Consejo de Seguridad y tienen poder de veto (léase como mejor le parezca al lector): China, Francia, Federación Rusa, El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos.
Pero dejemos la geo política de lado, que eso no da de comer, sigamos con la redonda, la de patear y correr tras ella, siguiendo con la página consultada, pagina web, sobre decir, descubro que en el ranking de agosto del 2013, el tercer puesto lo ocupa la selección del país del sagrado corazón, haciendo fila detrás de España y Alemania; no tardarán en organizarse las primeras romerías a la tierra prometida de Pékerman y voces que pidan su canonización... Qué envidia, en nuestros años de mocedad, estuvimos condenados a escuchar de nuestros padres los gratos recuerdos del mundial de Chile-62, cuando el histérico 4 - 4 frente a la selección de la URSS y su Araña Negra y sufrir en nuestro 78 del alma el campeonato de Argentina en su mundial. No sería hasta el 90, cuando ya estábamos adúlteros, cuando Maturana y los suyos superaron el gafe y ganaron un cupo para la fase final en Italia, repitiendo en Estados Unidos y Francia... y pare de contar, se acabó la magia, el hechizo perdió sus efectos, volvimos a lo de siempre, como decían por aquellos años, volvieron a faltarnos los cinco centavitos para el peso. Pero llegó un argentino y mando a callar.
Que ruede el balón!
Que el mundo gira y gira y el bobo mira y mira...