jueves, 12 de diciembre de 2013

12.784 días después.

Estoy tratando de recordar y no puedo, que los hechos se hacen irrecuperables para esta desmemoria, si fuera memoria podría recuperarlos, eh!. 
 
Lo cierto es que iniciado diciembre (escribo esto el día 4) es posible que esa inmensa mayoría de prospectos de bachilleres del colegio Robledo de Calarcá, en 1978, ya nos hubiéramos librado de la fauces y garras del proferoz, como a bien tuvo evocarlo en un comentario a este blog un no muy buen-pensante anónimo que compartió aquella experiencia.
 
También es posible que aún navegáramos en el mar de la intranquilidad a la espera del imposible, una nota, una aprobación improbable, o, peor aún, que, ahora sí, por fin estuviéramos entregados al estudio de la fatua materia (que no digo su nombre para no martirizar a la parroquia) y citados  para el patíbulo de la última prueba... habilitación que llamaban. 
 
He querido evocar estos momentos pero se me escapan, tal parece que el olvido es cómplice y nos esconde de lo que no deja un buen sabor de boca; pero tampoco logro recuperar el momento de recibir el aprobado y revivir la sensación:  Brincamos en una pata de contentos al grito de ¡hurra!, corrimos como locos falda abajo para gritarlo a todos los vientos, nos abrazamos... todo se me niega, solo alcanzo a imaginar el descanso que significó aquella nota, volver a respirar tranquilos y saber que ahora sí nos hacíamos bachilleres, misión cumplida.
 
Ahora, a treinta y cinco años luz, las cosas no es que se vean distintas, es que ya casi no se ven, de los mas de treinta compañeros de pupitre, más los otros de "B", de los profesores de entonces, las aulas y del establecimiento mismo estamos cada vez mas retirados, mas ausentes; si acaso, y hablo por mí, por alguna eventualidad cada vez más dispersa se da algún contacto; con decir que en los últimos diez años me habré visto con dos o tres y pare de contar, y por medio de este embeleco llamado blogg, he contactados con unos pocos mas, pero la gran mayoría permanecen perdidos en la distancia, pero eso sí, los recuerdo a todos tal como eran entonces, estrenando vida, radiantes en su atrevida juventud, exultantes de sueños, prestos para emprender el camino, para salir a rodar por este mundo, el de entonces, que luego ha cambiado tanto, y nosotros todos igual, igual de cambiados, haciéndole caritas a la tercera edad, muchos abuelos ya y otros no tanto...
 
De todas maneras ya son treinta y cinco vueltas montados en este globo desde aquel acontecimiento que marcó nuestras vidas, 35 trepidantes vueltas, unas mas agitadas que otras, con algunos descalabros y muchas muchísimas realizaciones, logros, metas, éxitos...
 
Volviendo la vista atrás soy consciente, o pretendo serlo, que quien vivió esos locos años de colegiante fue uno muy diferente del que hace recordación ahora, porque los recuerdos, para bien o para mal, dependen de quien recuerda y cada uno tiene su propia historia, como la vida misma que a pesar de compartida es para cada quien una experiencia única.
 
Todavía conservo la esperanza de un reencuentro, pero no atino a ponerle fecha, desde esta esquina se me hace difícil ponerme en la tarea y no soy quién para pretender que otros la hagan por mí, así que como meta sigue vigente, entre tanto seguiré navegando entre los recuerdos que cada vez se hace más tenues, más lejanos, mas inciertos.
 
NOTA: No quise dejar pasar esta fecha, 12 de diciembre, la generación del saco a cuadros iniciaba su camino y sigue su marcha.
 
 
 

martes, 26 de noviembre de 2013

Recuerdos congelados

Treinta y cinco años después, ni modo de recordar si alguna vez nos llevaron a conocer el hielo; me parece que no fue necesario, bastaba con ir a la tienda de la esquina o abrir el compartimiento superior de la una nevera -donde la había, que por esas calendas no era un adminículo que enfriase en todas las casas-.  Recuerdo que para conservar la carne debía salarse y condimentarse y así permanecía en algún rincón de la cocina  y para los helados (ese tentador hielo dulce con algún sabor a fruta o qué se yo)  bastaba disponer de una o varias monedas, escasas por cierto para nuestros bolsillos, y pedirlos al tendero de la esquina o a través de la ventana donde la señora  que los anunciaba con un avisito en la puerta de la casa HELADOS.
 
Otra forma de aproximarse a tan fría experiencia se podía vivir en la plaza de mercado o galería, como llamaban en nuestros pueblos a los centros de acopio, antes de su transformación es los super e hipermercados ahora englobados en los Centros Comerciales o Moll (tan gringo como gusta al respetable); si te dejabas caer, o te llevaban, por los lados de los expendios de pescado, ahí lo tenías, en bloques translúcidos, transparentes o no tanto, vidriosos podríamos decir, conservando los cuerpos inertes de la última subienda.
 
Pero los pedazos de hielo preferidos estaban en las neveras o congeladores, que también los habían en algunos establecimientos, eran los helados con su variedad de colores, olores, formas, tamaños y precios, claro que algunos no pasaban de ser auténticos trozos de hielo con anilina; los de maní, coco, mora, guayaba, maracuyá, tomate de árbol, salpicón o simplemente de leche... todos fueron saboreados con golosas ansias, de todos dimos cuenta en diferentes momentos, refrescaban, combatían la sed, eran una golosina mas.  Sólo dejábamos el  palito y nos quedaban las monos pegotudas por su culpa y, cuando no, hasta la lengua pelada, por abusar de su baja temperatura.  Y no faltaba la tragedia de ver caer al suelo su última parte, el último trocito de helado que nos dejaba la sensación de querer mas, nos dejaba incompletos, no saciados; solo chupándolos hasta dejar el palo limpio, quedábamos verdaderamente satisfechos, sin olvidar un última lamida a tan referido palito en el que sobrevivían los vestigios del manjar deglutido. 
 
Pero los helados no vivían en el Colegio Robledo, allí se vendían gaseosas y al clima, no las recuerdo frías, es curioso, ahora que hago memoria lo encuentro inverosímil, una tracamandada de muchachos sin helados a su disposición, pero sobrevivimos a la tragedia, nos hicimos bachilleres en ese 78 de nuestras cuitas y nos fuimos a buscar los helados a otra parte, cada uno a lo suyo.


PD:  Además de helados, nos vendían bolis o cupis, estos sí de agua pintada de colores en bolsitas plásticas de variado tamaño; sin olvidar el raspao, hielo en escarcha endulzado y pintado de colores, con algo de leche condensada por encima, ¿recuerdan la maquina con las que raspaban el hielo para obtener su particular forma trapezoidal?; por último las cremas, en cono, algo más lejanas a nuestras endebles economías, claro que el cremero del carrito las tenía a precio muy competitivo, para qué, pero no era lo mismo.  Otro embeleco de aquellos tiempos era la forcha, misteriosamente embazada en toneles blancos, digna de los más disparatados cuentos, leyendas urbanas que llaman... se me olvidaba que el ingenio popular también congelaba bananos.
 

jueves, 14 de noviembre de 2013

A la recherche

   " ...hizo bien en hablar de los "misteriosos hilos" que la vida rompe.  Pero es mas cierto aún que los teje sin cesar entre los seres, entre los acontecimientos, que entrecruza sus hilos, que los dobla para reforzar la trama, de suerte que entre el menor punto de nuestro pasado y todos los demás hay una espesa red de recuerdos que sólo nos deja la elección de las comunicaciones".-Marcel Proust, En busca del tiempo perdido - El tiempo recobrado.
 
Cien años hace hoy de la aparición del primer volumen de la obra de Proust, cien años donde sus lectores habrán encontrado un camino para recuperar ese tiempo perdido, el suyo propio,  y cada uno habrá realizado el rescate a su manera.  El espejo reposa en los mas de tres mil folios que componen la obra... tarea grande eh!, pero ¿qué son tres mil hojas frente a toda una vida? Quizás poco, tal vez demasiado; todo depende, no olvidemos, del color del cristal a través del cual se mira.
 
Y es que mirar hacia atrás, rememorar, hace parte de la vida misma, así se haga no muy conscientemente, es parte del hacer de cada quién; tal vez por ello, o para ello, hemos terminado midiendo el tiempo, poniéndole segundos, minutos, horas, días, meses, años al calendario particular de cada existencia.  Las fechas, como hitos, son mojones que delimitan las diferentes etapas por las que en el trasegar de la vida nos hemos asomado o en las que nos hemos visto atrapados.
 
Y es que la recherche, como la existencia misma, no puede ser colectiva; así como cada quien vive, mira y valora desde su muy particular punto de vista, también reconstruye esos actos del pasado en su tiempo.  Por ello no es de extrañar que al escuchar a otro narrar hechos de los cuales también hemos sido protagonistas o testigos nos sorprendan las adiciones, modificaciones u omisiones que nos llevan a dudar, afirmar o recomponer nuestra propia vivencia, activándose de esa manera la trampa de la memoria.
 
A cien años de su aparición estoy terminando de dar cuenta de la obra, ahora navego en las últimas páginas del séptimo título o volumen  "El tiempo recobrado" y estoy seguro que volverán mi ojos a sus páginas  en un futuro no muy lejano, aunque sin prisa. Y así como he dedicado tiempo durante mas de siete meses para ejecutar la lectura, me tomaré algún tiempo para volver a ella y continuar la tarea.
 
Es posible que a lo largo de las entradas que hasta ahora componen este blogg hallamos reconstruido, así sea de manera  muy superficial, episodios, rostros, personajes, acontecimientos que de una y otra forma hicieron parte de ese período de vida que compartimos y dejamos en la parte alta de la colina que servía como sede a las instalaciones del Colegio Robledo de Calarcá y del cual fuimos expulsados a la vida finalizando el año de 1978.  Todo el cúmulo de recuerdos filtrado por la desmemoria, con el sesgo, consciente o no, que cada quien arrastra por la vida, se han vertido en estas páginas virtuales que un día desaparecerán para siempre, como todo, porque lejos de la transcendencia anhelada, no somos mas que partículas de eso a lo bien canta el grupo Kansas... Polvo en el viento, dust in the wind y no por ello, dejamos de andar en busca del tiempo perdido, "a la recherche du temps perdu",  como lo testimoniara hace ya un siglo el genial Marcel Proust,
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Calarcá y sus alcaldes populares, una historia reciente - 3

Después de la segunda, irremediablemente la tercera, que por fin hemos completado del muñequito, todo gracias a un calarqueño insigne radicado en los alrededores de la capital del Reino.
 
Una vez agotadas las webusquedas y con no poca impaciencia, pero sin desistir, hube de recurrir a las citada fuente y sin más demora que la justa recibo vía mail la información pertinente, así que los datos ya están completos, salvo error u omisión, ahora podemos reunir en un sólo bloque (o paredón) los nombres de los ilustres alcaldes elegidos mediante voto popular en los 25 años de vida que tiene este entuerto:
 
1989  Jaime Alberto Mejía Jaramillo.-  Cumplió el periodo de un año, para el resto fue designada por decreto Olga Lucia Monroy Fernández.
 
1991 Ruby García Tobón de G.-  Cumplió un año de administración; fue designado, por decreto, Jaime Gómez Botero y para culminar el mandato, fue nombrado, también por decreto, Ignacio Salgado López, quien por fin culminó el periodo.
 
1992-1994 Jaime Jaramillo Gaviria ( hasta aquí fueron períodos de dos años) 
 
Enero1995-dic 1997 Oscar Iván Sabogal  (y desde aquí tres años)
 
Enero 1998-dic 2000 Jhon Bairo Cohecha Salazar
 
Enero 2001-dic 2003 Eduardo Orozco Jaramillo
 
Enero 2004-dic 2007 Luz Marllie Alonso Gaviria  (a partir de aquí cuatro años)
 
Enero 2008-dic 2011 Carlos Enrique López Murillo
 
Enero 2012-dic 2015 Juan Carlos Giraldo Romero, suspendido de funciones desde agosto del 2013, encargado desde ese momento Julio Ernesto Ospina, ahora, desde octubre del 2013, a sido designada para cumplir el período que dure la suspensión Carolina Cárdenas Barahona.
 
Es estos nombres está representada la historia del último cuarto de siglo en Calarcá, en cuanto a administración municipal, sin olvidar que existen otros más, sí, los municipios son administrados por el alcalde de turno, pero sobre quienes recae la función  legislativa es sobre los concejos municipales, que, al parecer, una vez nombrados, poco se sabe de ellos, sesionan-cobran, que no poco y esperan hasta que llega de nuevo la campaña para perpetuarse en sus cubiles, que digo, en sus curules.  Pero no puedo, ni quiero entrar en ese berenjenal, no quiero ni imaginar lo que representa en estos momentos reconstruir los nombres de los concejales elegidos, y eso que solo estoy rescatando los nombres, que no las obras, eh!
 
Que bueno sería evaluar los resultados, quiero decir, las obras y ejecuciones de la vida administrativa municipal, con objetividad, sin sesgos para llegar al menos a conclusiones, pero eso es como pedirle peras al olmo; además, ello no es harina para este costal, este rincón esta pensado para otros menesteres y como ninguno de los que en 1978 nos hicimos bachilleres en el colegio Robledo hemos llegado a ocupar dicha posición, pues nada.
 
Ahora bien, es posible que alguno de aquellos patosos hayan formado o formen parte de la burocracia municipal o departamental, pero no a esos niveles.  Sí sé por fuentes fideciertas que uno de los nuestros ocupó en algún momento un alto cargo en el Ministerio de Salud, viceministro, pero en esas son otras ligas donde se juega a otra cosa.
 
Y ya para finalizar por hoy, como solía despedirse un fatuo presentador de noticias, allá en los años de upa, ahí le dejo ese trompo bailando en la punta de la uña, ¿Quiénes serán los próximos?  ¿Harán algo que los justifique?  ¿Cumplirán sus promesas - programas de gobierno?  ¿tendrá por fin el coronel quién que le escriba?  amanecerá y veremos.
 
A propósito, ¿Cuánto ganan el alcalde, los concejales y los secretarios de despachos varios?
 
Fuente: Historia de Calarcá relatos 1570-1970 de Ariosto Cardona, según el amigo arriba citado.
 

sábado, 26 de octubre de 2013

Calarcá, historia reciente - 2

El Alcalde de mi pueblo ¡vaya embrollo!, no estoy seguro del todo pero sí casi convencido de que ninguno de los que a bien ha elegido el pueblo soberano, han sabido cumplir con los compromisos adquiridos, quiero decir, con el programa de gobierno propuesto, en resumidas cuentas, con la sarta de promentiras que durante las respectivas campañas electorales cada quien se inventaba con el único fin de esquilmar el voto de los desprevenidos parroquianos; pero no lo puedo asegurar desde estas a alturas, o bajuras, y desde la distancia si se han realizado diagnósticos serios y objetivos que permitan establecer los índices de cumplimiento, será mejor decir de incumplimiento, de los respectivos personajes investidos para tan alta dignidad.  Y las cosas no parecen que vayan a mejor, para muestra el botón que suspendido de funciones adorna a la administración territorial actual; como comentaban en el M.D. del Espectador en mis años mozos, "Dan ganas de llorar" o, mejor, como solía testimoniar don Gonzalo Gutiérrez ante el esplendor del alumnado "Eso no da ni rabia, muchachos...".
 
Pero volviendo al tema, o mejor continuando, argucias más, argucias menos, con un poco de allá y otro poco de acá, esquilmando diferentes fuentes se fue armando el asunto, primeros indicios, un alcalde que lloraba compungido ante el Presidente de la República, cual plañidera en velorio; un ahora columnista de periódico local, con visos de desmemoria; un pastor, pero no propiamente de ovejas; una fémina de no muy común nombre.  Así avanzaba el cuento, pero ¿estaban todos los que fueron?, no, algo seguía faltando.
 
Para tratar de enderezar el entuerto mejor recurrir a la cronometría, a los períodos de los alcaldes, empezando por el último:  Juan Carlos Giraldo Romero (2012 - 2016) demasiado tiempo, eh; Carlos Enrique López Murillo (2008 - 2011), Luz Marllie Alonso Gaviria (2004 - 2007) y paré la cuenta, me faltaban los datos de los demás períodos, porque desde que en 1988 empezó esta historia, que inicialmente era para dos años por mandato y que pasó a tres  (¿con la constitución del 91?) terminó con cuatro a partir del 2004 (según la Registraduría Nacional del Estado Civil), para que no me vengan con cuentos.  Veinticinco años, que dan para nueve períodos, nueve tragedias, nueve infortunios, nueve elecciones y nueve equivocaciones...
 
Entre tanto, tengo aún entre el tintero otros tres nombres, Oscar Iván Sabogal Vallejo, que si la memoria no me engaña fue el primero de los primeros, también tengo a Eduardo Orozco Jaramillo y el llorante John Bayron Cohecha  Salazar, pero siguen faltando nombres, tres por lo menos, así que continuaremos...
 
A propósito de números, ¿Cuántas remodelaciones de la Plaza de Bolívar a sufrido Calarcá en estos 25 años de democracia participativa?  Y una para revisión, pero sin fuente posibles, ¿Estaban dichas remodelaciones dentro de los promentiras electoreras respectivas?.
 
A todo esto y sin perder el hilo de este rincón, ¿Qué diablos tendrán que ver los bachilleres del Colegio Robledo, de 1978 en esta refriega?.
 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Calarcá, historia reciente - 1

Tengo como ejercicio de memoria, que ya es decir, y no tanto por lo de ejercicio, rescatar de los archivos del olvido nombres, fechas y alguna virguería mas... cuando el ocio ataca de frente suelo defenderme practicando mentalmente las tablas de multiplicar y suelo llegar hasta la del 24, que la del 25 no tiene mucha gracia, y sin saltarme ningún número, eh; debo aclarar eso sí, que comienzo por la del 13, que las anteriores no me apasionan, como tampoco gusto de hacer trampa, a uno mismo no tiene gracia.
 
En esas andaba  días atrás, un par de semanas quizás, y me propuse recuperar los nombre de los presidentes de la República de Colombia desde 1930 hasta nuestros Santos días, que tampoco es que pretendiera empezar con Bolívar, tampoco, como si no hubiera nada mas que hacer; desde la caída de los conservadores, con eso tenía suficiente para el momento. Debo aclarar que no recurrí a la wiki ni nada por el estilo, tampoco disponía de enciclopedia ni tenía a mano la historia de Colombia ni el catecismo del padre Astete.  Entrado en tareas llegué a una encrucijada de desmemoria, no lograba recordar el elegido en 1946, por lo que,  ahora sí, recurrí a la ciberchuleta, descubriendo que además del olvido había una e-rrata, roedor muy en boga.  Por error había puesto el nombre del personaje buscado en el año de 1962, así que el personaje que faltaba en la lista era otro y no éste.  Terminé el ejercicio ubicando a Don Mariano Ospina P. en su funesto cuatrienio que va del año 46 al 50 y rescatando al segundo presidente del Frente Nacional, don Guillermo León Valencia. 
 
Quiero añadir que aproveche la ocasión para recuperar otros nombres, como los de los dos personajes que terminaron el segundo período presidencial de Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía y Alberto Lleras Camargo, lo mismo que el del personaje que hizo la transición entre el interrumpido mandato del nunca bien recordado Laureano Gómez, y el no-golpe de estado de don Gustavo Rojas Pinilla, general de la república, por cierto, don Roberto Urdaneta.  Y ahora no me vengan a preguntar por los nombres de los miembros de la Junta Militar, que no, que el memorioso se apellidaba Funes, no Noreña.
 
Una vez completado el ejercicio, y como el tiempo daba para más, traté de recuperar los nombres de los alcaldes de Calarcá elegidos por voto popular... vaya problema, que no me quedan registros, de pronto algún apellido, nombre o remoquete, pero nada concreto, así que me dije, en la web o nada, y nada, escasamente aparece el nombre del último, nada más, la alcaldía de Calarcá no tiene historia, solo hay un alcalde y es el del momento (pero ni eso, bien sabemos los calarqueños en qué pastos anda el personaje aquel).

martes, 8 de octubre de 2013

Palabras prestadas, o mejor, robadas

La Química debería estar prohibida

Una mañana te levantas y miras atrás. Y, sin poder evitarlo, haces balance. Han transcurrido en esa vida que has ido construyendo (como has podido, no siempre como has querido) los años suficientes para poder sopesar lo que ha estado bien, lo que ha sido regular. Miras a tu familia, a tu pareja o tu carrera laboral y contemplas el camino recorrido. Ese acto de evaluación es duro porque te obliga a reconocer todo aquello que no has logrado, lo que alguna vez soñaste y la vida se ha empeñado en no darte. Quizá fue una cuestión de suerte o tal vez se debió a una serie de elecciones. O sencillamente no lo mereciste. Porque no eras tan bueno en tu oficio como creías, porque no estuviste a la altura de las circunstancias, porque no supiste jugar tus cartas. Quién sabe.

A Walter White un cáncer (un maldito cáncer) le pone en esa tesitura a los 50 años, una edad razonable para girar la vista y calibrar qué tal ha ido. Una edad en la que eres lo suficientemente mayor como para ser capaz de valorar en qué te has convertido y cuánto se parece o no a lo que tú habías deseado. Ya digo que, en este tipo de coyunturas, lo normal es sentirse algo frustrado porque lo común es que no hayas alcanzado lo que te propusiste. White mira a un lado y a otro y comprueba que no tiene dinero para cambiar el calentador de agua, que su jefe lo explota, que su cuñado se burla por lo poco que le han servido los conocimientos que se ha labrado. “Tienes un cerebro enorme, pero no te lo echaremos en cara”, le espeta su cuñado, agente de la DEA, un patán que, sin embargo, a su alrededor y entre sus allegados simboliza el éxito.

El ser humano tiende a engañarse. La mentira es un mecanismo de defensa estupendo a veces. Nos sienta fenomenal soltar algunas del tipo “aún estoy a tiempo”, “todavía me puede pasar”, “me voy a proponer hacerlo”. Son pequeños embustes piadosos que nos regalamos a nosotros mismos para no verlo todo negro, para no sumirnos en el lamento. Funcionan como elementos para conciliar el sueño esa noche y para relajarnos a corto plazo.
Pero, ¿qué pasa cuando el plazo se acaba? Cuando te dan una fecha de caducidad y tú te percatas de que no vas a tener tiempo de que te sucedan más cosas, de dar giros o de contarte nuevas mentiras. Te rindes, o arriesgas y te lanzas.

Las decisiones que tomamos con presión y celeridad no suelen ser buenas. Pero, reconozcámoslo, hay decisiones que o las tomas así o no las tomas. Porque empiezas a ponderar los peros y riesgos, a achicarte, a marear tu cabeza y, al final, no das el paso. Ves la línea pero no la cruzas. Llegas hasta ella pero retrocedes.

...

Tomado de:  El Síndrome de Darrín, por Miquel Labastida.  En Las Provincias del 08-10-2013.
 

viernes, 6 de septiembre de 2013

El giro de la esfera

Pasando por las bolas, con las que jugábamos cuando niños, sí, las de cristal, de las que procurábamos no desprendernos, algunas traslúcidas y otras no tanto, pero todas multicolores, los humildes corozos que también servían para el juego por aquellas calendas, en que aún las calles no estaban pavimentadas para delicia de sus habitantes, y que tenían la ventaja de ser comestibles una vez terminado el juego; los balines, las pelotas de caucho, con letras y números, hasta llegar a los balones, para las diferentes modalidades de entretenimientos, sin olvidar las de billar... que también las había para el pin-pon, las del tas-tas o taque taque, que no recuerdo bien su nombre -dos bolas unidas por un cordel, o una cuerda con una bola atada en cada extremo-y las de las damas chinas, el juego de mesa, no pongan a volar la imaginación; podemos llegar a la geometría, la geografía y hasta la astronomía.  Tal parece que desde que nacemos o incluso antes, estamos circunscritos a las redondas formas; lo cierto es que caminamos por encima de una bastante grande, tanto que no podemos apreciarla a simple vista y dependemos de otras, para vivir en el globo que nos tocó en suerte.
 
Y todas en movimiento, así tampoco lo percibamos muy conscientemente.  O me va a decir alguno que ha llegado a sentir los 106.000 km/hora, que es la velocidad aproximada con la que viajamos al rededor del sol; eso sin contar que el globito también gira sobre su eje y que el sistema solar también está en movimiento, lo mismo que la galaxia... qué mareo; o será que nos están contando cuentos chinos y  tal como trató de contradecirlo en su momento el muy tozudo del Galileo Galilei seguimos siendo el centro del universo y es el cielo el que gira a nuestro alrededor, Amen.
 
Claro que no todos los elementos circulares tienen las misma importancia ni el mismo pedigrí, ni todas las actividades que con ellas se realizan tienen el mismo magnetismo, los hay para todos los gustos y exigencias y algunos han llegado a un nivel de globalización que raya con la manipulación, y no estoy hablando del balompié, o futbol que llaman no, que va!
 
Consultando en la página de la FIFA, institución de la sobra hacer aclaración alguna porque todos la conocen, la han oído mencionar y habrá hasta quien le rece, existen 207 federaciones asociadas, con su consabido ranking,once más que los 196 países miembros de la ONU, que también se manda el suyo, su ranking, así  no lo publique, para muestra los cinco botones que se sientan de forma permanente en su Consejo de Seguridad y tienen poder de veto (léase como mejor le parezca al lector): China, Francia, Federación Rusa, El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos. 
 
Pero dejemos la geo política de lado, que eso no da de comer, sigamos con la redonda, la de patear y correr tras ella, siguiendo con la página consultada, pagina web, sobre decir, descubro que en el ranking de agosto del 2013, el tercer puesto lo ocupa la selección del país del sagrado corazón, haciendo fila detrás de España y Alemania; no tardarán en organizarse las primeras romerías a la tierra prometida de Pékerman y voces que pidan su canonización... Qué envidia, en nuestros años de mocedad, estuvimos condenados a escuchar de nuestros padres los gratos recuerdos del mundial de Chile-62, cuando el histérico 4 - 4 frente a la selección de la URSS y su Araña Negra y sufrir en nuestro 78 del alma el campeonato de Argentina en su mundial.  No sería hasta el 90, cuando ya estábamos adúlteros, cuando Maturana y los suyos superaron el gafe y ganaron un cupo para la fase final en Italia, repitiendo en Estados Unidos y Francia... y pare de contar, se acabó la magia, el hechizo perdió sus efectos, volvimos a lo de siempre, como decían por aquellos años, volvieron a faltarnos los cinco centavitos para el peso.  Pero llegó un argentino y mando a callar.
 
Que ruede el balón!
 
Que el mundo gira y gira y el bobo mira y mira...

domingo, 4 de agosto de 2013

Y el mundo sigue andando...

Después de dos intentos fallidos de hacer una nueva entrada -las manu-escribí, pero se han quedado en el papel- hoy he tomado la decisión de escribir directamente, inspiración pura sobre el teclado, abandonando la playa, los libros y hasta a la consorte; es el precio que exige la  blogguedad, ¡qué le vamos a hacer!.

Con un acústico de Sabina el los parlantes, que es lo mismo que decir en los tímpanos, acompasando esta entrada, trataré de poner orden en las cosas; es la primera vez, creo, que el abandono se prolonga por tantas semanas, que ya suman meses, pero no hay espera eterna ni abandono total, volvemos, como siempre, para mitigar el silencio y blandir, que no espadas, puentes; porque nunca las naves fueron quemadas.

Y es que han pasado cosas dignas de mención que atañen a la parroquia y por tanto a los parroquios que no faltan, pues resulta que el penúltimo europeo, después de accidentado periplo por las tierras del norte, pero las del otro lado del Atlántico, ha regresado a la tierra, no propiamente a la que lo vio nacer, pero sí a la de los abuelos; ahora, en la Capital de la Montaña, acampa PTT con su dificultada izquierda y, tal parece, según cuentas la viperinas que no faltan, y que no lo hagan, sigue en lo suyo, dándole a la mandanga; espero los últimos reportes para tener mas y mejores certezas sobre su mejoría, y que siga, que no pare, que todos lo esperamos...

Pasaron mayo, junio y julio, record silencioso de este espacio, pasaron El Giro, los Sanfermines pamplonitas y El Tour, llegó el verano y por poco también pasa, pero no, no pudo ser, en este primer fin de semana de tórrido agosto ponemos fin al abandono, con la promesa de no prolongarlo por tanto tiempo, que el gusanito siempre está ahí, llamando, haciéndose sentir, inquiriendo, clamando; y, ni modo, al final siempre vence y vuelvo, como ahora, a esto de darle a las teclas.

He de contar que además de los distractores que no faltan, con el sillón como tentación global, ahora me he metido a la lectura de una obra de esas que siempre a la espera un día nos ganan la partida, En busca del tiempo perdido, de un tal Proust, Marcel Proust.  ando por la mitad del tercer tomo y son siete, así que la tarea va para largo y como no me gasto prisas, pues será tarea para completar con este trece que ya supera su primera mitad.
 
Espero que no me pierda con el tiempo, y que Proust me dé licencia para completar la tarea, sin olvidar que al otro lado es este entuerto algún despistado bachiller robledista del 78 regresará para ver en qué andamos y yo, impertérrito, me dejaré caer de vez en cuando con algunas palabras.
 
Sabina sigue en el aire y yo me dispongo a cumplir la cita con el Francés que no da espera, un abrazo a todos, a PTT que se deje sentir y que la vida siga... porque el mundo tampoco se detiene, y que ni se le acurra.
 
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viernes, 26 de abril de 2013

Los rostros y los rastros

El rostro, esa característica tan particular de cada quien, igual que las huellas dactilares, claro que de estas últimas contamos una por cada dedo, mientras el rostro es único e irrepetible.  Con él nos reconocemos y nos identifican, nos individualizan, nos hacen individuos, indivisibles, únicos.  Nos acompaña desde la cuna hasta la sepultura y, a pesar de su cambio permanente, nos es inconfundible; cómo no reconocernos en cualquiera imagen donde halla quedado nuestra imagen retenida en el tiempo, imposible, a menos que la deficiencia neuronal nos afecte demasiado o que pretendamos no haber sido aquel que fuimos ni haber estado donde estuvimos.
 
Cada aparición ante el espejo y estamos ahí, como siempre... porque, así como la idea está atravesada por la palabra, como bien dijo alguien, que ahora no va al caso recordar, y que no sé ahora quién fue, el ser está travesado por su rostro; para identificarlo recurrimos a él y, la más de la veces, el recuerdo de alguien es la recuperación por la memoria de su rostro, o cara que llaman.
 
Pero una cosa el es rostro propio, que cargamos sin remedio, a menos que la vanidad cunda y la plasticidad se imponga, o bien por una mala jugada del destino -desfiguración- y otra el rostro de los otros; nos quedamos con ellos, cuando es que lo hacemos, y los conservamos inmutables, detenidos en el espacio-tiempo, hasta que un reencuentro nos devuelve la realidad y actualizamos el archivo entonces nos  descubrimos diciendo, pero sin manifestarlo, Joder!!! cómo está de viejo...le han dado duro los años, eh!
 
Así que los rostros que conservo en la memoria de mis compañeros colegiantes robledistas son los de los años setenta, los de unos cuasi-párvulos, imberbes, plenos de lozanía y sonrientes, sí, sonrientes, la alegría se dibuja en todos los rostros, seguramente porque son recuerdos felices.  Rostros congelados, pero no fríos, por el tiempo y la distancia, y he de añadirlo para la gran mayoría de todos ellos, porque, haciendo mal las cuentas, son muy pocos los reencuentros vividos es estas más de tres décadas, y conforme avanza el tiempo cada vez son más escasos y esporádicos.  Espero que el tiempo me permita las debidas actualizaciones, y volver a desfrutar de sus compañías, nunca es tarde y mientras el cuerpo aguante perdurará la esperanza.
 
Un abrazo a todos.

Abril y la lluvia...

Muchas veces lo hemos escuchado y en no pocas oportunidades nos hemos visto diciéndolo:  En abril, lluvias mil... y el cumplimiento de tan húmedo vaticinio lo hemos vivido en piel propia en más de una oportunidad; pero las lluvias mil no has sido patrimonio exclusivo del cuarto mes del gregoriano que nos rige, también noviembre se las ha sabido traer, y no el único.

La lluvia, ese regalo de la naturaleza, que tantas veces ha sido compañera de camino, ha amenizado tardes de descanso a buen refugio y ha hecho de canción de cuna en no pocas noches; la lluvia, siempre la lluvia...

Guardo en la memoria, aunque con cierto desorden y no siempre al alcance de la mano, atardeceres grises, tan lluviosos, que nos obligaba a permanecer en los corredores del colegio a espera, bien de una improbable y repentina escampada, que rara vez se daba, o, al menos, de que amainase el aguacero para escapar en veloz carrera falda abajo en busca de la protección de los aleros de las casas de la veinticinco; pero para llegar hasta allí el precio era, las más de la veces, un baño no programado de cuerpo entero, ropa incluida.  Y es que por aquellas calendas no acostumbrábamos el paraguas, de pronto alguna chaqueta, nunca impermeable, afrontando la lluviosa tarde sin mas protección que la camisa o camiseta de turno, así que terminábamos empapados... cómo no recordar el correr del agua por la cara!

Y llegados a casa, a cambiarnos de ropa, secarnos y recibir una buena taza de aguapanela caliente, para recobrar las energías, entrando en calor; con el consabido regaño, claro está, ese nunca faltaba.

Imagino que ninguno de los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, que en mil novecientos setenta y ocho cumplimos con la faena de graduarnos, escapó a estas emparamadas, bien camino del colegio o de regreso a casa, y esa vivencia es compartida con todos lo que desarrollaron actividades académicas en tan entrañable colina, a decir verdad, varias generaciones de parroquianos.

Con el pasar del tiempo, el régimen de lluvias ha cambiado y mucho, ahora acumulo muchos abriles viviendo lejos del pueblo de mi juventud y difícilmente podría recordar ahora la última vez que me vi sorprendido por un aguacero con baño incluida; tal parece que el dicho aquel del refranero popular  ha perdido su vigencia, las lluvias mil ya no se precipitan en abril y en noviembre no son escasos los días solados, pero la lluvia siempre estará ahí, y que nunca nos falte, así nos mojemos...
 

martes, 26 de marzo de 2013

Bares, geografía y la Calarcá de ayer

 
 
Cambia, todo cambia... como bien canta Mercedes Sossa, todo cambia, y lo sentenció Heráclito con aquello de que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, o Neruda diciendo que nosotros los de entonces, ya no somos los mismos...

Y esto lo podríamos aplicar hasta para las mismas piedras, impertérritas ante nuestros pasos pero evolucionantes al ritmo de la esfera sobre la que navegamos, y es un decir, a través del espacio sideral.

Todo cambia... pero voy a referirme solo a algunas pequeñas cosas que ya ennumerar se me dificultan; cuando a principios de los años setenta volvía (o me volvieron) a Calarcá, para vivir los años colegiantes, los bares y/o cafés ocupaban un lugar preponderante dentro de nuestra reducida geografía urbana local.  El Neva y La Colina servían de marco a la Plaza de Bolívar en su esquina noroccidental, cruce de la carrera 25 con calle 40; haciendo una diagonal al sureste, veinticuatro con treinta y nueve, el café Londres y el ¿Soratama? en la misma 39 pero con 25, sin olvidar que a media cuadra, también dentro del marco de la plaza el Granada ocupaba su lugar; así que mal contados eran cinco establecimientos los que acompañaban a la Iglesia, al Palacio Municipal (que de palacio no tenía ni un pito) y a las diferentes oficinas bancarias en el encuadramiento de la ajetreada plaza.

Además, cercanos a este enclave teníamos El Quijote, sobre la 25 con 37, y sobre la carrera 23 con 39, uno del que no puedo recordar el nombre -que no era café, era Bar en toda la extención de la palabra el bar Farolito, según confirmación de fuente de primera mano- sumando así siete en cinco cuadras.  Ya pueden ver entonces porqué insinúo tal preponderancia.  Y eso que no me he bajado hasta la plaza de mercado, nuestra popular galería, porque allí la cuenta se pierde y los nombres se hacen imposibles para las olvidadizas nueronas, ni tampoco voy a evocar las tiendas-cantinas diseminadas por toda la geografía municipal; de estos últimos solo puedo dar testimonio de La Marina, en la carrera 23 can calle 35, porque fue la que amenizó parte de mis años juveniles en la Calarcá de entonces; un sábado, de la mañana a la noche, era toda una sinfonía de música popular... Julio Jaramillo, El Caballero Gaucho, Alci Acosta, Los Cuyos, trios, duetos y demás; también sonaban tangos de Oscar La Roca y más, pero para ello, para tangos, mejor los cafés del centro.

Pero a la geografía bar-cafetera le fué llegando su hora, poco a poco, uno a uno; el primero de la hecatombe, el café Londres, para dar paso a la sede del Comité de Cafeteros, desaparecido el Londres ya no hubo forma de detener el declive.  Ahora solo queda el Granada como último de la especie pero transmutado en bingo-casino y un día también le llegará la hora, podemos estar seguros.  Lo mismo que pasó con las fuentes de soda, cafeterías y grilles de las que no entro en detalles, pero completaban el conjunto de establecimientos públicos que los lugareños frecuentaban.  La Marina también cambió, con el paso de los años fue trasladada dos cuadras abajo, hasta la carrera 21 y es posible que aún permanezca allí emborrachando su clientela, es posible, porque también hay cosas que no cambian o al menos no lo aparentan.

Lo cierto es que por aquel entonces los sitios de reunión de los señores del pueblo eran lo bebederos de café y/o licor, llámese cerveza, aguardiente o ron; ahora, entonces ¿dónde se reunen estos personajes? o es que ya no lo hacen, o se han extinguido como sus sitios de reunión... No lo sé, hace tiempo que mis pasos no me llevan por esas calles y nunca se lo he pregundado a los señores que, por allá en 1978, después de ser mis compañeros de estudio, se hicieron bachilleres en el Colegio Robledo y, al igual que yo, se echaron a andar por este mundo mientras las huellas de la geografía calarqueña se desbarataba inexorablemente.
 
Conversando ahora con mi hermano Ricardo, me entero de la proliferación de nuevos sitios al rededor de la nuevamente remodelada plaza de Bolivar, cero y van ya no sé cuentas; ahora que a La Colina le sembraron espigas y la panificaron, me dice que el único sitio que mantiene las características de los sitios evocados en esta nota, está desde hace años sobre la calle 40, con un horrendo nombre, pero con buen café y las soñolientas mesas de billar que no pueden faltar, pero eso del billar a de ser tema para una próxima.

Fotografía tomada de Facebook.

sábado, 26 de enero de 2013

35 años hace y es poco

 
Han pasado treinta y cinco años desde que nos aprestabamos a vivir el último año de Colegio, nos preparábamos para vivir el sexto de bachillerato de aquel entonces, que ahora llaman once, y así como ha cambido hasta el nombre con el se designan los grados escolares, ha cambiado el Colegio y tambian el pueblo, Calarcá, que conserva su nombre, poco más...
 
Y es que en estas tres décadas y media hemos vivido media vida; entonces no teníamos ni asomo de los que se nos venía encima, algunos tendrían por aquel entonces un esboso de los que pretendían ser, y al final lo fueron, mientras otros, quizá la mayoría, escazamente barruntábamos lo que en los próximos diez meses nos esperaba y tal vez ni eso; los últimos días de aquel enero seguro que nos la pasabamos con la despreocupación propia de edad y de la época, dábamos por sentado que nos esperaba un largo año de trámite y poco más, dar vueltas por la veinticinco, tomar un tinto en Donald, una cerveza de fin de semana, una o varias que nos es mucho; esperar las salidas de misa de siete los domingos, cosas sin trascendencia ni importancia con las que dejabamos pasar las horas, los dias, las semanas y nos acolitaban en la espera.
 
Eso sí, charlar, echar pico, garlar, darle a la lengua, que para eso nos la dieron, y tambien echar pata, de punta a punta del pueblo, cuando no nos dejabamos caer hasta Matusalen o a los Chorros, pegar una subida al morro o dejarnos llevar hasta el cerro del Castillo, cuando más; también llegar hasta las inmediaciones del cementerio, o darnos un baño de naturaleza por Peñas Blancas y dándole a la lengua, siempre, incansables, que dón, que capacidad, que bestias del parloteo, hablar, hablar y llegada la noche, una banca del parque servía para continuar con el parlamento.  Siempre había tema, nunca se agotaba, cuando no una cosa, era otra, pero no es de extrañar, es propio y natural.
 
Ayer, sí, treinta y cinco años hace, entonces no había ni rastro de la telefonía de bolsillo, las calculadoras nos eran tadavía extrañas y qué decir de los ordenadores o computadores que no se habían personalizado aún; nada de correos electrónicos ni que pensar en videomúsica, la vida era silvestre, la música se escuchaba en la radio, la tv seguía en blanco y negro y las noticias del mundo eran ecos lejanos.  Claro que los humanos ya habían llegado a la luna, pero también habían dejado de ir, la guerra fría seguía su apogeo y el mundo era de dos, pero no como en la balada, sino algo más complejo y siniestro la hoz y el martillo al este y el Tío Sam en el oeste. 
 
Ahora, que el ajedrez de la geopolítica se ha convertido una partida de poker, abierta y sin reglas aparentes, ahora que el mundo cabe en la palma de la mano, que cualquiera puede hacerse famoso ya no de la noche a la mañana, con 10 minútos basta, sino menos; ahora que los imberbes aspirantes a bachilleres se han hecho abuelos, muchos, tal vez la mayoría, y puedo escribirles desde este blogg, en un ordenador portátil, con conección inalámbrica e informarlos del echo mediante el correo electónico, entonces comprendo lo que bien dijo el poeta, "nosotros los de entonces ya no somos los mismos" y eso que lo éscribió mucho antes de que nosotros aspiráramos a graduarnos en el Colegio Robledo de Calarcá.
 
Entoces, por qué extrañarnos de los cambios.
 
Fotografía de Ricardo Noreña