miércoles, 27 de julio de 2011

Eso de viajar.

Según tengo entendidio, desde que nací, he sido un viajero con cierta constancia o regularidad; según los recuerdos familiares, apenas nacido en Calarcá, viajamos y nos radicamos en Anserma (Caldas); recuerdo un viaje que realizamos -la familia- de nuevo hasta Calarcá a finales del 66, por la muerte de mi abuela materna y el de 1971, cuando nos radicamos de nuevo en la Villa del Cacique. En los años vividos en Anserma no faltaban los paseos de domingo a "Tabla Roja", La Pradera o Ciracusa. Ya en Calarcá las caminatas al rio Santo Domingo hasta Puente Rojo o Matusalén; al Morro, al Cerro del Castillo, al Río Quindío, a Peñas Blancas, a Los Quingos; viajes de corto vuelo... sin faltar alguna bajada a La Albanía -también recuerdo la piscina Maiporé- y las subidas por la carretera de la Línea para ver el paso de los ciclistas en las Vueltas a Colombia, hasta La Divisa, la Virgen Negra o el Recreo; los más lejos que llegué en estas lides fue hasta Alaska, arribita del Hoyo.


Estando en la Escuela nos llevaron alguna vez al zoológico de Pereira y en segundo o tercero de bachillerato viajamos al Roble, a visitar los cultivos de pino, que siguen reinando en buena parte de las cordilleras de nuestros departamentos. Antes de terminar la secundaria fui una vez a Pereira a hacerle un mandado a un profesor y mi padre nos llevó a Bogotá. Recuerdo un viaje a Cali en tren, con Carlos Mario Vargas y no sé quién más. Sé de despalzamientos a algunos municipìos del departamento, pero no el orden ni los motivos, pero terminé visitandolos todos con uno de mis primeros trabajos como vendedor en la campañía Singer, tiempo en el que viví fugazmente en Armenia.


Estando en la universidad, hice la Escuela de Líderes, en la Capilla, en La Mesa, Cundinamarca, tres semanas lejos de casa, comiendo guayabas y oyendo misa... Por estos mismos tiempos hicimos un viaje mítico, en grupo de amigos, a pie desde Calarcá hasta Salento con pernoctada en Ruina Ajena; cuando nos hemos vuelto a reunir, alguna anectdota del viaje sale a relucir, para eso son los viajes, para recordarlos. Otro que no olvido es una excursión con Fabio Iván Dávila hasta los Chorros de San Rafael, con ascención monte arriba hasta los transmisores de RCN.


Terminada la Universidad me fuí a trabajar a Pereira, y me radiqué alli, desde la Perla del Otún, amplié mi radio de acción viajando hasta Cartago, Chinchiná, Armenia, ibagué. Cambié de empresa y se fuí a vivir a Restrepo (Valle) y seguí viajando, ahora por gran parte del territorio Vallecaucano, desde Cartago hasta Jamundí pasando por Buga, Palmira, Cali, Yumbo, Dagua, Darién, La Cumbre y Buenaventura, sin olvidar Alcalá, Sevilla, Caicedonia, y otros más (ni que fuera la canción de Niche). Estando en Restrepo hice mi primer paseo a la costa, a Cartagena, visitando las Islas del Rosario, antes de volver a Calarcá por varios meses y trabajar en Pereira, pero viajando a diario. Con la nueva empresa ampliamos el radio de acción y ahora los viajes fueron a Armenia, Ibagué, Cali, Bogotá, Medellín y Barranquilla.


Recuerdo un viaje a Bogotá, desde Calarcá en el carro de Fabio Iván Dávila, con Sandra y en compañía de Camilo Augusto Torres, Martha Adiela y Manuel Alejandro, allí nos encontramos con PTT, que trabajaba en la Alcadía Mayor, y pernoctamos en la casa de Luz Stella Restrepo... Otro de los viajes realizados con amigos fue a Girardot, a la ordenación de Camilo Augusto Sánchez, como presbítero, o cura que decimos.


Continuando con los trabajos y los viajes, cambié de empresa y los desplazamientos continuaron, me radiqué en Manizales, y viajé a ciudades de los de partamente de Caldas, Quindío, Risaralda, Cundinamarca, Tolima, Huila, Caquetá, Valle, Cauca y Nariño, lo mismo que a Medellín y Bogotá. No puedo olvidar las subidas al Nevado del Ruiz y al crater de la Olleta. Por esta época, aprovechaba los viajes de trabajo para conocer algo más, así, estando en Neiva viajaba por sus alrrededores a los Termales de Rivera o al embalse de Batania, en Medellín alguna vez nos fuimos hasta El Peñol y Guatapé para ver la represa y subirnos a la piedra, también visitamos Santafé de Antioquia, pasando a pie por el Puente de Occidente; estando en Nariño, los volcanes de Cumbal y Azufral y la Lagura de La Cocha también fueron objeto de visita. Hice mi primera salida del pais, en un viaje a Nariño, que incluía trabajar en Pasto, Túquerres e Ipiales y un fin de semana fuimos hasta Quito. Así mismo, en unas vacaciones de la empresa viajé hasta España, para visitar a Sandra, en Valencia.


Desde Manizales, ya en plan familiar, viajé algunas veces a Medellín, también hicimos viaje hasta Tolú y Cobeñas, con Islas de San Bernardo incluidas y otro hasta el Parque Nacional Tairona, pasando por Santa Marta.


Viajar, dejarme llevar por los pasos o las ruedas, por trabajo, familia o diversión, sólo o en compañía, pero viajar.


Ya les contaré la segunda parte de este cuento, a los compañeros del Colegio Robledo de Calarcá, de 1978, a quienes va dirigido este espacio.


martes, 19 de julio de 2011

Otro Verano

Este verano no he dedicado espacio a los acontecimientos anuales de julio como los Sanfermines, de Pamplona, que ya son recuerdo, y el Tour de Francia, que entra en su última semana. Lo que no quiere decir que no está al tanto de ellos, no, más bien es que no ha habido mucho que decir ni que contar. Los Sanfermines de este año batieron record de velocidad, paraciera que tuvieran prisa, los bólidos, que no toros, atravesaron las calles de Pamplona como alma que lleva el diablo, cada día más veloces; ni que tuvieran motor o pedales; y en el Tour la cosa no cala, ha habido estapas con cierto grado de emoción, con espectáculo, que no falta, pero algo falta, ya veremos en el Alpes cómo se ponene las apuestas.

Julio es mes de viajes, que se lo pregunten al Padre Camilo, que ahora pisa por tierras gallegas, para luego ir a la Capital (Madrid) y ya se verá dónde termina el periplo, ojalá se dejara caer por este Levante, que buenos aires tiene. Y el Amigo PTT, ya casi emprende viaje al norte, poco le falta, han comenzado ya con los adioses y las despedidas, que es señal de que la partida está muy cerca.

Sé que muchos otros aprovecharán la temporada para hacer sus viajes largos o cortos, sólos o en compañía, abandonando por unos días o semanas la rutina, que bien nos viene siempre; pero como no cuentan nada y se lo guarda para ellos, pues ni modo de hacer una vitrina de destinos y aventuras; los bachilleres del colegio Robledo de Calarcá de 1978 gustan de pasar desapercibidos, que no es con ellos, y ante eso no hay remidio ni tratamiento posible.

Así que mejor los dejo tranquilos y sigo mi camino, que este verano apenas empieza, ya les contaré. Entre tanto, disfruten del paisaje las compañía y la estancia.

Un abrazo a todos.

martes, 12 de julio de 2011

Una moneda para Caronte

Porque nunca se sabe, es mejor cargarla, no sea que el barquero del Hades te deje esperando sin fin, a orillas del Aqueronte. . .

No olvidemos, que en esta vida todo tiene su precio, más la muerte, esa cita ineludible que nos espera no se sabe dónde ni cuándo, pero que nos llega sin previo aviso, a veces como regalo envenenado. Regalo demasiado costoso, porque termina costándonos todo: La vida.

A través de los años presenciamos un rosario de partidas que nunca termina; bueno, termina con la única partida que no veremos, la propia. Así, parten familiares, amigos, allegados, personas de renombre y sin él; un día se fué Lenon, otro Galán, también Garzón y ayer Facundo y tantos otros que partieron forzados por la sinrazón y la violencia. Algunos en cambio, pudieron despedirse sin apremios, despacio, haciendo los tiempos, Sábato, entre los últimos, también Saramago, Obregón, Celia. . .

La cuenta no termina y no sabemos cuando ha comenzado, porque desde que somos, asistimos involuntariamente a adioses y despedidas. Una cercanas: padres, abuelos, hermanos (con sus respetivos femeninos, para no caer en sexismos); otras menos, pero de todos modos nos quedan las ausencias, los vacíos, los recuerdos.

Sirva la ocasión para rememorar a los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, de 1978, que cumplieron la cita de forma muy temprana: José Ramón Díaz, el último, pero también Fernando Antonio Rincón, Octavio Henao y Jorge Eliecer Lozano. Sin llegar a asegurar que la lista esté completa.

Así que lo mejor será mantener los monedas cerca, a la mano, porque Caronte no trabaja gratis.

PD: Es julio, es verano, pero a veces los temas se nos atraviesan y no podemos eludirlos. Abrazos a todos.