sábado, 22 de marzo de 2014

Los Calanchos de Juan Bau - Tratado Insustancial de Trigonometría

Eso de las funciones trigonométricas, que con tanto denuedo se esforzaba el profesor Juan Bautista ¿ ? en explicarnos, creo que no pasó del año 1977, al menos para la mayoría de los que nos haríamos bachilleres al año siguiente en el Colegio Robledo de Calarcá; esta precisión la hago para no entrar en especulaciones mayores, aunque estoy convencido que mas allá de la materia que nos quitaba los sueños en el quinto de bachillerato de aquel entonces, poco más; a menos que les hubiera dado por volverse trigonometristas, que serían los menos, ¿cuantos...?  De la cochada del 78 no creo que haya surgido ninguno. 
 
Y es que pasados los años,  ¿Quién recuerda algo del seno, que no hablo de anatomía, ojo, la tangente o la secante, con sus respectivos "co"?.  Por mucho empeño que el profe le pusiera al asunto, sus calanchos, mas allá de asistir a la clase y superar los exámenes, poco, por no decir nada.  Claro que algunos masoquistas habrán descubierto en la Universidad que ese asunto sí tiene sus utilidades y que los ángulos y sus relaciones tienen nombres y usos; pero allá ellos, esa inmensa minoría de matemáticos, geómetras, ingenieros y demás, cada loco con su tema.  Para el resto de los mortales, las trigonometría, con los años, no deja de ser una cresta de ola en ese extenso mar de conocimientos que nos deparó el bachillerato. 
 
Pero una cosa es la materia y otra muy distinta el personaje que frente al tablero sufría a la panda de pelafustanes de turno; puede que de los ángulos y sus funciones poco, pero del profesor o docente, sí hay un recuerdo más duradero y gratificante, Juan Bau, como se le mencionaba entre la clientela, que nadie le alargaba el nombre, así como su asignatura no pasaba de ser trigo, aunque no guardara relación con el cereal y la panificación; que ni gordo ni flaco, mas bien tirando a menos que a mas; alto, pero no mucho, con su no muy abundante barba y su sonrisa de bondad -o sería lastimera, al ver el ganado de turno, que más bien jumentos- Si, su sonrisa es quizás el mejor recuerdo que conservo del profe que en quinto de bachillerato se esforzó por demostrarnos lo útil y necesario que es el conocimiento trigonométrico para la vida... Vano esfuerzo, Juan, desde que presenté el examen final en el año del señor de 1977, poco, muy poco, por no decir que nada, porque podría engañarme...

Estoy seguro que en el mundo que nos rodea, los senos están más que presentes, y que no sólo ellos, también las demás funciones trigonométricas están rigiendo todos los ángulos, y viéndolo bien despacio ¿dónde no hay ángulos?, solo hay que mirar a nuestro alrededor y descubriremos ángulos de todos los tipos, de todas las dimensiones, agudos, rectos y obtusos, y triángulos en todas sus variantes, y cada uno de ellos con sus senos, cosenos, tangentes, cotangentes, secantes y cosecantes; ahora empiezo a entender la sonrisa de Mona-lisa, que siempre iluminaba el rostro de nuestro profe, es posible que el esfuerzo no haya sido en vano, Juan Bau, los calanchos al final comprenderían el mensaje... 

lunes, 24 de febrero de 2014

Don Édison Cabal

 
Un examen como pocos, oral, sin la complicidad del tiempo ni del bolígrafo o lapicero, con el que solíamos jugar en espera de la iluminación definitiva, que no siempre llegaba a tiempo; así fue el último examen de ciencias integradas de cuarto de bachillerato, don Edison detrás de la ósea caja de cartón, serio, como siempre lo fue, imponiendo la autoridad de los profesores de entonces, que se traducía en respeto por parte del alumno; con el parroquiano de turno frente a la fatalista caja, sin mas testigos  que el aire y el tablero, porque el examinado entraba solo al salón, toda la pandilla fuera, a la expectativa, sumidos en la sinrazón de la espera... una vez adentro no tenía retorno, sin reversa, se aproximaba a la consabida colección de piezas óseas -restos humanos, diría alguno- obtenidos todos sabíamos cómo, y esperábamos unos instantes, previo saludo, obvio, mientras nuestro profe, después de contemplar detenidamente a la víctima de turno, qué digo, al alumno citado, introducía se velluda mano, seleccionaba uno de los componentes de la esquelética colección y procediendo a entregársela al desdichado, prodigaba la consabida pregunta, o mejor, porque no había pregunta propiamente dicha, le dacia  "hábleme de el".
 
Así que, averígualo Vargas, cúbito, radio, tibia o peroné?, clavícula quizás?, fémur o húmero?; una vértebra, pero cual, atlas, axis?, coxis no, seguro; costilla falsa? parietal, occipital o frontal?; claro que la cosa podía ponerse dura, qué tal uno de esos adminículos óseos que hacen o forman parte, esqueléticamente hablando, de las manos o los pies? fácil para terminar metiendo literalmente la pata; carpo o tarso a cuál pertenecerá el escafoides? y la falange? falangina o falangeta? del índice o de cuál? de la mano o del pie? Joder!!!
 
Claro que algunas piezas son inconfundibles, y he de decir que en mi caso particular conté con suerte, la pieza que me sacó en suerte don Edison fue un omoplato, inconfundible con su espina, que no dorsal !ojo¡, acromion, cuerpo,  bordes vertebral, superior y axilar, ángulos superior  e inferior, cuerpo y cavidad glenoidea. uff... sin olvidad la escotadura y proceso coracoides (siempre es que wiki puede con todo,  eh).  Nunca supe ni me di por enterado si era izquierda o derecha, ni me lo preguntó, la verdad es que no entramos en asuntos ideológicos, el tiempo no daba para tanto.  Resultado final?  aprobado, para qué mas...
 
Don Edison Cabal, hacía honor a su apellido, como profesor nos causaba cierto temor, por no decir que miedito, cutucutu, producto de nuestra irresponsable forma de asumir el proceso educativo, pero con él, como con otros mas, estudiabas o claudicabas, y nosotros, a pesar de todo, no estabamos dispuestos a entregarnos, así que respondíamos, nos dedicábamos a la humana corporalidad, más por la nota que por el conocimiento, la verdad sea dicha, y terminábamos aprendiendo y conservando en la memoria el recuerdo de uno de los buenos profesores con que contaba nuestro colegio Robledo, de Calarcá, por allá en los 70´ del pasado siglo XX. 

miércoles, 22 de enero de 2014

Don Victor García

Don Víctor García, matemáticas y dibujo, primero/segundo de bachillerato.  Es un grato recuerdo, el de un hombre mayor, con la sabiduría de los viejos -que lo era- y el vigor suficiente para afrontar a clases de más de treinta pelafustanes dispuestos a todo menos a atenderlas.  Fue el profesor de mayor edad que llegué a tener, porque en el Robledo no tuve la oportunidad de recibir clases de don Noé Torres, como tampoco del profesor Benjumea (Saco viejo, según los recuerdos que me llegan como voces lejanas, y que poco a poco van desapareciendo) que para esa época, los felices setentas, eran los mas añejos, seguidos muy de cerca por don Gonzalo Gutiérrez, español y geografía de tercero/cuarto.
 
De tez morena, pelo blanco y, emulando a Quevedo, un profe cerbatana -largo y flaco- de voz clara, a pesar de a tiza, y con la afabilidad de los abuelos (que los hay cascarrabias, como todo, pero esos no cuentan, se salen de modelo).
 
Pasamos por sus manos, o sus clases -son formas de decirlo- y seguimos nuestro camino sin mirar atrás, mientras él continuaba con su labor de instruir, de contribuir en la formación de los recién llegados al segundo piso  del proceso educativa; es posible que  para el año en que nos graduamos, 1978, ya no estuviera allí, que ya disfrutara de su merecida jubilación, pero no lo sé, solo es una conjetura más; pero pasados los años, su recuerdo vive en mí, y me ha parecido justo compartirlo, decírselo a todos -que es un decir- que hubo un profesor de nombre Víctor y apellido García, que dejó una huella imborrable en los robledistas calarqueños, que no lo olvidamos y, de alguna manera, conservamos sus enseñanzas y ejemplos.
 
Don Víctor García, mas que un buen recuerdo.

jueves, 12 de diciembre de 2013

12.784 días después.

Estoy tratando de recordar y no puedo, que los hechos se hacen irrecuperables para esta desmemoria, si fuera memoria podría recuperarlos, eh!. 
 
Lo cierto es que iniciado diciembre (escribo esto el día 4) es posible que esa inmensa mayoría de prospectos de bachilleres del colegio Robledo de Calarcá, en 1978, ya nos hubiéramos librado de la fauces y garras del proferoz, como a bien tuvo evocarlo en un comentario a este blog un no muy buen-pensante anónimo que compartió aquella experiencia.
 
También es posible que aún navegáramos en el mar de la intranquilidad a la espera del imposible, una nota, una aprobación improbable, o, peor aún, que, ahora sí, por fin estuviéramos entregados al estudio de la fatua materia (que no digo su nombre para no martirizar a la parroquia) y citados  para el patíbulo de la última prueba... habilitación que llamaban. 
 
He querido evocar estos momentos pero se me escapan, tal parece que el olvido es cómplice y nos esconde de lo que no deja un buen sabor de boca; pero tampoco logro recuperar el momento de recibir el aprobado y revivir la sensación:  Brincamos en una pata de contentos al grito de ¡hurra!, corrimos como locos falda abajo para gritarlo a todos los vientos, nos abrazamos... todo se me niega, solo alcanzo a imaginar el descanso que significó aquella nota, volver a respirar tranquilos y saber que ahora sí nos hacíamos bachilleres, misión cumplida.
 
Ahora, a treinta y cinco años luz, las cosas no es que se vean distintas, es que ya casi no se ven, de los mas de treinta compañeros de pupitre, más los otros de "B", de los profesores de entonces, las aulas y del establecimiento mismo estamos cada vez mas retirados, mas ausentes; si acaso, y hablo por mí, por alguna eventualidad cada vez más dispersa se da algún contacto; con decir que en los últimos diez años me habré visto con dos o tres y pare de contar, y por medio de este embeleco llamado blogg, he contactados con unos pocos mas, pero la gran mayoría permanecen perdidos en la distancia, pero eso sí, los recuerdo a todos tal como eran entonces, estrenando vida, radiantes en su atrevida juventud, exultantes de sueños, prestos para emprender el camino, para salir a rodar por este mundo, el de entonces, que luego ha cambiado tanto, y nosotros todos igual, igual de cambiados, haciéndole caritas a la tercera edad, muchos abuelos ya y otros no tanto...
 
De todas maneras ya son treinta y cinco vueltas montados en este globo desde aquel acontecimiento que marcó nuestras vidas, 35 trepidantes vueltas, unas mas agitadas que otras, con algunos descalabros y muchas muchísimas realizaciones, logros, metas, éxitos...
 
Volviendo la vista atrás soy consciente, o pretendo serlo, que quien vivió esos locos años de colegiante fue uno muy diferente del que hace recordación ahora, porque los recuerdos, para bien o para mal, dependen de quien recuerda y cada uno tiene su propia historia, como la vida misma que a pesar de compartida es para cada quien una experiencia única.
 
Todavía conservo la esperanza de un reencuentro, pero no atino a ponerle fecha, desde esta esquina se me hace difícil ponerme en la tarea y no soy quién para pretender que otros la hagan por mí, así que como meta sigue vigente, entre tanto seguiré navegando entre los recuerdos que cada vez se hace más tenues, más lejanos, mas inciertos.
 
NOTA: No quise dejar pasar esta fecha, 12 de diciembre, la generación del saco a cuadros iniciaba su camino y sigue su marcha.
 
 
 

martes, 26 de noviembre de 2013

Recuerdos congelados

Treinta y cinco años después, ni modo de recordar si alguna vez nos llevaron a conocer el hielo; me parece que no fue necesario, bastaba con ir a la tienda de la esquina o abrir el compartimiento superior de la una nevera -donde la había, que por esas calendas no era un adminículo que enfriase en todas las casas-.  Recuerdo que para conservar la carne debía salarse y condimentarse y así permanecía en algún rincón de la cocina  y para los helados (ese tentador hielo dulce con algún sabor a fruta o qué se yo)  bastaba disponer de una o varias monedas, escasas por cierto para nuestros bolsillos, y pedirlos al tendero de la esquina o a través de la ventana donde la señora  que los anunciaba con un avisito en la puerta de la casa HELADOS.
 
Otra forma de aproximarse a tan fría experiencia se podía vivir en la plaza de mercado o galería, como llamaban en nuestros pueblos a los centros de acopio, antes de su transformación es los super e hipermercados ahora englobados en los Centros Comerciales o Moll (tan gringo como gusta al respetable); si te dejabas caer, o te llevaban, por los lados de los expendios de pescado, ahí lo tenías, en bloques translúcidos, transparentes o no tanto, vidriosos podríamos decir, conservando los cuerpos inertes de la última subienda.
 
Pero los pedazos de hielo preferidos estaban en las neveras o congeladores, que también los habían en algunos establecimientos, eran los helados con su variedad de colores, olores, formas, tamaños y precios, claro que algunos no pasaban de ser auténticos trozos de hielo con anilina; los de maní, coco, mora, guayaba, maracuyá, tomate de árbol, salpicón o simplemente de leche... todos fueron saboreados con golosas ansias, de todos dimos cuenta en diferentes momentos, refrescaban, combatían la sed, eran una golosina mas.  Sólo dejábamos el  palito y nos quedaban las monos pegotudas por su culpa y, cuando no, hasta la lengua pelada, por abusar de su baja temperatura.  Y no faltaba la tragedia de ver caer al suelo su última parte, el último trocito de helado que nos dejaba la sensación de querer mas, nos dejaba incompletos, no saciados; solo chupándolos hasta dejar el palo limpio, quedábamos verdaderamente satisfechos, sin olvidar un última lamida a tan referido palito en el que sobrevivían los vestigios del manjar deglutido. 
 
Pero los helados no vivían en el Colegio Robledo, allí se vendían gaseosas y al clima, no las recuerdo frías, es curioso, ahora que hago memoria lo encuentro inverosímil, una tracamandada de muchachos sin helados a su disposición, pero sobrevivimos a la tragedia, nos hicimos bachilleres en ese 78 de nuestras cuitas y nos fuimos a buscar los helados a otra parte, cada uno a lo suyo.


PD:  Además de helados, nos vendían bolis o cupis, estos sí de agua pintada de colores en bolsitas plásticas de variado tamaño; sin olvidar el raspao, hielo en escarcha endulzado y pintado de colores, con algo de leche condensada por encima, ¿recuerdan la maquina con las que raspaban el hielo para obtener su particular forma trapezoidal?; por último las cremas, en cono, algo más lejanas a nuestras endebles economías, claro que el cremero del carrito las tenía a precio muy competitivo, para qué, pero no era lo mismo.  Otro embeleco de aquellos tiempos era la forcha, misteriosamente embazada en toneles blancos, digna de los más disparatados cuentos, leyendas urbanas que llaman... se me olvidaba que el ingenio popular también congelaba bananos.
 

jueves, 14 de noviembre de 2013

A la recherche

   " ...hizo bien en hablar de los "misteriosos hilos" que la vida rompe.  Pero es mas cierto aún que los teje sin cesar entre los seres, entre los acontecimientos, que entrecruza sus hilos, que los dobla para reforzar la trama, de suerte que entre el menor punto de nuestro pasado y todos los demás hay una espesa red de recuerdos que sólo nos deja la elección de las comunicaciones".-Marcel Proust, En busca del tiempo perdido - El tiempo recobrado.
 
Cien años hace hoy de la aparición del primer volumen de la obra de Proust, cien años donde sus lectores habrán encontrado un camino para recuperar ese tiempo perdido, el suyo propio,  y cada uno habrá realizado el rescate a su manera.  El espejo reposa en los mas de tres mil folios que componen la obra... tarea grande eh!, pero ¿qué son tres mil hojas frente a toda una vida? Quizás poco, tal vez demasiado; todo depende, no olvidemos, del color del cristal a través del cual se mira.
 
Y es que mirar hacia atrás, rememorar, hace parte de la vida misma, así se haga no muy conscientemente, es parte del hacer de cada quién; tal vez por ello, o para ello, hemos terminado midiendo el tiempo, poniéndole segundos, minutos, horas, días, meses, años al calendario particular de cada existencia.  Las fechas, como hitos, son mojones que delimitan las diferentes etapas por las que en el trasegar de la vida nos hemos asomado o en las que nos hemos visto atrapados.
 
Y es que la recherche, como la existencia misma, no puede ser colectiva; así como cada quien vive, mira y valora desde su muy particular punto de vista, también reconstruye esos actos del pasado en su tiempo.  Por ello no es de extrañar que al escuchar a otro narrar hechos de los cuales también hemos sido protagonistas o testigos nos sorprendan las adiciones, modificaciones u omisiones que nos llevan a dudar, afirmar o recomponer nuestra propia vivencia, activándose de esa manera la trampa de la memoria.
 
A cien años de su aparición estoy terminando de dar cuenta de la obra, ahora navego en las últimas páginas del séptimo título o volumen  "El tiempo recobrado" y estoy seguro que volverán mi ojos a sus páginas  en un futuro no muy lejano, aunque sin prisa. Y así como he dedicado tiempo durante mas de siete meses para ejecutar la lectura, me tomaré algún tiempo para volver a ella y continuar la tarea.
 
Es posible que a lo largo de las entradas que hasta ahora componen este blogg hallamos reconstruido, así sea de manera  muy superficial, episodios, rostros, personajes, acontecimientos que de una y otra forma hicieron parte de ese período de vida que compartimos y dejamos en la parte alta de la colina que servía como sede a las instalaciones del Colegio Robledo de Calarcá y del cual fuimos expulsados a la vida finalizando el año de 1978.  Todo el cúmulo de recuerdos filtrado por la desmemoria, con el sesgo, consciente o no, que cada quien arrastra por la vida, se han vertido en estas páginas virtuales que un día desaparecerán para siempre, como todo, porque lejos de la transcendencia anhelada, no somos mas que partículas de eso a lo bien canta el grupo Kansas... Polvo en el viento, dust in the wind y no por ello, dejamos de andar en busca del tiempo perdido, "a la recherche du temps perdu",  como lo testimoniara hace ya un siglo el genial Marcel Proust,
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Calarcá y sus alcaldes populares, una historia reciente - 3

Después de la segunda, irremediablemente la tercera, que por fin hemos completado del muñequito, todo gracias a un calarqueño insigne radicado en los alrededores de la capital del Reino.
 
Una vez agotadas las webusquedas y con no poca impaciencia, pero sin desistir, hube de recurrir a las citada fuente y sin más demora que la justa recibo vía mail la información pertinente, así que los datos ya están completos, salvo error u omisión, ahora podemos reunir en un sólo bloque (o paredón) los nombres de los ilustres alcaldes elegidos mediante voto popular en los 25 años de vida que tiene este entuerto:
 
1989  Jaime Alberto Mejía Jaramillo.-  Cumplió el periodo de un año, para el resto fue designada por decreto Olga Lucia Monroy Fernández.
 
1991 Ruby García Tobón de G.-  Cumplió un año de administración; fue designado, por decreto, Jaime Gómez Botero y para culminar el mandato, fue nombrado, también por decreto, Ignacio Salgado López, quien por fin culminó el periodo.
 
1992-1994 Jaime Jaramillo Gaviria ( hasta aquí fueron períodos de dos años) 
 
Enero1995-dic 1997 Oscar Iván Sabogal  (y desde aquí tres años)
 
Enero 1998-dic 2000 Jhon Bairo Cohecha Salazar
 
Enero 2001-dic 2003 Eduardo Orozco Jaramillo
 
Enero 2004-dic 2007 Luz Marllie Alonso Gaviria  (a partir de aquí cuatro años)
 
Enero 2008-dic 2011 Carlos Enrique López Murillo
 
Enero 2012-dic 2015 Juan Carlos Giraldo Romero, suspendido de funciones desde agosto del 2013, encargado desde ese momento Julio Ernesto Ospina, ahora, desde octubre del 2013, a sido designada para cumplir el período que dure la suspensión Carolina Cárdenas Barahona.
 
Es estos nombres está representada la historia del último cuarto de siglo en Calarcá, en cuanto a administración municipal, sin olvidar que existen otros más, sí, los municipios son administrados por el alcalde de turno, pero sobre quienes recae la función  legislativa es sobre los concejos municipales, que, al parecer, una vez nombrados, poco se sabe de ellos, sesionan-cobran, que no poco y esperan hasta que llega de nuevo la campaña para perpetuarse en sus cubiles, que digo, en sus curules.  Pero no puedo, ni quiero entrar en ese berenjenal, no quiero ni imaginar lo que representa en estos momentos reconstruir los nombres de los concejales elegidos, y eso que solo estoy rescatando los nombres, que no las obras, eh!
 
Que bueno sería evaluar los resultados, quiero decir, las obras y ejecuciones de la vida administrativa municipal, con objetividad, sin sesgos para llegar al menos a conclusiones, pero eso es como pedirle peras al olmo; además, ello no es harina para este costal, este rincón esta pensado para otros menesteres y como ninguno de los que en 1978 nos hicimos bachilleres en el colegio Robledo hemos llegado a ocupar dicha posición, pues nada.
 
Ahora bien, es posible que alguno de aquellos patosos hayan formado o formen parte de la burocracia municipal o departamental, pero no a esos niveles.  Sí sé por fuentes fideciertas que uno de los nuestros ocupó en algún momento un alto cargo en el Ministerio de Salud, viceministro, pero en esas son otras ligas donde se juega a otra cosa.
 
Y ya para finalizar por hoy, como solía despedirse un fatuo presentador de noticias, allá en los años de upa, ahí le dejo ese trompo bailando en la punta de la uña, ¿Quiénes serán los próximos?  ¿Harán algo que los justifique?  ¿Cumplirán sus promesas - programas de gobierno?  ¿tendrá por fin el coronel quién que le escriba?  amanecerá y veremos.
 
A propósito, ¿Cuánto ganan el alcalde, los concejales y los secretarios de despachos varios?
 
Fuente: Historia de Calarcá relatos 1570-1970 de Ariosto Cardona, según el amigo arriba citado.