lunes, 21 de abril de 2014

De lectoescritura y malabares varios

Exceptuando a los "arranca-yucas de La Bella" y a otros mas que llegaron en paracaídas  para hacerse robledistas de última hora, y no me pidan nombres que ellos lo saben, aquellos que trajinamos los seis años por los arenosos suelos del Colegio fuimos de la mano de don John Henao, don Gonzalo Gutiérrez y don Pedronel Ospina y alguno más que no recuerdo, recorriendo los espinosos terrenos denominados Español y Literatura, que antes en la escuela llamaban escuetamente Lenguaje.  Y allí nos empapábamos de la denominada gramática, esa teorización del habla y la escritura que a algunos entretiene a otros embelesa y lo demás, quizá la mayoría, trastorna; que eso del hablar no es que sea gran cosa, pero lo de gramaticar ya es otro cuento, que eso es p´gente como buenamente dicen por ahí.

Sí, claro, muy fácil, elemental, la oración, que no el rezo, ojo, con los sujetos -¿y sujetas? ¿qué sujetas?- y el predicado; y claro, los invariables sustantivo, verbo y artículo y los volubles, que no pueden faltar los cambiantes, adjetivos, pronombres, preposiciones, adverbios, conjunciones, interjecciones, ¡ay!. que hasta ahí todo es pan comido, pero empiezan que las arandelas del sustantivo, que género, tiempo, modo, que propios e impropios, ajenos y del vecino, sin detenernos en el polifacético adverbio, que da para rato; así como a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre y tras que preposicionamos donde nos alcanza el aliento...

Y dele, fonética, morfología, sintaxis, léxico-semántica, pragmática; y más, que la paradoja, la prosopopeya, el retrato, el símil, la sinécdoque, paremos, paremos, un respiro por favor, que este galimatías no lo aclara nadie.

Ahora, tantos años después, cuando las cosas se ven con otros ojos, y es un decir, qué trabajo arduo el que tuvieron y tienen, porque lo siguen teniendo, aquellos Quijotes que entregaron todo su esfuerzo a eso de enseñarnos a hablar, leer y escribir, a expresarnos, ordenar las ideas y a pensar, porque bien lo leí alguna vez en alguna parte, el pensamiento está atravesado por la palabra, así que gramaticemosnos  un poco y recordemos con otro sentimiento las bien intencionadas lecciones de lenguaje, que desde las primeras de cambio se empeñaron en enseñarnos.
 

lunes, 14 de abril de 2014

Filosofando bajo el chocho...

Chocho - Erythrina Caffra

Corría el año de 1977 y para estrenarnos en el mundo del pensamiento nos tocó en suerte, lastima que por poco tiempo, recibir de don Omar Valencia los primeros pasos en tan espesa materia.  No me queda registro escrito de los temas tratados y la memoria no atina a recuperarlos, pero lo que sí recuerdo con toda claridad es que en algunas ocasiones nos llevaba a la parte de atrás de la cancha de baloncesto y nos impartía clase debajo del árbol de chocho que servía de sombra en aquel rincón de la explanada que hacía las veces de colegio.  Valga aclarar que el sitio no era un rincón exactamente, si uno se alejaba un poco se encontraba con el barranco que caía sobre lo que con el paso de los años terminaría siendo la variante de Calarcá -un rincón con caída, curioso, no?-.

Pero la dicho no duró mucho tiempo, pronto don Omar nos dejaría para dar paso al "varón súper-arepa" con quien continuaríamos el curso lejos de la sombra del viejo chocho; que no puedo asegurar si nos llevó hasta noviembre o también tomó las de Villadiego antes de tiempo.  ¿Fuimos acompañados por don Eídenlman Martínez hasta el final de curso?, me parece que sí, y que no fue hasta el año siguiente cuando fuimos a caer en las garras de María Concepción Ortiz.

Lo cierto es que durante esos dos años, dos veces por semana, estuvimos citados con la aventura del pensamiento, pero pensándolo un poco, ¿será que llegamos a barruntar alguna vaga idea o al menos a acercarnos a ese poblado mundo de la evolución de las ideas?  Ni idea.
 
Trato de recordar lo que bajo los influjos del chocho nos dejó don Omar, el legado de don Eídelman o las huellas de María Concepción...

¿Nos remontaron hasta Grecia?, ¿nos visitaron Sócrates, Platón y Aristóteles?, ¿nos hicieron conocedores de su importancia dentro de nuestra cultura, ahora denominada occidental?, ¿pobló nuestro incipiente acercamiento el materialismo histórico del siglo XIX?, fuimos capaces de bañarnos dos veces en el Santo Domingo, o fuimos fieles ahijados de Hipócrates y comprobamos que en cada chapuzón eran otras la aguas  y otro el río... mmmhhhh, de alguna manera nos debió influir el eterno enfrentamiento entre las ideas y la materia; porque, siendo materia -poco mas que una caótica confluencia de átomos y egos- eso de las ideas, las mas de la veces, se nos antoja demasiado grande, aunque subyazgan en lo más recóndito de nuestras entendederas los ecos de Mª Concepción y de don Eídelman, porque los de don Omar deben confundirse con e l trinar de pájaros y el de la hojarasca que habitaba debajo del chocho del Robledo.