martes, 28 de septiembre de 2010

Buenvenida al otoño

Por estos lares y a estas alturas, o bajuras, dependiendo de quien lo mire; por esta latitudes, como podría decir otro, cualquiera, que poco importa; se nos ha venido encima el Otoño, una de las cuatro estaciones que bien musicalizó Vivaldi, atrás quedó el verano, uno más, que ya vendrán otros.

Así, trimestre a trimestre, las estaciones nos marcan la vida; ya ayer, en Valencia, amanecíamos con temperaturas que invitaban a desempacar la primera chaqueta y este es un buen indicio, al menos para la costa levantina, que otros años se ha torrado hasta bien entrada la estación.

He de aprovechar la ocasión para rescatarme, espero estar a tiempo; porque la competencia se pone dura, como decimos, y después de siete entradas concecutivas de PTT, es hora de volver a la friega, no puedo ni quiero abusar de la confienaza del amigo y dejarle toda la responsabilidad del Blog (esto último es para que PTT se los crea, a pie juntillas!).

Así que no encontré mejor disculpa que darle la bienvenida al otoño, nada de reconocimientos, ni cartas, ni cosas sesudas como las de mi contertulio, no, yo sólo puedo dejar caer los dedos sobre las teclas y tratar de ocupar el espacio, sin mucho remordimiento. Y es que el otoño, como todo en la vida, tiene su encanto; las temperaturas se hacen disfrutables, que ni frio ni calor, mas bien todo lo contracio; algo de lluvia, un poco de sol, días grises que invitan a un buen café o una taza de chocolate -con churros- y si tienes la oportunidad de salir de la ciudad, los bosque te regalan con una fiesta cromática que ni qué decir.

Además, las agradables temperaturas facilitan sentarte frente al ordenar y tratar de desordenar algunas ideas, cosa dificil para mí. Pero el otoño es bueno para reflexionar sobre el verano, ya que en esas nos la pasamos, rumiendo recuerdos; este verano fue otro más, muy similar al anterior, récord, se pasó la estación y no fuimos a la Malvarrosa a mojarnos ni siquiera los pies, otro año sin playa, ni que fueramos de sal. Es más, los últimos días de verano los pasamos en Cantabria, visitamos las playas de Suances y de Santander, la capital, y ni así, no nos dejamos mojar por las aguas de Canábrico, las miramos y de lejitos, curioso!

Y de lecturas, mientras el año pasado me despachaba con la biografía de Antonio Machado -Ligero de Equipaje- de Ian Gibson, este año no he podido darle mate a El Nacimiento del Mundo Moderno, de Paul Johnson, poco más de novecientas páginas donde el autor cuenta las peripecias que en la década de va de 1815 a 1825 constituyeron la base de lo que terminó siendo el mundo de hoy. De eso no nos contaron nada en las clases de historia en el Colegio Robledo de Calarcá, o al menos yo no lo recuerdo. Pero eso sí, nos mandaron al mundo como bachilleres en 1978, qué más daba que no tuvieramos ni la más remota idea de los tejemanejes que dieron origen al mundo moderno 150 años atrás. Lo importante era que nos fuéramos a joder a otra parte dejando el espacio libre para los que seguían; porque como las estaciones, las generaciones de estudiantes deben marcan también las vida de esas instituciones de mil nombres, donde pasamos buena parte de nuestra temprana juventud.

Que el otoño sea fructifero, y nos permita llegar en buena forma al invierno en ciernes.

domingo, 26 de septiembre de 2010


MEMORIA DE UN BRINDIS




Cafetiche. Un lugar. Una celebración también. Trabajo con final feliz. Y la foto lo testimonia. Empieza, colorido, el otoño en Madrid. El café Van Gogh, nuestro café fetiche. Lugar de reunión, crisol de risas, taller literario. Alexander Prieto Osorno pone punto final a su novela. Nos hemos reunido con él, desde el invierno de 2009. Hemos visto cómo crece, desde la voluntad de obrar, su trabajo. Maduró día a día, semana a semana, y hoy cosecha sus esfuerzos. Jesucristo 2, la venganza, es el título elegido, al menos por el momento. Su representante editorial en Alemania espera la novela, Alexander quiere, también, enviarla a concursar. Una novela risueña, urticante, atrevida que transgrede la institucionalidad desde la libertad de la caricatura. Caricatura escrita, es necesario subrayarlo, para quienes no son capaces de ver sino la caricatura gráfica. Caricalomía, aunque el término suene a tecnicismo, a palabreja complicada e inútil, y sin embargo, precisión necesaria. En el exigente arte de la caricalomía, caricatura escrita, insisto, Alexander es un maestro, su trabajo lo demuestra. Bonitos crímenes, su más reciente e hilarante libro, publicado en Madrid por La Mirada malva, testimonia esa capacidad humorística. Trabajo literario que recarga el mundo dado, institucionalizado, esclerotizado, para castigarlo con la sátira desde una mirada cómica que contagia.

Sátira. Divertido trabajo. Libro que ríe. Pero también reflexión profunda. Y humor en sentido sustancial. Provocación de estados de ánimo diversos. Una literatura que cumple su función social. Esto es, en apretada síntesis, su nueva obra. Un juego con la palabra que desvela la iniquidad. Pregunta esencial por la risa, la vida y su razón. Ganador del Rulfo de cuento y poseedor de una mirada cómica que zahiere. Ahora, Alexander Prieto Osorno profundiza en su quehacer literario para entregarnos esa preciosa joya. Por sus ácidas críticas a la institucionalidad pervertida, ningún lector quedará indiferente ante esta novela. No recomendamos su lectura al papa Benedicto XVI, ni a los ceñudos seguidores de monseñor Escrivá. Tampoco lo recomendamos a políticos, presidentes, presidiarios, burócratas, zabazoques, sacamicas y tinterillos amantes de zalemas y eufemismos. En definitiva, a quien no tenga capacidad para reírse de sí mismo, de su triste condición de creyente. Porque como en cualquier buena novela, todo esto es ficción, nada es cierto, sólo la terapéutica posibilidad de disfrutarla.

Brindis. Alegre testimonio. El placer compartido. El arte que enriquece. Y la foto de registro. Detrás de la foto, Elena Ospina. Mujer, compañera, amiga, artista, ilustradora, triunfadora también. Ha disfrutado y visto madurar, igualmente, la novela. Y en alguna jornada ilustró al mítico dios solar. En esta foto, desde afuera, también celebra triunfos con nosotros. El primer premio del Salón de Humor Gráfico Ciudad de Bogotá. La invitación a conmemorar, en Estambul, 30 años del Nasreddin Hodja Cartoon. Celebro con ambos, con la misma alegría, la inscripción de la tesis doctoral. Después de un largo proceso de indagación en la risa y sus matices teóricos. Brindamos por la vida y optamos por ella, por la posibilidad creadora de mundos mejores. Brindamos por los mundos posibles, creados y recreados desde el arte, que apuestan por la felicidad. No aquellos paraísos de cucaña denunciados por el filósofo Estanislao Zuleta, sino realidades factibles de ser conquistadas. Por esa felicidad constructora de sueños, brindamos desde el otoño madrileño, Van Gogh solo mira con ojos escépticos.

Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, septiembre 27, 2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

HACIÉNDOLE BARRA AL GUAJIRO DÍAZ


¡Sacude, guapero, para San Andrés y Providencia!

Mira como sopla la brisa Antillana.

El Guajiro Diaz. Así le decía de forma cómplice, tal vez porque ya sabía que la música del cubano Guillermo Portabales le sacudía el alma.




O talvez, porque la música de Fruco y sus tesos nos tendíó, con su Negro Chombo, un puente musical y cómplice afirmando una amistad que trascendíó el colegio.



José Ramón Díaz, El negro boró, como le dice Carlos Arturo Patiño Jiménez, para exaltar su espíritu boricua, real o inventado. Ramón, el compañero de pupitre, el basquetbolista, el amigo, el estudiante esforzado que se formó como odontólogo, ha sabido acunar una nostalgia huérfana que le aviva sus ojos rasgados y le pone una sonrisa triste, explicable desde su historia personal y familiar. La historia de la pérdida temprana de su mamá, que, de alguna manera, novela en El sol de los venados, Gloria Cecilia Díaz, su hermana, y sin duda una de las grandes escritoras colombianas de literatura infantil.

Moncho, como le decía Carlos Alberto Hurtado “Quinta” en las jornadas del Club Deportivo Asterix, ha sido un ser humano amable y luchador, pero callado, así lo recuerda también, desde Baltimore (USA), José Jota Arbeláez, uno de los más brillantes egresados del Colegio Robledo.

Esa calidad de luchador la conocí de primera mano en las canchas del antiguo colegio. Allí nos encontrábamos, sábados y domingos, los calarqueños que participábamos de los campeonatos regionales de Baloncesto. Entre ellos, Carlos, el negro, Díaz y los hermanos Gómez, horizontes de valentía en las canchas del Quindío.

La 21 es uno de las formas básicas del juego entre amigos en las canchas de barrio. Y -sin un compañero de apoyo que modere las demandas de velocidad y fuerza o la responsabilidad de perder la confrontación-, el 1 a 1, es la máxima expresión de amistad y la más esforzada y tenaz competencia entre amigos.

En ese 1 a 1 básico se mide la tenacidad, el valor, la voluntad de triunfar de cada uno. Cada cesta vale 2 puntos y el número impar que concluye la competencia se soluciona, se solucionaba en ese tiempo, desde el tiro certero de la bombonera.

Cuando la confrontación es reñida, el número que pone punto final al encuentro se prolonga indefinidamente. Y es allí donde la tenacidad se suma a la habilidad en el manejo del balón.

Muchas veces me enfrenté en estos duelos con Ramón y puedo asegurar que por más que se prolongaran los enfrentamientos, Ramón terminaba ganando. Su tenacidad, unida a un gancho de izquierda imposible de parar, su jugada favorita, terminaban definiendo el encuentro. Y cuando tengo la idea de haberle ganado al menos una, la certeza sobre la magnanimidad de su espíritu compasivo, me roba la alegría de cualquier posible triunfo.

En la tarea de propiciar el reencuentro de los egresados del Colegio Robledo, Fernando Noreña y yo hemos contado con el apoyo de los amigos. En estos días Carlos Arturo Patiño me dejó el teléfono de Ramón para que lo llamara. Por los afanes cotidianos del estudio aplacé el contacto. En estos días lo llamé y me atendió. El Guajiro Díaz, pregunté. Y no había perdido la memoria de la contraseña, solo que no recordaba la voz de quien hace años no lo llamaba. Sí, el Guajiro Díaz, respondió, y haciendo un esfuerzo, luchó con la memoria, como antes batallaba conmigo en las canchas, y en medio de la misma risa serena de siempre, dijo: El gordo, Carlos Villegas. Me recordaba. Y eso me alegró.

El boricua acaba de salir de una cirugía, pero se tomó el tiempo necesario para el recuerdo y la nostalgia. “Yo le cuento a mi hijo Alejandro, –y habló con orgullo del joven deportista– que yo tenía un amigo que me sacaba la piedra. Nunca llevaba un puto cuaderno y entregaba los trabajos a última hora, y siempre sacaba mejores notas que yo”. Así pude enterarme que había un terreno en que le ganaba el 1 a 1 que nunca le pude ganar en las canchas de baloncesto.

Estuvimos riendo un rato, a pesar de que no pasaba por los mejores momentos. Una prolongada diabettes crónica lo ha llevado a enfrentar una 21 definitiva. Un uno a uno con la vida que, como el hombre batallador que es, que no se rinde, terminará ganando.

Y no dudo que cada uno desde nuestra contraseña personal llenaremos la gradas para auparlo: Moncho, Boró, Guajiro, Borincano, Tú puedes, vamos que tú puedes, y veremos como triunfa otra vez con su gancho de izquierda, imposible de parar.

Así lo sueño, y así lo deseamos todos, para que podamos, otro día, sentarnos con él y con Alejandro a hablar de las tardes del Colegio. Mientras Mark Antoni repite con nosotros desde un moderno compact:

Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad, lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de felicidad, sí, de felicidad. Piensa remediar la situación del hogar que es toda su ilusión...

O volver a la nostalgia de Portabales para celebrar las esencias borincanas de nuestro guajiro local.