En eso de decidir con qué dar rienda sulta a la lengua -figurativamente- porque los que se mueven en este caso son los dedos, las dudas persisten.
Pero hay que optar; ayer terminé la lectura de "LA GUERRA QUE HABÍA QUE GANAR"*, en medio del pedaleo de los ciclistas que por estos días recorren las carreteras italianas, en la versión 94ª del Giro, -con etapas de hasta 264 km. de recorrido, que eso ya es mucho decir. Aclaro, mientras en la Tv trasmitían las peripecias de las vielas por las carreteras y caminos de la bota italiana, yo, quién otro?, en mi sillón, me dedicaba a la lectura de una de las más grandes tragedias de la Humanidad, la Gran Guerra, más conocida como la Segunda Guerra Mundial, que está fresquita, históricamente hablando, a la vuelta de la esquina; pero de la que nos vamos olvidando sin darmos siquiera cuenta; como si el mundo que nos tocó en ciernes no guardara relación alguna con sus resultados. Estremecen la cifras, los desafueros y las consecuencias de esta epopeya del siglo pasado, de precio incalculable, por más que se pretenda cuantificar.
Pero como no todo es lectura, ni ciclismo, dejando que el control descontrole un poco, el martes en la noche me encontré un programa, en el canal Odisea, que me llamó la atención, sobre el Camino Inca que comunicaba el sur de lo que hoy es Colombia con Chile; más de seís mil km. de vías empedradas, que fueron el eje vertebral a las comunicaciones del subcontinente en épocas precolombinas, y que hoy se haya casi desaparecido.
En este programa "La Mítica Ruta del Qhapac-Ñan", un francés y una coreano-gringa, se dan a la tarea de recorrer a pie lo que fuera esta ruta, con las dificultades que ello representa, no sólo por la distancia y las altitudes que tienen que enfrentar, sino por lo difícil de seguir las huellas de un camino semi perdido; y en medio de todo el trajinar que va registrando la cámara, por ahí por los cuatro mil y tantos km., ya en el sur de Bolivia, entregan una de esas imágenes que valen más que mil palabras, como gusta decir al refranero popular: Perdidos entre las alturas de la altiplanicie boliviana, casi en medio de la nada, entonan el himno nacional, diecisiete patojos, en dos filas de siete y una de tres, con edades y tamaños de lo más discímiles y ataviados a la usanza, mientras la dieciochoava iza la bandera, juanto a la que uno adivina debe ser la profesora, maestra, instructora, o docente, como gusta decir ahora.
De alguna forma emocina verlos unidos bajo un manto común, su patria, representada en el himno y la bandera.
La patria. . . abstracción hecha sentimiento y que terminamos por creérnoslo. Cuántas vidas se han entregado en su nombre? cuántos atropellos se han perpetrado, también en su nombre? Actos de toda índole se han justificado en ella, y continúa haciéndose; nada más mirar un poco hacia los lados para visualizarlo. Y nos vuelve a estremecer. Cosas de la llamada condición humana.
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* La Guerra que había que Ganar de Williamson Murray y Allan R. Millett (1998).
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