miércoles, 15 de junio de 2011

Segundo intento.


























Decía en la entrada que se ha tragado el ciberespacio, vaya uno a saber cómo, que hoy 15 de junio tenemos eclipse total de luna, visible desde las mediterráneas playa españolas, al caer la noche, a eso de las 10, mejor dicho las 22, como se usa por estos lares, reloj de 24 horas, nada de aemes o peemes, que eso trae riesgos. Y resaltaba mi condición de testigo directo del fenómeno astronómico, con lo que no prentendía despertar la envidia de nadie, faltaría más.

Pasaba a continuación a mencionar lo que había encontrado en la web, un sitio "para lo que también estudiaron en el antiguo Cologio Robledo de Calarcá". Y que lo primero que me vino a la cabeza, a alguna parte de tan rubicunda pieza de la hago parte, fue la primera sede que ocupupó el Colegio entre las carreras 28 y 29 con calles 35 y 36 de la nomenclaruta actual (*) detrás de la sede que en nuestro tiempo ocupaba la Federación Nacional de Cafeteros, es decir la Escuela Girardot, que no sé si aún funciona allí, o si conserva su nombre; para mas veras, mi lugar de nacimiento, porque como lo comenté antes, en otra entrada, soy robledista de nacimiento, por algo soy nieto del eterno campanero del Robledo "Manuelito".

Y me refería a que tampoco clasificamos los que nos hicimos bachilleres arriba de la cancha de futbol, que por entonces sólo había una, en la segunda sede del Colegio, nada; la antigua sede del Robledo, para los weberos del caso, está al final de la carrera 25, frente al Instituto Calarcá (su segunda o tercera sede, que antes estuvo en la confluencia de la carrera 22 con calle 38, geografía urbana gratuita). Así que los antiguos se graduaron muy entrados los ochenta, y más, entonces, me preguntaba sobre la suerte que corrimos los que egresaron detrás de la Federación y los que pudimos hacerlo arriba de la cancha, bajo la arbolada de sauces llorones que cobijaron nuestros pasos por aquel entorno, dinosáurios como mínimo, me dije, antediluvianos en todo caso.

Finalizaba diciendo o escribiendo, tecleando, digitando, que mientras la luna continuaba su inexhorable ruta, para en una horas ocultársele al sol, detrás de la tierra, de que seré testigo directo (ocular), los antiguos alumnos del colegio Robledo de Calarcá estarán cada cual suyo, absorto en su destino y su ignorancia; eso sí, sin la más mínima intención de ofender o descalificar.

Un abrazo a los antediluvianos contertulios, abuelos y hasta bis, vaya uno a saber!

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