Cómo olvidar el exámen final que en 1976 tuvimos que afrontar los futuros bachilleres del colegio Robledo de Calarcá de 1978, y digo "el", a pesar de que cada materia o asignatura tuviera el suyo, porque cuarto de bachillerato en el Colegio estaba marcado por uno en particular, el de anatomía; a pesar de haber cambiado de nombre por esas calendas -ciencias integradas había pasado a denominarse- continuaba siendo don Édison Cabal quien tutelaba su desarrollo. Podría dejar ahí el dato y la información estaría completa; todos los que fuimos alumnos de don Édison, guardamos en la memoría el recuerdo del buen profesor, sobran los calificativos, cada quién guarda los suyos, pero la experiencia siempre enriquecedora marca un hito en el proceso formador de los robledistas.
Ya estarán pensando, y éste que diablos se metió ahora que llega con recuerdos cada vez mas añejos? nada de nervios, conservo la frescura y lucidez que me permiten las neuronas. Y ya que menciono neuronas, entremos en materia...
Esta semana que termina, me regalaron la última edición de la revista GEO y en ella encontré una minúscula nota sobre antropología, en ella daban cuenta de otro hallazgo o descubrimiento, uno más; pero esta vez, como cada vez que se publicitan estos hechos, de suma importancia en el esclarecimientos del origen del homo-saurius, perdón, sapiens. En la nota se aclaraba la antiguedad de los restros encontrados y se aseguraba que el parroquiano encontrado "caminaba erguido", lo que atrasa unas cuantas centurias o milenios la erguidez en el largo camino recorrido por los homínidos para hacerse homos. Bueno, este tema parece más de primero de bachillerato y su prehistoria, pero las apariencias engañan. El kid de asunto radica en cómo pueden determinar los antropólogos que un cráneo o calvera perteneció o corresponde con un cuerpo de erguida compostura, y ahí si nos menemos en los terrenos pantanosos de la ciencia anatomica, así sea forense.
Una vez leída la nota, me vi obligado a traer esta entrada al blog, porque la lectura de la nota de la revista, me llevó al momento mismo en que en 1976, finales de noviembre para más veras, me enfrentaba a una caja de cartón llena de huesos, humanos por demás, cuando mediante un leve movimiento de manos, don Édison levantó uno de aquellos restos invitándome a que le hablara al respecto. Cómo olvidarlo, me correspondió en gracia un omoplato con su apófisis y no sé qué mas cosas...
Más allá del óseo recuerdo, quiero decir del elemento que me tocó en la evaluación final, mal haría en eventurarme a hablar de dicho componente esquelètico, ahora nada conserva la memeoria, y para los interesados, pues que busquen en la wiki; así que termino diciendo prueba superada, o mejor materia, porque en el puntaje final de la asignatura acumulé 63 puntos. No es ningún mérito, ni cosa por el estilo, solo un recuerdo; pasar "raspando" nunca tuvo gracia, pero en el caso de los alumnos de don Édison, pasar era lo que importaba, qué más da si por uno o por cero.
No se me olvida, tranquilos, cerrar sin aclarar lo del título de esta entrada dejaría el asunto cojo, y no es el caso. Algunos ya lo intuirán, homo erectus, anatomía, calavera... sí, lo del omoplato solo fue una disculpa o argucia que dicen, para alargar la nota; estos elementos tienen que estar relacionados, necesariamente. Debo aclarar que en la memoria no conservo recuerdo alguno que me permitiera identificar ninguna perforación anatómica por magma que parezca con el tal foramen, pero, cosas de la casualidad, el dato me lo trajo GEO en la edición recibida días atrás.
Ahora, volviendo a la anatomía de 1976, no estoy seguro, pero creo haberlo contado en alguna nota anterior, que no voy a buscar ahora, porque no es el caso, uno de los elementos extracurriculares y extra cualquier cosa, era que quienes contribuyeran a inclementar los contenidos la caja de cartón con elementos didácticos para la evaluación finales de la materia, al final de año podían recibir, y de hecho recibían, alguna retribución en puntos -les subía la nota-. A mi me regalaron tres puntos, debo confesarlo, por las maromas para despistar a don xx en el cementerio de Calarcá y poder contribuir en tan noble actividad ecadémica; en una bolsa de cemento sustrajimos las oseas preseas y así las llemamos hasta la colina de nuestros desvelos. Que con quiénes llevé a cabo la tarea, no lo recuerdo, solo puedo afirmar que en la bolsa no pudimos incluir ninguna calavera, pero lo mas seguro es, que de haberlo logrado, la hubiéramos aunado en nuestro botín introduciendo un dedo a través de su foramen magnum...
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