Otra vez la controvertida fecha pasa por el calendario y la vida sigue, como normalmente sucede. Claro que las cosas han cambiado, y seguiran combiando, como tambien suele suceder, ya lo sentenció Heráclito.
Y, ¿qué ha cambiado en esta larga treintena?
Empezando por nuestros rostros, nuestros estados civiles, nuestros oficios y cotidianidades; para no entrar en aspectos extrógenos: Que la tecnología, la sociedad, la vida. . .
Hablando ayer con mi madre, me contaba que en Calarcá los 12 de octubre ya no se exhiben banderas tricolores en los balcones de las casas, como solía hacerse tiempo atrás; lo que debe dejar bastante deslucida la celebración, conmemoración o como quiera llamársele.
Creo recordarme caminado por Calarcá, en una de estas "fiestas patrias" bajo balcones bañados en el amarillo, azul y rojo que nos simboliza, no puedo recobrar para la memoria la sensación de esos momentos, pero ahora los recreo con un especial sentimiento. A mí que no me sirvan el doce de octubre sin banderas jugando con el viento en los balcones; es parte de la festividad.
Ahora bién, que si los sentimientos no dan para celebraciones, entonces que se le cambie el color a la fecha en el almanaque, que pase a ser como los demás días, del mismo color y laborable. Claro que con ello no se cambiará la historia, ni se alterará la esencia mestiza de nuestra naturaleza, la combinada sangre que por nuestras venas corre, ni lo que somos como pueblo.
Quiérase o no, por estas calendas hace quinientos y tantos años, don Cristoforo pisaba suelo extraño y desencadenaba lo que ya sabemos, de los cual, finalmente, somos el resultado.
Pareciera que estoy disvariando, mejor guardo silencio y termino esta nota saludando a los bachilleres de 1978 del Colegio Robledo de Calarcá, que muchas veces en el correr de sus días juveniles participaron de las celebración del entonces día de la raza o del descubrimiento de América (Cómo lo llaman ahora?). Y me pregunto, quiénes de ellos aún dejarán que las banderas salgan de sus refugios para jugar al viento mientras el doce pasa. . . ?
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