jueves, 21 de enero de 2010

LA AÑORALGIA DE VOLVER A JUGAR EN CALARCÁ






Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno, machaca en la memoria el tango Volver y el significado del regreso tiene múltiples interpretaciones, desde las mentales hasta las físicas.

Porque el tango, canto porteño de notas ciudadanas que acunó nuestra infancia, creció con nosotros en cada esquina de ese pueblito trasmontano que recordamos con el nombre de Calarcá. Un pequeño territorio de Colombia, pero con el índice más alto del mundo de personas con vocación de poeta por metro cuadrado. Allí el tango se hizo un sentimiento de añoralgias que encarnó en nosotros

Y es preciso aquí hacer una digresión para explicar que añoralgia es un neotérmino (distinto al neologismo) acuñado por el también adoptado calarqueño, Jairo Pelaez, más conocido como Jarape, miembro del extinto grupo de caricaturistas colombianos “El Cartel del Humor” y autor del personaje caricatográfico Cándida que se publica actualmente en el nuevo diario El Espectador. La añoralgia, propone Jarape, es un sentimiento confuso que se compone de nostalgias y añoranzas, algo así cono la tristeza de lo perdido y el anhelo de tener. La añoralgia, como el tango, es un sentimiento, un extraño sentimiento. No en vano, algún bonaerense de más alto caletre dijo ya que el tango es un sentimiento que se canta. Sentimiento que Jorge Lepera, autor del tango Volver resuelve con su estrofa: La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, en otro de los cantos antológicos de Gardel y Lepera: Cuesta abajo.

Por ese mismo sentimiento de añoralgia, cuando en cualquier lugar del planeta donde nos encontremos se escucha el tango Volver, los calarqueños empezamos a ilusionar con ese sembrado de estrellas que se abisma después de La Línea; el paso más alto de la cordillera de los Andes, en toda Sur América, según contaba con orgullo de chauvinista adoptado, el legendario profesor de Español y Geografía, Don Gonzalo Gutiérrez.

El mismo sentimiento de orgullo alelado, que tiene un abismo profundo en las notas 2 por 4 y nos emparenta con los argentinos. Sentimiento ombliguero por el cual repetimos, con un convenciendo incontrovertible, que el meridiano cultural del Quindío pasa por Calarcá. El mismo sentimiento de orfandad que se adivina en el rostro parroquiano y le permite exclamar a cualquier narizón cuyabro con propiedad irrefutable, “Uno los saca de Calarcá, pero es imposible sacarles Calarcá de adentro”.

Tal vez la añoralgia explique ahora que Luis Fernando Noreña, otro calarqueño adoptado, exrobledista y auditor de prestigio en uno de las más importantes entidades bancarias que fuera propiedad jesuítica, haya creado, desde Valencia, España, un blog para conmemorar a más de media centena de carcamales que egresamos del Colegio Mariscal Jorge Robledo, en los tiempos en que ya el tango empezaba su naufragio afectivo y las voces de Miguel Bosé y del Grupo Abba, instalaban con sus discos Chiquitita y Amiga, añoralgias de nuevo cuño, en los, entonces, jóvenes corazones calarqueños.




Dos de las canciones que se repetían en el Bar El Vecino, donde José Ramón Díaz, sus hermanos, y los calarqueños basquetbolistas, compartían comentrarios sobre los resultados de los partidos en la escuela Girardot, en la penumbra cómplice donde se iniciaban los primeros escarceos del amor a la sombra de melodías románticas.




Y tal vez sea el extraño sentimiento de la añoralgia, el que lleve a Luis Fernando Marín Garcés a enviarme, desde los Estados Unidos, una foto del equipo de baloncesto integrado por un grupo significativo de robledistas.


A Luis Fernando lo conocimos como “El mono Marín”, un apelativo por el que lo recordamos siempre. “El mono Marín” es, todavía, el hijo de Hugo Ferney, en ese entonces, notario de Montenegro, un caballista furibundo y hombre con vocación de semental a quien se le salía y, según cuenta “el mono”, se le sigue saliendo la juventud por los poros.

El equipo se llamaba Flamingo y lo había financiado Guillermo Gonzalez, un comerciante calarqueño que tenía en los bares el sustento de su vida. Flamingo era la mejor discoteca de entonces y quedaba al final del “tontodromo” calarqueño que por aquel entonces se extendía desde la calle 41 hasta la calle 36, en donde la Cafetería Donald ponía punto final a los paseos peripatéticos de los transeúntes.

Eran los tiempos de los campeonatos regionales de Baloncesto en la Escuela Atanasio Girardot, pero también eran los tiempos jóvenes y elásticos en los que todavía había bastante pelo en la cabeza. Y sin embargo, en medio de tanto hueso y testosterona, ya soportaba sobre mis hombros el apelativo de El Gordo, lo que condujo a un más amable mote de Petete.

El apodo se le ocurrió a Eduardo Román, otro de los miembros de Pastoral Juvenil al asociar mis tareas con la reciente llegada de la enciclopedia del pingüino argentino. Además de jugador de baloncesto, y promotor de cuanto grupo juvenil había en Calarcá, desde minibasquet hasta hermeneútica biblica, yo impartía catequismo en la iglesia San José y estaba encargado de la animación de los catecúmenos. Los videos promocionales de la recién llegada enciclopedia argentina que presentaban en la televisión colombiana terminaban con la frase: El libro Gordo te enseña, el libro gordo entretiene y yo te digo contenta, hasta la clase que viene. Y por esta asociación Carlos Alberto pasó a ser el seudónimo con el que ahora me conocen en los actos oficiales y en las entidades bancarias, como suele acotar el escritor calarqueño, Libaniel Marulanda.

Y es muy probable también que las trampas de la añoralgia inviten ahora a iniciar una serie de remembranzas en torno a las fotos remitidas por “El mono Marín” y sobre sus protagonistas calarqueños, como una forma de

Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.





Y esas serán las motivaciones de mis proximos post en el blog ColegioRobledo Calarcá 1978. Así que cualquier seña de identidad sobre los muchachos de antes serán bien recibidas en red.reir@gmail.com. Aquí los esperamos, calarqueños del mundo.

1 comentario:

Luis F. Noreña G. dijo...

PTT, lo de carcamales lo dice por la imagen que le devuelve el espejo? Ojo, a lo mejor tenga que cambiarlo.

No quiero pasarme de necio, pero el Robledo se llama así, Robledo, y no guarda relación alguna con el Mariscal. En una entrada anterior rescataba tal precisión de una revista Robledista de los años sesenta.

Por último, y para no importunar más, "la vergüenza y haber sido y el dolor de ya no ser" hace parte de otro famoso y gardeliano tango Cuesta abajo.

Es que no pe puedo quedar callado, lo dedos me pican. . .