miércoles, 23 de mayo de 2012

Salvando las distancias

Recordando a Heráclito y su sentecia, que no nos bañamos nunca en el mismo río, bueno, algunos pierden la costumbre de bañarse, pero el río sigue; y tal parece que en el que nos ha tocado remojarnos en esta media centuria ha sido igual o más torrentoso que nunca.  Sólo tenemos que mirar hacia cualquier lado para percibirlo.

Una generación testigo de cambios a velocidad pásmosa, cuando nos llegan las novedades, hace rato que la obsolescencia ya las ha consumido -la paradoja del comprar usar botar-.

Por las empedradas, que no pavimentadas, calles de Anserma Caldas, donde viví mis primeros diez años, era común ver niños descalzos, lo mismo en la calle que en la escuela,  por lo general íbamos de pantalón corto y no era extraño llevar un buen remiendo en los pantalones -atrás, reforzando las posaderas-, la televisión apenas despuntaba y eran pocas la casas donde tenían dichos aparatos.  En premio al buen comportamiento de la semana, nos daban permiso para ir los sábados a ver Cóncéntrese a la casa los Pompi.  En algunas casas la tv estaba en la sala, que daba a la calle, y cuando dejaban la puerta abierta uno aprovechaba para sentanse en el anden y a través de los chambranas, disfrutar un rato de tan novedoso embaleco.  Imagino que esta actividad contribuía a que se nos acabaran los pantalones "por donde se rompen las ollas"  incrementado el humilde oficio de nuestras madres de agregar los consabidos remiendos, para alargar su vida útil.  Lo que si teníamos en casa era un radio Philco, lo recuerdo bien, verde y crema, se encendía y tardaba un poco en calentar, pero funcionaba a la perfección, sobra decir que era de tubos.  Similar al que muestro a continuación, pero verde no negro.



Pero todo dió un giro en febrero de 1971, cuando mis padres dicidieron reintalarse en Calarcá, no habían calles empedradas, aunque sí calles en tierra y muchas, Calarcá un pueblo muy plano en comparación con anserma-faldas;  en la escuela no había niños descalzos y la inmensa mayoría llevaba pantalón largo, ese año yo era una de las pocas excepciones en la escuela Santander con las piernas al aire.  Y de remiendos, poco, casi nada...

El cambio se hacía mas evidente cuando escuchaba a los compañeros hablar de cosas de las que no tenía ni idea, personajes y situaciones que no singnificaban nada, perfectos desconocidos.  Con el paso del tiempo, empecé a comprender que los temas de conversación versaban sobre programas y series de la televisión, que seguiría siendo una desconocida en nuestra casa, hasta bien entrado en el bachillerato.  Así las cosas, con solo desplazarnos unos cuantos kilómetros, no mas de doscientos, el río se hizo más ancho y espumoso.

Ahora bien, cuarenta años después sin Iphones, blackberris y demás perendengues, las nuevas generaciones, los nietos de mis compañeros de bachillerato, que en 1978 salimos del Colegio Robledo, lo mismo en Calarcá, que en Anserma o Bogotá, para no salirme del pais, no podrían vivir.  turbulento el río, eh!!! 

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