Otra vez junio, que el tiempo no se detiene y en su avance, de alguna manera, nos devuelve al sitio de partida, o al menos a una referencia conocida. Junio mitad de año, vacaciones escolares, fiestas en el pueblo, días soleados... Ahora, a unos cuantos miles de kilómetros, este junio es otro, muy similar a los anteriores, pero diferente, con más horas de sol -sale a eso de la 6:30, para ocultarse pasadas las 21:00- casi quince horas, lo que conlleva noches muy cortas, menos de ocho horas de oscuridad. Como fecha de inflección el 21 de junio, el solsticio de verano, marca el momento en que los días empiezan a acortarse de nuevo se alargan las noches y así, hasta el año siguiente, para contemplar de nuevo el retorno del péndulo.
Qué lejos estuve de estos cuentos, durante tanto tiempo, cuando los días eran más o menos iguales y el tejemaneje de las estaciones no formaban parte de ninguna rutina, solo eran ecos lejanos que traían los vehículos de entonces, los periodicos, la radio o la tv. Ahora vivo las estaciones como parte de la cotidianidad, y percibo la vida del trópico através de los medios, que ahora son otros y los mismos; perduran los periódicos, la radio y la tv, pero me llegan por medio del PC, que aún no me mueven las tabletas ni los telefonos intelegentes, pero llegarán, no hay vuelta de hoja.
Junio, mitad de año, calor en escenso, ayer, domingo once, marcó 34 ºC en Valencia, y el verano aún no inicia, le falta unos cuantos días, pocos, pero no es la hora aún. La playa hace su llamada con el rumor de olas, años atrás las playas del Santodomingo quedaban más lejos, su romor era y es otro, más cantario, menos monónono, sin sombrillas ni tumbonas de alquilar; con una piedra era suficiente para tomar el sol y dejar pasar el tiempo. Claro que a sus orillas no llegaba el tranvía, de eso ni en Cartagena, como dice la canción, tampoco el autobus; el camino de ida y vuelta, a pata, voliando quimba. Recuerdo el desgano que generaba la subida después de una tarde de baño, puede que la vena poética se nos inflara, pero el ánimo estaba más abajo de la jarretes cuando de iniciar el regraso se trataba, Calarcá cerca, pero ese primer tramo de subida la hacía distante, sin olvidar que pasada la variante teníamos otra subida igual o más empinada y creo que más larga, esto último válido para los que subíamos hasta el Veinte de Julio, por la 35.
Ya llegan la fiestas al pueblo, con su vociferante concurrencia y sus martirizantes estruendos, desfiles, cabalgatas, yipaos y demás, no faltarán las reinas ni quienes las coronen, tampoco los trofeos, medallas y demás reconocimientos anualizados, autoridades de todos los colores y sabores y para todos los gustos, que el festejo es grande y no puede desaprovecharse.
Que lejos quedan ahora todos esos ecos, pareciera que se puerden entre el rumor que traen las olas, mientas dejo mis huellas en las arenas de la Malvarrosa...
lunes, 11 de junio de 2012
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