Lo mas probable es que la respuesta sea afirmativa y sin atenuantes: Fallas.
Porque en Valencia, el final del invierno lo marcan las Fallas; como ya lo comentaba mi amigo PTT -a quien acabo de sufrir por casi tres días- él y su consorte se hicieron partícipes de las actividades que dan la bienvenida a la primavera en esta ciudad a orillas del Mediterráneo.
Fuegos artificiales, para deleite de la vista y tormento de los oídos finos, en la plaza del ayuntamiento se alcanzan los 120 Db. pasadas las 14 horas todos los días entre el 1 y el 19 de marzo con la cotidiana mazcletá, y entre el 15 y el 19 a la media noche en las inmediaciones de la avenida de la Alameda con los castillos. Gastonomía, con paellas por todos los rincones, así como los churros (con chocolate) y los buñuelos de calabaza. Música: bandas y bandas y más bandas de músicos que acompasan desfiles y demás actividades que realizan las casi cuatrocientas comisiones falleras, regadas por toda la ciudad, y claro cada comisión tiene su falla y sus falleras y falleros, que engalanados con trajes típicos se echan a las calles para hacer y vivir la fiesta.
Pero, qué son las Fallas: para hacerse una idea remítase a las imágenes de la entrada anterior, donde puede verse una toma general de la falla de la Plaza del Ayuntamiento (segunda foto), y un detalle gatuno del alguna de tantas fallas (septima foto).
Pero nada de esto vendría a cuento en este Blog, si no fuera porque uno de los bachilles de 1978 del Colegio Robledo de Calarcá, le dio este año por dejarse caer desde Madrid para ser testigo, en vivo y en directo, de una de las actividades festivas más representativas y de mayor reconocimiento en Europa: La Fallas de Valencia.
Hace dos años otro de los bachilleres de la misma promoción se dejó cautivar por la consabida fiesta fallera: El presbítero Camilo Augusto Sánchez H. y que me consta. Así que ya somos tres.
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