Fácil recordar los cuentos, chinos, por cierto, que nos contaron desde la escuela y nos repitieron en el colegio sobre el mal llamado Nuevo Mundo, que terminó conociéndose con el nombre de América -claro que los amigos del norte tienden a apropiarse del termino de no muy buena manera.
Ya en alguna entrada anterior de esas que bordean octubre y su memorable fecha, dejaba caer algunas perlas sobre el llamado "descubridor", que si nació allí o acá, que su nombre que si apellido y todo lo que envuelve su historia, que no es tan lejana como para que genere tantas incógnitas, pero así es.
Pero el cuento lo traigo a raíz del libro que acabo de leer "1492 El nacimiento de la modernidad" de Felipe Fernández-Armesto. En la obra se elabora un retrato del mundo por aquellas calendas, desde la incipiente Europa, arrinconada en el extremo de la tierra conocida, los inicios de la exploración-explotación del continente negro, a monos de portugueses y españoles -que aun no lo eran, por entonces aragoneses, castellanos y demás- así como el intríngulis de la expansión religiosa, la batalla entre el Islam y el Cristianismo en tierras africanas. Centra su atención en las potencias económicas de la época, China e India y las tierras que circundan el océano Índico; refleja las dificultades que representaban para los europeos acercarse a esas fuentes de poder y riqueza, el eterno viaje terrestre por la insegura ruta de le seda o la alternativa de remontar el Nilo, para acceder a las costas de Etiopía. De allí la desesperada de los europeos por encontrar una nueva ruta hacia las Indias, porque allí se movía el mundo.
Se ha un bosquejo sobre los hilos del poder en la Europa del siglo XV, y se adentra en el tejemaneje y las peripecias de los descubrimientos.
Siempre tuve en la memoria que fue de Palos de Moguer, de donde zarpó la flota, comandada por el almirante, para emprender la búsqueda de la nueva ruta, después de que Isabel La Católica, reina de Castilla, empeñara sus joyas para financiar tan prometedora empresa. Pero parece que no hay tal, según Fernández-Armesto, de Almirante Colón no tenía un pelo, era lo que hoy podríamos llamar un encantador de serpientes; la empresa fue financiado por banqueros italianos radicados en Sevilla y algunas autoridades de las cortes de Castilla y Aragón, y el más probable puerto de salida fue desde San Sebastián de la Gomera en las Islas Canarias, desde donde los vientos alisios facilitan la navegación, que por entonces era de vela y dependía completamente de los vientos...
Después de leído el libro me quedé preguntándome cuántas otras mentiras o imprecisiones tuvimos que tragarnos, y nos seguimos tragando, los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, pero no sólo los de 1978. O será Felipe el que echa cuentos chinos y la verdad es la contienen nuestros textos escolares? Ser o no Ser, eh ahí el mehueco.
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