martes, 12 de julio de 2011

Una moneda para Caronte

Porque nunca se sabe, es mejor cargarla, no sea que el barquero del Hades te deje esperando sin fin, a orillas del Aqueronte. . .

No olvidemos, que en esta vida todo tiene su precio, más la muerte, esa cita ineludible que nos espera no se sabe dónde ni cuándo, pero que nos llega sin previo aviso, a veces como regalo envenenado. Regalo demasiado costoso, porque termina costándonos todo: La vida.

A través de los años presenciamos un rosario de partidas que nunca termina; bueno, termina con la única partida que no veremos, la propia. Así, parten familiares, amigos, allegados, personas de renombre y sin él; un día se fué Lenon, otro Galán, también Garzón y ayer Facundo y tantos otros que partieron forzados por la sinrazón y la violencia. Algunos en cambio, pudieron despedirse sin apremios, despacio, haciendo los tiempos, Sábato, entre los últimos, también Saramago, Obregón, Celia. . .

La cuenta no termina y no sabemos cuando ha comenzado, porque desde que somos, asistimos involuntariamente a adioses y despedidas. Una cercanas: padres, abuelos, hermanos (con sus respetivos femeninos, para no caer en sexismos); otras menos, pero de todos modos nos quedan las ausencias, los vacíos, los recuerdos.

Sirva la ocasión para rememorar a los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá, de 1978, que cumplieron la cita de forma muy temprana: José Ramón Díaz, el último, pero también Fernando Antonio Rincón, Octavio Henao y Jorge Eliecer Lozano. Sin llegar a asegurar que la lista esté completa.

Así que lo mejor será mantener los monedas cerca, a la mano, porque Caronte no trabaja gratis.

PD: Es julio, es verano, pero a veces los temas se nos atraviesan y no podemos eludirlos. Abrazos a todos.





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