sábado, 6 de octubre de 2012

De Calarcá en los campos

Sin genios gloriosos ni héroes invictos, no hubo coronación de espigas, los graduados de 1978, si acaso llegamos a tener algo de heróicos, fue con uno de esos heroísmos que se pueden archivar sin el menor encono.  Y lo digo, o lo escribo, por el intento fallido de hacer cambiar al proferoz, sí, al de cálculo, del que finalmente logramos superarnos en las habilitaciones de final de año.  Y en cuanto a los de alientos varoniles, mejor no entrar en materias tan poco fragantes...
 
Habilitaciones, bien saben que recuerdo mal los hechos, así que no me pidan datos concretos ni cifras exactas; ¿Cuántos vimos amenezada la participación en el acto de graduación del aciago año, por culpa de tan calculadas notas?  Me encataría saberlo, porque siempre he estado covencido de que fuimos mayoría  (y mal de muchos, consuelo de tontos, eh).
 
Así que de la baja heroicidad; y de invictos, ni qué decir, porque de esa legión de truhanes, donde unos pocos, pero pocos de verdad, sacaban la cara por el resto, ni  "jotica", que así le llamabamos, pudo salir indemne, algún rojillo cultivó al lado de semejantes lumbreras  (bien recuerda PTT en una entrada olvidada, las lágrimas que derramó ante la primera nota purpúrea que decoró su boletín).   

Por ello las espigas nunca hallaron frente coronable, pero a pesar de todo, los bachilleres del Colegio Robledo de Calarcá de 1978 cumplimos, y a cabalidad, recibimos sendos cartones y nos sumergimos en la vorágine de la vida, o ésta nos sumergió en aquella; a algunos se los habrá tragado la munigua y otros muchos, la mayoría, cual Sísifos, seguimos insistiendo en llevar hasta la sima nuestros sueños... heroismo de resistencia... sí señor, por algún lado tenía que salir a relucir.
 
No crean que la alusión a la quinta estrofa del himno nacional es gratuita, para nada, a pesar de no haberla cantado nunca en el colegio, ni la quinta, ni la primera, ni siquiera el coro, ya he contado antes que en el Colegio no se hacían formaciones, ni se celebraban actos, ni cosa parecida; de Calarcá en los campos, guarda relación directa con la hubicación geográfica o física del plantel educativo que nos tocó, estaba en lo que llamaríamos hoy el extrarradio de la ciudad, pero para nosostros era estar en la afueras del pueblo, rodeados por una quebrada, un estadio que era polvo, físico, o mejor arena, un semilaguna, donde hoy otro flamate estadio campa a sus anchas y un proyecto de vía que terminó convirtiéndose en la variante. 

De Calarcá en los campos, allí pasamos por los menos seis años, compartiendo locuras, alegrías. la más y alguna tristeza, que no falta, allí fuimos, y allí dejamos nuestras huellas.


De Boyacá en los campos
El genio de la gloria
Con cada espiga un héroe
invicto coronó.
Soldados sin coraza
Ganaron la victoria;
Su varonil aliento
De escudo les sirvió.

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