Empecemos por el principio, como debe ser, y para ello tomemos un atajo bastante personal, estamos en pleno julio, sobre treinta grados de temperatura y en escenso; mientras trato de ordenar las ideas, en la TV suenan los comentarios que sobre la etapa de hoy hacen a través de Teledeporte; la etapa sigue y yo, entre tanto, de espaldas a la imagén, trato de mantener el hilo de la competencia. mientras tortuosamente avanzo por las lineas de la pantalla con la complicidad de los dedos, tecla a tecla, palabra a palabra. . .
Bueno, hago alusión al Tour de Francia, una de mis vocaciones veraniegas, ya que la primera a llegado a su fin desde el día catorce -los encierros sanfermineros de Pamplona, esos desbocados carrerores de seis toros de casta por las antiguas, estrechas y empedradas calles de Pamplona, guiados por sus cabestros, para llegar a su fatal destino, la Plaza de Toros. Pero esto no tendría nada de interesante sino fuera porque esas estrechas calles a las ocho en punto de la mañana de cada día, entre el ocho y el caterce de julio, están atestadas de gentes, de todos los pelambres, dispuestos a jugarse la vida por correr unos cuantos metros por delante de las astas de los bóvidos. Carreras, empujones, atropellos, caídas, contusiones, muchas y variadas, también, lo que parece increíbre, una que otra cornada a pesar de la docena de cuernos empujados por veinticuatro patas en la loca carrera - Así que desde el día quince sólo queda el Tour, para pasar las tardes dormitando en el sillón, mientras las novenas multicolores cumplen su cita diaria con el asfalto y con la EPO.
Hoy, dieciocho de julio, salgo a disfrutar de unas cortas vacaciones; y mientras los heridos de Pamplona terminan de curar sus heridas, y los ciclistas siguen en su largo trasegar por las campiñas francesas, sigo pendiente de las peripecias del Padre Camilo, que por tierras quindiam anda tan perdido como el hijo del aviador aquel de principios del siglo pasado. Y es que no da señales de vida, paraciera que ya la manigua hubiera dado buena cuenta de él. O será que la dedicación a la "tareita" que desde estas tierras se ha llevado, no le han dejado tiempo ni lugar para los informes pertinentes?
Ya veremos, y sabremos.
Qué recuerdos nos quedan de las vacaciones del colegio? De mi parte, debo confesar que no muchos, por no decir ninguno.
Camilo, dónde anda?
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