jueves, 19 de enero de 2012

Antes, pero no mucho.

Releyendo las dos entradas anteriores, y después de darle algunas vueltas en la cabeza al asunto, he resuelto soltar la tercera sin cambiar de tema, así que vuelvo a la escuela, pero esta vez retrocederé un poco más.

Era 1968, año de la Primavera de Praga, la Matanza de Tlatelolco y del llamado Mayo Francés; sí, el de la elección de Richard Nixon -y su Watergate- como presidente de USA, del Apolo 8 y la primera órbita tripulada al rededor de la luna, del asesinato de Marthin Luter King, del golpe de estado de Torrijos en Panamá, de los Juegos Olímpicos en Ciudad de México y, en la esfera nacional, de la visita de Pablo VI y de la Conferencia Episcopal en Medellín. En el Quindío, recién creado, mandaba Ancizar López L. primer gobernador, no encuentro quién lo hacía en Calarcá, es más yo aún no estaba allí, y no me di cuenta!

Obvio que los hechos a resaltar son muchos, pero el espacio no da para tanto y las fuentes no es que sean muy amplias, a pesar de la web y todas sus bondades (a propósito de web, según cuentos, y cuentas, el inicio de este entuerto que ahora llamamos internet, data de 1969); mas aún, cuando las hemerotecas me quedan un poco distantes, como a 10.000 kilómetros. Así, mientras los norteamericanos seguían empantanados en Vietnam, y los Chinos lidiaban con su Revolución Cultural, nosotros empezabamos la aventura del aprendizaje escolar, palitos y bolitas, planas del 1, del 2, del 3, las vocales; papá, mamá, bebé... esa aventura que aún continúa y de la nunca saldríamos, sino fuera por el nada despreciable hecho de tener fecha de caducidad, final, end.

Empecé en la escuela Antonio José de Sucre, de Anserma, Caldas, un pueblo bastante faldudo y apacible, con frencuentes mañanas de niebla, de esas que impiden ver a poco más de un metro, y no exagero. Pero como la memoria es fragil, dos nombres se me atraviesan y no puedo establecer de quién aprendí las primeras letras, me inclino a pensar que fue con la profesora Aurora (sin apellido), la recuerdo cantándonos una canción de pulgarcito, y don José Gasull, el profesor en segundo, pero pudo haber sido al revés. Seguro si estoy de don Gerardo Herrera como profesor en el tercer año de primaria, el último que cursaría allí. No son muchos los recuerdos que me llegan de esos tres años, más allá de la planta física con sus dos patios; de mis compañeros de estudio casi nada, si acaso un nombre y poco más; pero lo que si está fijo, casi vivo es el accidente peatonal en uno de los patios, el choque frontal (frente contra frente) entre dos estudiantes, uno de ellos el que escribe; no recuerdo bien el impacto, pero si sus consecuencias y los intentos de bajarme el chichón de la frente con una moneda de cobre de 5 centavos... a fe que no lo lograron del todo!

Así son los recuerdos, y una lástima que para este período no pueda contar con la ayuda de PTT, que siempre logra encontrar alguna traza olvidada, nos encontrabamos algo distantes por aquel entonces, él en Calarcá, trasegando en la vorágine del abecé de la vida. Tampoco puedo esperar ayuda de los otros compañeros de bachillerato, porque el único bachiller del colegio Robledo de Calarcá de 1978 que inició sus estudios en Anserma fui yo, no hay tu tía.

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