jueves, 26 de enero de 2012

Todo cambia, 1971

"No hay primera sin segunda dijo Pincho Kalandrake...", ya voy llegando a la cuarta y como si nada, sigámosle dando entonces:

Como puede verse, o leerse, en los entradas anteriores, inicié mis estudios primarios en Anserma, Caldas, y allí cursé hasta tercero; si mal no estoy alcancé a iniciar el cuarto grado, pero eso es conjeturar. Lo cierto es que llegado el año de 1971, mi familia se desplazó, y yo con ella, a Calarcá, volvíamos al terruño, dejando atrás los primeros pinitos de amistad y mucha familia, abocados a lo nuevo, a lo desconocido y sin vuelta de hoja.

No puede ser agradeble ni placentero que lo cambien a uno de escuela y de ciudad y de todo a la edad de 10 años, hacer borrón y cuenta nueva es una mala jugada, pero a esa edad los designios familiares te cobijan a cabalidad y no tienes nada que hacer. Así que para febrero reiniciaba mis estudios en otra escuela, sin nadie conocido, bueno excepto uno, de quien más adelante daré algunas señas y hasta el nombre, lo mismo que un primo. De la escuela Santander los recuerdos son igual de borrosos o más que los que conservo de la escuela Sucre; bastaría decir que no he podido acordarme del nombre del profesor, de su rostro sí, algo queda en la memoria, pero nada más; de los compañeros de pupitre menos, no tengo ningún nombre grabado, y eso me parece curioso, es como si no hubiera estado allí. ¿Acaso algunos de mis compañeros de grado en el Colegio Robledo de Calarcá en 1978 también militaron en el cuarto A de la escuela Santander en 1971? pregunta sin respuesta de momento.

A Fernando Naranjo lo conocimos en diciembre de 1970 y con él me reencontré en la escuela al año siguiente, pero como era un poco más alto, y quizás también un poco mayor, no nos tocó compartir salón, de todas maneras fue un rostro conocido y el enlace para superar el trance. Habíamos trabado amistad mientras mi familia estuvo de "paseo" en la Villa del Cacique" en el diciembre anterior, recuerdo que pasamos unos días en casa del abuelo, donde ellos, los Naranjo, tenían una tienda y en compañía de Fernando matabamos el tiempo. Años después, Fernando Naranjo Salamanca también terminó bachillerato en el Colegio Robledo y en 1978, pero en 6-B; no estabamos escriturados para compartir de cerca, siempre tuvimos la pared de por medio; lo recuerdo como el primer amigo calarqueño y de él no sé nada ahora.

Tampoco sé mucho de la gran mayoría de compañeros del Colegio, al repasar la lista los recuerdo a casi todos, con alguna rara excepción, que no puede faltar para completar la regla, sus rostros petrificados en el tiempo permanecen en la memoria, y guardo la ilusión del volvérmelos a encontrar; no es que pretenda desandar caminos, faltaría más, al olmo no le pido peras, pero los reencuentros hacen parte de la vida, son una forma de volver a encontrarnos con aquel que fuimos, con esa parte oculta o escondida de lo que somos.

No hay comentarios: