miércoles, 9 de abril de 2008

Primera Carta

A continuación se publica la primera carta, nota, artículo -o como se le quiera llamar- que el padre Camilo nos hace llegar. Bienvenidas sean todas las que el futuro nos envíe.

Madrid, abril 8 de 2008

Muy estimado Luis Fernando Noreña

Comienzo por aplaudir la feliz iniciativa de éste blog que ayudará no sólo a degustar añejas nostalgias sino también a expresar ocultas y sentidas gratitudes. Muchos rostros me han venido a la memoria leyendo aquellos primeros trazos virtuales; ha sido además ocasión de vivos coloquios en casa de Carlos Alberto Villegas Uribe en la calle Treviño, primero, y ahora en Galapagar. Debo confesar que habiéndose polarizado el diálogo en tan reconfortante tema me he podido sentir un poco más aliviado de sus habituales invectivas contra la fe católica que profeso y que él desde la “otra orilla” se empeña en fustigar. Pero como con lo dicho ya le estoy dando nuevos motivos a Aquiles para reemprender su santa cruzada por las libertades, y en verdad que no conviene, iré directo a los recuerdos:

Resaltaré en esta nota sólo dos nombres absolutamente imprescindibles. Dos hombres extraordinarios que dejaron una honda huella en mi vida y a quienes guardaré por siempre reconocimiento y gratitud:

El gran maestro y educador Bernardo Ruiz Sabogal, quien fue durante casi todo nuestro proceso formativo el rector del colegio. Recibí de sus manos el diploma de bachiller, igual que había recibido el de kinder en el colegio John Dewey, trece años antes. Dos hechos de aquella tiernísima infancia en la que este singular maestro intervino han sido decisivos en la configuración de mi personalidad: la primera, un gesto suyo, ya en primero de primaria, en que depositó en mi toda su confianza asignándome por un breve tiempo una enorme responsabilidad; la segunda, la acertada recomendación que le hiciera a mis padres de que me enseñasen a jugar ajedrez.

Estos hechos, y lo que pudimos contemplar de él ya en la juventud marcó para bien a toda una generación. El impacto de su recia personalidad; la altura espiritual de un hombre que sabía que la verdad tenía en si misma la fuerza suficiente para persuadir al formando sin necesidad de imponerla con violencia; Don Bernardo transmitía paz e inspiraba respeto; daba la sensación de que poseía el don infinito de la paciencia, sabía esperar. ¡Y cuánta paciencia se requirió para formar aquella horda destructiva y soñadora de adolescentes! ¡El Señor lo tenga en la gloria!

Otro gran hombre que también ha partido a la eternidad, a esa eternidad que Petete mira con sospecha pero que igualmente anhela, es Fernando Antonio Rincón Cardona. Tenía casi nuestra misma edad pero se le miraba con respeto. Su prudencia, su caballerosidad y decencia, su responsabilidad, su don de gentes, su capacidad de liderazgo, su amistad franca y sincera, sus convicciones, y el gran respeto por todos y cada uno de quienes le trataban le hacían destacar en medio de sus compañeros del colegio; se destacaba si, pero sin asomo de protagonismo. En él encontré un modelo de vida ejemplar a quien seguir e imitar: porque era grande, pero pequeño y sencillo. A él me acerqué con confianza para que me invitase a participar de un grupo juvenil que estaba fundando Luis Fernando Londoño Daza al cual él había sido invitado, el grupo juvenil ALFA. Ya en este nuevo entorno se fortaleció nuestra amistad y pudimos caminar junto un buen trecho de la vida. Lamenté mucho el primer accidente que sufrió y celebré su asombrosa recuperación. Pero el segundo que le sobrevino fue definitivo y sus familiares, sus amigos y paisanos le perdimos para siempre. Pera aún vive, vive en Dios y vive en nuestro recuerdo. No tengo la menor duda de que el día que nos reencontremos va a sonreír viendo muchos de sus rasgos plasmados en mi rostro. ¡Brille para él la luz perpetua!

Con afecto,

Camilo Augusto Sánchez Herrera, presbítero.


Nota:
Espero poder saludar personalmente a muchos durante las próximas fiestas de Calarcá!!!

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