Apreciadas amigas y amigos calarqueños y quindianos.
A pesar de la distancia física que me separa de mi tierra natal, nunca he estado ausente de las calles de Calarcá y del Quindío.
De hecho, continuamente participo de su vida cotidiana o sus afanes a través de las posibilidades que nos brindan los medios contemporáneos. Recuerdo ahora la teleconferencia en el Centro Cultural Música y Región sobre la efectiva presencia de la generación Termita en la vida cultural de los quindianos. La reciente participación en la alegría colectiva que significó Calarcá para Leer, iniciativa privada de Álvaro López quien volvió a evidenciar que los proyectos identitarios enraizados en los valores culturales, tienen cabida y además, vivifican la historia de nuestra colectividad y su presencia en el escenario político, regional y nacional. Desde esa ausencia presente, también he sido participe activo del Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales. Y no hace pocos meses hice un ejercicio de Observatorio Periodístico y manifesté públicamente mi preocupación por las acciones que condujeron a unos conciudadanos a encadenarse a las rejas de la alcaldía.
Creo que esa presencia efectiva y constante, además de mi condición de ciudadano raizal, me autorizan a manifestar nuevamente mis preocupaciones sobre el futuro político y cultural de Calarcá. Por esas mismas razones aprovecho la posibilidad que ofrece el blog Colegio Robledo 78 para expresar públicamente mis opiniones con el propósito de motivar un debate ciudadano en torno a las votaciones regionales que se avecinan.
Creo sinceramente que el proceso político que vive Colombia, en el que se ha perdido el norte institucional y la autoridad moral, obliga a los ciudadanos a plantear alternativas democráticas no violentas, centradas en el diálogo y la concertación.
Y para que tal propósito se logre, la confianza y los criterios de verdad deben estar a la base de cualquier proyecto político de renovación y progreso. Porque cuando los falsos positivos se convierten en el criterio de efectividad de un sistema, se ha perdido toda posibilidad de legitimidad democrática, de confianza, de validez institucional.
Y esto que es válido a nivel nacional, también debe ser válido a nivel local y regional. Los criterios de verdad institucionalmente consensuados, desde los que Habermas plantea la posibilidad democrática de la acción transformadora de la política (La pretensión de verdad, la pretensión de sinceridad, la pretensión de correccción normativa y la pretensión de sentido o significado socialmente consensuado e incluyente) deben ser los referentes, la hoja de ruta, necesarios pensar un proyecto desde Calarcá, la región y el pais. Un proyecto verdaderamente transformador de la deleznable realidad política en la que se sumerge, en la que naufraga, paulatinamente Colombia.
Lo que le pasa a cada uno de los ciudadanos, del espectro político y del estrato que sea, le pasará a la nación. Por eso no podemos hacer oídos sordos a la necesidad de un Estado garantista de los derechos ciudadanos socialmente consensuados. Defender la Constitución como una herramienta del estado social de derecho, deberá ser uno de los propósitos de un proyecto político incluyente. Esa constitución que todos ayudamos a construir con nuestro voto delegatario y no la que han ido desmembrando articulito por articulito. Colombia debe abandonar la barbarie del secuestro, de la extorsión, de las desapariciones forzosas, de los descuartizamientos, de las fosas comunes, de los falsos positivos, de la corrupción administrativa. Acciones que desesperanzan y legitiman la profundización de la barbarie y la invalidan internacionalmente como un país democráticamente viable.
Pero debe ser la acción consciente de cada uno de los ciudadanos la que exija, sustentada en el Derecho, la recuperación de la legitimidad institucional. Es la acción concreta de control responsable e incluyente de cada ciudadano, la que debe ayudar a garantizar que las instituciones que ha ayudado a construir no se conviertan en escenarios de corrupción y peligro social. El poder de hacer algo con sentido de legitimidad es el acto concreto que transforma mínimamente la realidad y suma en beneficio de todos. En esta acción solidariamente comprometida reposa la posibilidad de cambio.
El Quindío, y particularmente Calarcá, posee un recurso humano que desde su trayectoria política y cultural, es todavía un remanente valioso para proponerle al municipio, en primer lugar, al departamento, en segundo lugar y al país, en definitiva, horizontes de sentido que no se agoten en la corrupción, en la farsa institucional, y en la deseperanza.
Calarcá, insisto, tiene el talante intelectual y el recurso humano para plantearse una tarea protagónica: la construcción de una nueva realidad colombiana correctamente normativa. Para ello debe prepararse para elegir a unos líderes que garanticen la aplicación de los principios constitucionales, el manejo del ejecutivo con visión de interés colectivo y una justicia que sea igual para todos. Y desde ese remanente cívico y político, deberá ejercer la tarea de proponer un proyecto político y cultural. Un proyecto desde lo local, pero con mirada global que interprete las realidades de su historia identitaria para promover un futuro que sintonice al municipio, al departamento y a la nación con las demandas vanguardistas y civilizadoras de los países garantes del Estado Social de Derecho.
El seguimiento de la historia reciente de nuestro municipio y sus líderes más progresistas, impulsa a pensar en distintos nombres. José Jota Domínguez, por ejemplo, un periodista comprometido con Calarcá y con una interesante trayectoria gubernamental a nivel departamental y nacional. José Humberto Guevara, líder cívico con visión regional y con una presencia efectiva en la Asamblea Departamental. Carlos Arturo Patiño, gestor cultural e interprete cabal de la cultura cafetera o José Nodier Solórzano, escritor y líder que representó con suficiencia a los escritores de Calarcá, del Quindío y Colombia en el Consejo Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura e instituyó un espacio de tanta proyección cultural como el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales .
Y sé que con estos nombres no agoto la lista, pero si abro con ellos un compás de diálogo municipal y departamental en torno a un necesario proyecto de reinstitucionalización política para Calarcá, el Quindío y Colombia.
Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 14.08.2010.
Creo que esa presencia efectiva y constante, además de mi condición de ciudadano raizal, me autorizan a manifestar nuevamente mis preocupaciones sobre el futuro político y cultural de Calarcá. Por esas mismas razones aprovecho la posibilidad que ofrece el blog Colegio Robledo 78 para expresar públicamente mis opiniones con el propósito de motivar un debate ciudadano en torno a las votaciones regionales que se avecinan.
Creo sinceramente que el proceso político que vive Colombia, en el que se ha perdido el norte institucional y la autoridad moral, obliga a los ciudadanos a plantear alternativas democráticas no violentas, centradas en el diálogo y la concertación.
Y para que tal propósito se logre, la confianza y los criterios de verdad deben estar a la base de cualquier proyecto político de renovación y progreso. Porque cuando los falsos positivos se convierten en el criterio de efectividad de un sistema, se ha perdido toda posibilidad de legitimidad democrática, de confianza, de validez institucional.
Y esto que es válido a nivel nacional, también debe ser válido a nivel local y regional. Los criterios de verdad institucionalmente consensuados, desde los que Habermas plantea la posibilidad democrática de la acción transformadora de la política (La pretensión de verdad, la pretensión de sinceridad, la pretensión de correccción normativa y la pretensión de sentido o significado socialmente consensuado e incluyente) deben ser los referentes, la hoja de ruta, necesarios pensar un proyecto desde Calarcá, la región y el pais. Un proyecto verdaderamente transformador de la deleznable realidad política en la que se sumerge, en la que naufraga, paulatinamente Colombia.
Lo que le pasa a cada uno de los ciudadanos, del espectro político y del estrato que sea, le pasará a la nación. Por eso no podemos hacer oídos sordos a la necesidad de un Estado garantista de los derechos ciudadanos socialmente consensuados. Defender la Constitución como una herramienta del estado social de derecho, deberá ser uno de los propósitos de un proyecto político incluyente. Esa constitución que todos ayudamos a construir con nuestro voto delegatario y no la que han ido desmembrando articulito por articulito. Colombia debe abandonar la barbarie del secuestro, de la extorsión, de las desapariciones forzosas, de los descuartizamientos, de las fosas comunes, de los falsos positivos, de la corrupción administrativa. Acciones que desesperanzan y legitiman la profundización de la barbarie y la invalidan internacionalmente como un país democráticamente viable.
Pero debe ser la acción consciente de cada uno de los ciudadanos la que exija, sustentada en el Derecho, la recuperación de la legitimidad institucional. Es la acción concreta de control responsable e incluyente de cada ciudadano, la que debe ayudar a garantizar que las instituciones que ha ayudado a construir no se conviertan en escenarios de corrupción y peligro social. El poder de hacer algo con sentido de legitimidad es el acto concreto que transforma mínimamente la realidad y suma en beneficio de todos. En esta acción solidariamente comprometida reposa la posibilidad de cambio.
El Quindío, y particularmente Calarcá, posee un recurso humano que desde su trayectoria política y cultural, es todavía un remanente valioso para proponerle al municipio, en primer lugar, al departamento, en segundo lugar y al país, en definitiva, horizontes de sentido que no se agoten en la corrupción, en la farsa institucional, y en la deseperanza.
Calarcá, insisto, tiene el talante intelectual y el recurso humano para plantearse una tarea protagónica: la construcción de una nueva realidad colombiana correctamente normativa. Para ello debe prepararse para elegir a unos líderes que garanticen la aplicación de los principios constitucionales, el manejo del ejecutivo con visión de interés colectivo y una justicia que sea igual para todos. Y desde ese remanente cívico y político, deberá ejercer la tarea de proponer un proyecto político y cultural. Un proyecto desde lo local, pero con mirada global que interprete las realidades de su historia identitaria para promover un futuro que sintonice al municipio, al departamento y a la nación con las demandas vanguardistas y civilizadoras de los países garantes del Estado Social de Derecho.
El seguimiento de la historia reciente de nuestro municipio y sus líderes más progresistas, impulsa a pensar en distintos nombres. José Jota Domínguez, por ejemplo, un periodista comprometido con Calarcá y con una interesante trayectoria gubernamental a nivel departamental y nacional. José Humberto Guevara, líder cívico con visión regional y con una presencia efectiva en la Asamblea Departamental. Carlos Arturo Patiño, gestor cultural e interprete cabal de la cultura cafetera o José Nodier Solórzano, escritor y líder que representó con suficiencia a los escritores de Calarcá, del Quindío y Colombia en el Consejo Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura e instituyó un espacio de tanta proyección cultural como el Encuentro Nacional de Escritores Luis Vidales .
Y sé que con estos nombres no agoto la lista, pero si abro con ellos un compás de diálogo municipal y departamental en torno a un necesario proyecto de reinstitucionalización política para Calarcá, el Quindío y Colombia.
Carlos Alberto Villegas Uribe
Madrid, 14.08.2010.
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